Por Adriana Robreño
Crónicas brasileñas
“No hay mentira que dure cien años…” Así comienza un refrán popular y el cuestionado ex juez y ministro de Justicia y Seguridad Pública de Brasil, Sergio Moro, es uno de los ejemplos recientes que más se ajusta.
Hace dos semanas comprometedores mensajes del ex magistrado salieron a la luz pública por el sitio digital The Intercept, del periodista y abogado estadounidense Glenn Greenwald. Los textos divulgados ponen en duda su vanagloriada imparcialidad en un proceso con más carácter político que jurídico iniciado para condenar al ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
Desde la publicación de los chats, Moro debe estar sin dormir. El asunto domina el escenario político. Sus diálogos durante las investigaciones con el fiscal Deltan Dallagnol, coordinador de la operación anticorrupción Lava Jato, tienen un carácter ilegal, tal y como afirman prestigiados juristas del gigante suramericano.
El ex magistrado lideró el proceso contra Lula y lo condenó a nueve años y seis meses de prisión por supuestamente haber recibido un apartamento de lujo en una playa de Sao Paulo, a cambio de favores políticos a la constructora OAS. El líder del Partido de los Trabajadores niega todas las acusaciones y de hecho, no existen pruebas concretas en su contra.
Sin embargo, pese a quedar demostrado que Moro y Dallangnol operaban confabulados contra Lula y su posible triunfo electoral, ambos funcionarios públicos continúan en sus respectivos cargos, blindados por el presidente Jair Bolsonaro y sus aliados.
No obstante el escándalo del Vaza Jato -como le llaman los brasileños- es incontrolable, mucho más en este siglo donde la tecnología hace imparable la propagación de las informaciones. Ante semejante situación, lo senadores convocaron a Moro, conocido como el cazador de la corrupción en Brasil y superhéroe de la derecha brasileña, a comparecer ante la Cámara Alta del Parlamento y allí intentó explicar y hasta justificar las irregularidades que cometió mientras fingía ser un juez neutral.
“Discurso ensayado, evasivas y memoria selectiva: ese fue el guión del testimonio del ministro de Justicia, Sergio Moro, quien asistió a la Comisión de Constitución y Justicia del Senado, para tratar las denuncias del sitio web The Intercept”, indicó el Partido de los Trabajadores (PT).
Según el senador Humberto Costa, del PT, “usted (Moro) engañó a millones de brasileños… Pida disculpas y tenga la humildad de pedir su cese en el cargo, pues no cabe a una persona con todas esas acusaciones graves ser jefe de la Policía Federal [una de las funciones del ministro de Justicia en Brasil]. Miente de forma tan descarada que no consigue dar coherencia al propio discurso”.
Luego de lo ocurrido en el Senado, la etiqueta #MoroMentiu (Moro Mintió) se colocó como número entre los asuntos más tratados en la red social Twitter y los usuarios no paran de hablar del asunto.
Ante ese escenario, comentaristas políticos aseguran que ahora el juez símbolo del combate a la corrupción empieza a ahogarse en esa farsa y bebe gota a gota la verdad que lo atormenta y puede llevarlo hasta la renuncia. No obstante, el mal que hizo parece irreparable. Poner a Lula tras las rejas fue un golpe contra los deseos de la mayoría del pueblo que según las encuestas deseaban verlo a él nuevamente como presidente.
El próximo martes el Supremo Tribunal Federal tendrá una nueva oportunidad de resarcir parcialmente el daño causado a la sociedad al mantener al líder obrero en prisión. Está previsto el análisis de un Habeas Corpus presentado por la defensa del ex presidente que pide la suspensión de todos los procesos penales contra Lula que estaban bajo la responsabilidad de Moro.
Aunque el caso que será examinado el día 25 de junio no está directamente relacionado con la divulgación de los documentos de The Intercept, su inclusión en la agenda de la Corte Suprema fue interpretada como un resultado de la conmoción que causaron las conversaciones entre Moro y Dallangnol, porque tanto los magistrados como los ciudadanos saben que no hay mentira que dure cien años… ni un país entero que la soporte.