Gustavo Robreño
Los resultados de las recién celebradas elecciones PASO (primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias) que caracterizan a los procesos electorales argentinos y sirven para mostrar tendencias que pueden concretarse en la primera o segunda vuelta posteriores, han tenido esta vez una inusual connotación no sólo por la magnitud de las cifras sino esencialmente por su profundo significado en el escenario político de ese país, extensivo al resto de Sudamérica e incluso de América Latina y el Caribe en general.
Obvia es la importancia y el peso económico de la República Argentina en ese marco y la influencia de los acontecimientos que allí se han desarrollado, particularmente desde mediados del pasado siglo cuando en ella surgió el aún polémico y contradictorio fenómeno del peronismo, fenómeno de masas de dimensiones inéditas que logró mantener singular vigencia desde entonces y se sostiene de una u otra manera, enfrentando dictaduras militares, fragmentaciones internas, penetraciones neoliberales, eventuales descensos y espectaculares ascensos como el actual.
Como se ha señalado por observadores nacionales y extranjeros de esa realidad, los resultados electorales de estas PASO no pueden encasillarse solamente como una aplastante derrota electoral del régimen macrista a consecuencia de la debacle económica y el caos social en que han sumido al país austral. El estrepitoso fracaso del macrismo alcanza más allá:
Es el naufragio más notorio del neoliberalismo, del FMI y sus políticas antipopulares e inhumanas en beneficio de los poderosos (en este caso la voraz oligarquía agroexportadora) en perjuicio de las mayorías y en especial de los sectores más vulnerables y necesitados.
Es el colapso de la política exterior y servil, subordinada como nunca al gobierno imperialista de Estados Unidos y ejecutor de los planes de Donald Trump en cumplimiento de la Doctrina Monroe.
Es una muestra evidente de que las posibilidades de recobrar la unidad y la integración de Nuestra América como Zona de Paz en defensa de la soberanía y la autodeterminación están latentes, vigentes y activas.
Es la confirmación de que los grandes consorcios de la comunicación alineados en la apología del capitalismo dependiente y al servicio del imperialismo no son imbatibles y que los pueblos piensan y razonan por sí mismos, cada vez más difíciles de ser engañados y confundidos.
Que un sujeto tan despreciable como Jair Bolsonaro haya reaccionado de la forma en que lo hizo ante la rotunda victoria de la fórmula Fernández-Fernández en este reto inicial, que debe ser consolidado en octubre, es una ratificación de lo que significa este triunfo como realidad y esperanza.