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Jorge Gómez Barata

En Estados Unidos han gobernado 44 presidentes, más de la mitad de ellos han sostenido una intensa relación con Cuba, sin embargo, sólo dos, en dos siglos sucesivos la han visitado, otros dos (Kennedy y Bush) se comprometieron a ser los primeros en hacerlo en “una Cuba libre”. Ironizando, Fidel Castro dijo: “Tal vez haya en Miami algún bar que se llame Cuba Libre”.

A la altura del siglo XXI, el conflicto entre Estados Unidos y Cuba lejos de resolverse, se agrava. Barack Obama dio un paso adelante y Donald Trump, tres atrás. Un entendimiento nunca estuvo más lejos de lo que está hoy.

En 1773, antes de la Declaración de Independencia, John Adams, que sería el segundo presidente de los Estados Unidos, escribió a Robert Livingston: “…Es casi imposible resistir la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República Federal será indispensable…”

En 1805, Thomas Jefferson, tercer mandatario de Estados Unidos, declaró que: “…En caso de entrar en guerra con España, Washington podría ocupar Cuba, cuya conquista era necesaria para la defensa de Luisiana y Florida. En 1809 y 1823 Jefferson insistió en la idea de la anexión de Cuba ante los presidentes James Madison y James Monroe.

En 1823, siendo secretario de estado del presidente James Monroe, John Quincy Adams que sería el sexto presidente de la Unión Americana, argumentó que: “…Una vez separada de España…Cuba se inclinaría a los Estados Unidos…”.

Ese mismo año, al presentar su informe al Congreso James Monroe señaló: “…No puede negarse la importancia que tiene la isla y que debiéramos, si fuera posible, incorporarla a nuestra Unión, aprovechándonos, para eso del momento más favorable”.

En 1850, Millard Fillmore, decimotercer gobernante estadounidense, sería el primero en promover medios armados para ejercer su política expansiva respecto a Cuba. Entre otras acciones apoyó la expedición liderada por el venezolano Narciso López, confeso anexionista.

Según se afirma, la administración del 18º presidente Ulysses Grant, (1869-1877), conspiró contra los patriotas cubanos al suministrar información a España sobre las actividades de los mambises; prohibir la propaganda a favor de Cuba, impedir el apoyo a las acciones revolucionarias, vender armas a España, condenar la participación de jóvenes estadounidenses en la lucha en Cuba.

En 1898 William McKinley firmó la Resolución Conjunta que reconoció el derecho de Cuba a la independencia, declaró la guerra a España y ocupó militarmente la isla a la cual, en 1901, impuso la Enmienda Platt.

En 1903, el presidente Theodore Roosevelt, en mensaje al Congreso expresó: “Insisto en aconsejar el planteamiento de la reciprocidad con Cuba, no sólo por favorecer nuestros intereses” y en 1906, a solicitud del presidente cubano, Tomas Estrada Palma, consumó la segunda intervención militar de Estados Unidos en Cuba que duró hasta 1909.

En 1912, al término del gobierno de William Taft con motivo de la sublevación conocida como la Rebelión de los Independientes de color. Estados Unidos se involucró por tercera ocasión en la isla,

En 1933, bajo el gobierno de Franklin D. Roosevelt, cuando las fuerzas políticas nacionales acorralaban al dictador Gerardo Machado, Estados Unidos envió como virtuales procónsules a los embajadores Benjamín Sumer Welles y Jefferson Caffery que no pudieron evitar la caída del dictador ni impedir el auge de las fuerzas progresistas asociados a aquellos eventos.

A partir de 1959 con el triunfo de la Revolución encabezada por Fidel Castro, Estados Unidos aplicó una política de abierta hostilidad con Cuba en la cual, con diferentes grados de agresividad, participaron los presidentes: Dwight Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, James Carter, Ronald Reagan, George H. Bush, William Clinton, George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump. En total 22.

Como quien clava una “Pica en Flandes”, en un gesto inédito indicador de valentía política y de significación estratégica, Barack Obama instruyó a su embajadora ante la ONU, Samantha Power, a abstenerse en la Asamblea General y no impugnar la resolución cubana de condena al bloqueo. Fue el único que reconoció a los líderes revolucionarios cubanos, los trató con respeto y negoció con ellos, instó al Congreso a ponerle fin al bloqueo, trabajó para suprimirlo, restableció las relaciones diplomáticas y visitó la isla.

Esta historia incluye una miríada de detalles y le faltan referencias acerca de las respuestas de patriotas, personalidades y gobernantes cubanos. Lamentablemente falta espacio. Luego les contaré más. Allá nos vemos.

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