Alfredo García
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El eco de las declaraciones del consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, contra Irán, resuena en la ciudad natal de Mahoma.
“Pedimos a la comunidad internacional que asuma sus responsabilidades respecto a la amenaza que plantean las prácticas iraníes para la paz y la seguridad globales, que use todos los medios para impedir que el régimen iraní interfiera en los asuntos internos de otros países y patrocine actividades terroristas en la región”, fue el llamado hecho por el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, ante los 22 representantes de la Liga Arabe reunidos en La Meca, la ciudad santa más importante del Islam.
El gobierno iraní calificó las denuncias de Arabia Saudita, como “carentes de fundamentos”. “Hemos visto el esfuerzo saudí para movilizar a los países vecinos como parte del desesperado proceso seguido por EE.UU. y el régimen sionista (Israel) contra la República Islámica de Irán”, declaró, Abbas Musavi, vocero del Ministerio de Exteriores.
Las declaraciones del monarca saudita revelaron el oscuro designio de las tres cumbres árabes: Liga Arabe, Organización para la Cooperación Islámica, y el Consejo de Cooperación para los Estados Arabes del Golfo, convocadas simultáneamente por el príncipe heredero saudita para atizar el fuego contra Irán y buscar apoyo en la “defensa de sus intereses”, tras los supuestos ataques contra objetivos petroleros en su país y en aguas de Emiratos Arabes Unidos en medio de una escalada verbal entre EU e Irán y el reforzamiento militar en la región.
La Liga Arabe, fundada en marzo de 1945 agrupa a 22 Estados del Medio Oriente y el Magreb (parte más Occidental del mundo árabe) para coordinar asuntos económicos, comunicaciones, cultura y salud entre sus miembros. El Consejo de Cooperación del Golfo, formado por siete monarquías sunitas del Golfo Pérsico, creada en mayo de 1981 con un programa de “cooperación” entre Estados, convertido posteriormente en bloque militar para agredir a Yemen y desafiar a Irán. La Organización para la Cooperación Islámica, creada en 1989, integrada por los 57 Estados musulmanes. Su programa de acción se basa en la colaboración en la lucha contra el imperialismo, el neocolonialismo y la emancipación de Palestina.
La primera gira al exterior del presidente Donald Trump se inició con la visita a Arabia Saudita en mayo de 2017, a pesar de sus señalamientos durante la campaña electoral, por los ataques terroristas del 11-9 y el alto gasto de EE.UU. en su defensa. Sin embargo, su prioridad no fue ajena a la solidaridad de la monarquía con la ultraderecha republicana, en contra de la política exterior del entonces presidente Barack Obama. Con el gesto diplomático y el récord de venta en armamento por 110 mil millones de dólares, Trump se “reconcilió” con el príncipe heredero Bin Salman y selló la “alianza estratégica” para los tiempos venideros.
El retiro de Trump del acuerdo nuclear con Irán, firmado por EE.UU., Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania, así como su propuesta de nuevo acuerdo con inaceptables condiciones para el país persa, fue el arranque de Trump en el inicio de las tensiones políticas en el Medio Oriente y el aumento de producción del complejo militar industrial de EE.UU.
Con aparente búsqueda de liderazgo, la belicosa iniciativa de Arabia Saudita es una contribución a EE.UU. en la guerra psicológica contra Irán, manipulando históricas rivalidades y diferencias religiosas entre los países de la región. Sin embargo, esas mismas divisiones en el seno de las organizaciones hacen difícil una declaración unánime en favor del monarca saudita y sus aliados. Es probable que la triple cumbre no resulte más que una parte del folclore árabe.