Jorge Gómez Barata
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos (11/S) introdujeron una variable trascendental en la política mundial al revelar que una pequeña organización no estatal como Al-Qaeda, liderada por un fanático desde las remotas cavernas de Tora-Bora en Afganistán, podía poner a Estados Unidos bajo ataque, cosa que ningún país había hecho.
Esa saga volvió a evidenciarse el pasado sábado cuando Yemen, un estado con capacidades militares limitadas, usando drones operados desde más de mil kilómetros de distancia atacaron a Arabia Saudita, incendiando las refinerías Abqaiq y Khurais de las más grandes del mundo con capacidad para procesar más de seis millones de barriles diarios. Los rebeldes hutiés reivindicaron el ataque, mientras Estados Unidos sospecha que Irán está detrás de la operación.
Ante la trascendencia del hecho y de sus repercusiones en la economía mundial, el presidente Donald Trump autorizó la utilización de las reservas petroleras y manifestó disposición para, en caso de conflicto militar, prestar asistencia a Arabia Saudita, cosa a la que Estados Unidos está obligado en virtud del acuerdo suscrito en 1945 entre el presidente Franklin D. Roosevelt y el rey Abdelaziz bin Saud de Arabia Saudita.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos dispuso de su propio petróleo, además del de Venezuela y otros países latinoamericanos que resultó suficiente para sus necesidades y para asistir a Inglaterra y la Unión Soviética. Todavía en medio de la Guerra, el 8 de agosto de 1944 Roosevelt y Churchill suscribieron el Acuerdo Petrolero Anglo-americano, mediante el cual las reservas del Oriente Medio se repartieron entre Estados Unidos y Gran Bretaña.
El 14 de febrero de 1945, de regreso de la Conferencia de Yalta, el acorazado USS Quincy, en el cual viajaba Franklin D. Roosevelt ancló en el Canal de Suez para recibir al rey Abdelaziz bin Saud de Arabia Saudita. Allí, luego de cinco horas, sellaron un pacto según el cual Arabia Saudita proporcionaría a Estados Unidos todo el petróleo que demandara, pagadero en dólares, a cambio de protección militar estadounidense. El acuerdo probablemente no escrito y sin fecha de caducidad, es “para siempre”.
Tan firme es este entendimiento que ha perdurado 74 años y sobrevivido a crisis como las guerras árabes-israelíes, el embargo petrolero y sobre todo a los sucesos del 11/S en el cual, además del líder Osama Bin-Laden y 15 de los 19 pilotos que estrellaron los aviones, eran sauditas. Esa alianza estratégica explica, entre otras cosas, la tolerancia de Estados Unidos frente al reciente asesinato del periodista Jamal Khashoggi, en el consulado saudí en Estambul, en el cual, según evidencias, estuvo implicado el actual mandatario saudí Mohamed Bin Salman.
Aunque con Venezuela e Irán impedidas de comercializar parte de su petróleo, debido a las sanciones de Estados Unidos, los ataques contra las refinerías sauditas pueden dislocar los precios del crudo y tener implicaciones militares. Trump ha dicho que espera por las consideraciones del régimen saudí para actuar.
El escenario parece listo para un ataque de castigo contra Irán y Yemen, en el cual, además de Estados Unidos y Arabia Saudita, puede involucrarse Israel. El pronóstico es reservado.