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Internacional

Discursos encubridores

Zheger Hay Harb

El discurso es la representación del pensamiento individual o de colectividades; las simbologías que incluye buscan presentar las ideas guía para la realización de un propósito e incluye, especialmente en el caso del político, las formas que asumirá la concreción en la práctica del ideario. Pero muchas veces sirve para encubrir el propósito real.

En Colombia todas las vertientes políticas acuden a un discurso que presenta elevados intereses para encubrir propósitos reales de no tan alto altruismo. Está tan bien empaquetado el engaño que aún estando prevenidos contra esa posibilidad a veces se cae en la trampa de suscribirlo y muchos ingenuos lo “compran” dejándose llevar por sus engañosas tesis.

Así, por ejemplo, la extrema derecha ha buscado por todos los medios arrasar el proceso de paz bajo la falacia de que la buscan, pero de otra manera: “paz sí, pero no así”, dicen los cavernarios del uribismo y las iglesias cristianas que lo acompañan, pero ese supuesto sí supone arrasar con los avances hacia la reconciliación nacional. Como es muy difícil que las mayorías adopten un discurso que diga claramente que rechaza el silenciamiento de los fusiles y busca volver a la guerra y que las tierras permanezcan en poder de quienes las usurparon y las víctimas no sean reparadas, han inventado una narrativa falsa sobre cómo construir una paz verdadera dejando todo en manos de los halcones que se benefician de ella.

No siempre hablan claramente de temas guerreros sino que dan una vuelta sibilina para presentar catástrofes que traería la incorporación de los desmovilizados, por ejemplo, que se instalaría un sistema educativo que obligaría a los niños a volverse homosexuales.

Tampoco hablan de conservar las tierras expropiadas sino que dicen que el acuerdo de paz supone dárselas a los ex guerrilleros, que el pacto firmado obliga a entregarles medio país. Y la cantaleta de siempre: Colombia se va a volver una nueva Venezuela u otra Cuba.

Cuando los enemigos del proceso de paz buscan por todos los medios que los militares no sean procesados por los crímenes que pudieron haber cometido en el marco del conflicto armado no dicen que con ello podrían ventilarse verdades incómodas y peligrosas que salpicarían a los civiles que les dieron las órdenes o los incitaron a que delinquieran para expropiar y mantenerles sus privilegios. Hablan de defender a los héroes de la patria y el honor militar.

Podría hacerme eterna citando los miles de mensajes ocultos en los discursos explícitos, pero esos botones de muestra son suficientes para presentar la falacia de las palabras que encubren las verdaderas intenciones.

Por el lado de la izquierda también se presenta el mismo fenómeno: el ELN habla de su ideario ecologista mientras contamina las fuentes de agua con las voladuras del oleoducto y vuela las torres de energía dejando a los más pobres a oscuras mientras los ricos de la región compran plantas a gasolina que enrarecen el ambiente. A los sindicatos debemos mucho en la defensa de los derechos de los trabajadores y más allá, como en el caso de la USO, sindicato de la empresa estatal Ecopetrol, gracias a cuyas batallas se nacionalizó el petróleo. Ya no tienen la fuerza de ese entonces y se perdió el heroísmo de esas luchas pero hoy, lastimosamente contagiados de los vicios que buscaban corregir, conservan el discurso, tan coherente, que podríamos firmarlo sin duda alguna.

En los últimos días hemos tenido el caso del discurso encubridor de los ex comandantes de las FARC que presentan su fuga como un hecho heroico cuando no hay más que intereses personales y no muy santos en su decisión. Fueron formados en los ideales de la conquista de un mundo mejor para todos y varios de ellos estudiaron en la Unión Soviética y dominan la terminología que antes servía para enhebrar esos principios. Hoy, sin motivos heroicos en su rebeldía, conservan el discurso que tan bien conocen para dar un ropaje altruista al golpe que le han dado al proceso de paz.

Ya lo dijo Timochenko, ex comandante en jefe de su antigua organización político guerrillera: no hay ninguna motivación política, sólo es una forma de evadir problemas personales por delitos que nada tienen que ver con lo político. Y en el Espacio Territorial de donde se escapó Santrich, cuyo comandante lo apoyó tan fervorosamente y de donde se escapó burlando su solidaridad, borran un mural en su honor y lo reemplazan por la simbólica paloma.

En el nivel internacional, Duque y Maduro se muestran los dientes mientras se declaran cada uno víctima del otro: Colombia monta una farsa intervencionista en la frontera con un discurso de promoción de la libertad en el vecino país y la falsa intención de llevarle ayuda humanitaria. Y cada vez que la situación interna se complica y bajan los índices de aceptación del presidente, acude al socorrido pretexto de buscar la democracia contra la dictadura de Maduro como si su obligación no fuera profundizarla aquí en vez de buscar cerrar noticieros contestatarios como está ocurriendo con Noticias Uno.

Y Maduro, que no es precisamente sutil ni diplomático, les da la bienvenida a los supuestos guerrilleros radicales de Iván y su combo como si eso no constituyera una agresión a un país y una organización revolucionaria que los ha declarado reos. Y, cada día más enredado en sus problemas internos, acude al socorrido pretexto de la amenaza externa (para lo cual el gobierno colombiano brinda motivos suficientes) para conjurar los peligros domésticos.

Afortunadamente se abre paso y se consolida una corriente democrática de izquierda, que incluye a los antiguos dirigentes de las FARC, que cada día pule más su discurso conciliador sin dejar de ser contestatario, con banderas claras y estrategias definidas, con probado respeto a las reglas del juego democrático. Varios personajes del centro político y organizaciones sociales se unen a ellos para buscar un camino que posibilite implementar los acuerdos de paz.

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