Por Manuel E. Yepe “Gerald Seib, comentarista político principal de The Wall Street Journal, tiene razón al señalar que el momento para el ataque a las instalaciones petroleras de Arabia Saudita es muy sospechoso. Pero, obstaculizado por sus vínculos con la oficialidad, sus sospechas recaen sólo sobre Irán y a sus aliados. Como todos aquellos que reciben un salario de la industria del entretenimiento monopolista, Seib no puede, por elección o por dictado, colorear fuera de las líneas que marca el establishment”.
Así escribe el comentarista marxista estadounidense Greg Godels. Por supuesto, Seib no es el único que acusa a los iraníes porque en ello coincide con toda la caterva de la política exterior e inteligencia de Estados Unidos que no puede ver más que la mano de Irán en el ataque, deseosos como están de que surjan las condiciones para algún tipo de aventura militar contra los persas.
Pero, ¿qué sentido puede tener que los iraníes creen este tipo de problemas cuando Trump acababa de despedir a John Bolton, el halcón anti iraní más violento de su administración y Trump había hablado de un posible acuerdo con Irán y ofrecido 15,000 millones de dólares como cebo para captar algún líder iraní? Ciertamente el momento era muy sospechoso.
Godels predice que los liberales en la política interna de EEUU nunca aplaudirían iniciativa alguna de la política exterior de Trump, y muestran una extraña confianza en la negociación (deal-making) que ha hecho retroceder a EEUU de más de una empresa conducente a derramamiento de sangre planeada por los halcones de la política y los generales.
Ciertamente, el ataque a la refinería en Arabia Saudita favoreció a las facciones beligerantes que estaban con Bolton y Pompeo en camino hacia una guerra. Fueron ellas las que se beneficiaron con el ataque.
Con unas elecciones reñidas y una campaña de vituperios contra Irán en curso, el primer ministro israelí Netanyahu también habría tratado de beneficiarse con el ataque.
Y la industria petrolera doméstica de Estados Unidos -ahora el mayor productor del mundo- definitivamente se benefició con el ataque. La violencia y la inestabilidad en Oriente Medio, unido a su resurgir petrolero, hace de Estados Unidos un productor más atractivo, como lo ha anunciado Trump sin rodeos. Con el Estrecho de Ormuz como cuello de botella y las instalaciones saudíes en llamas, los clientes cautelosos podrían estar bien orientados a buscar recursos energéticos garantizados en Estados Unidos.
Pero los conocedores del tema energético han puesto al descubierto la explosiva crisis a la que se enfrenta la industria petrolera estadounidense. Atrapada en las tijeras de una masiva sobreproducción y el colapso de las ganancias, la industria se enfrenta a un frío Wall Street recordándole su enorme deuda acumulada a lo largo de los años.
El financiamiento de Wall Street permitió que la industria sobreviviera al ataque de Arabia Saudita en 2014 contra la revolución de esquisto estadounidense, pero ahora el capital financiero quiere ver su retorno.
Godels recuerda que hace más de 2 años viene argumentado que el imperialismo yanqui está cada vez más moldeado por el crecimiento explosivo de la producción de energía estadounidense. Los nuevos y mayores mercados para el petróleo y el gas natural licuado desempeñan un papel más importante en la configuración de la política exterior de Estados Unidos. En lugar de utilizar el poderío de los Estados Unidos para dominar y salvaguardar la producción de energía, la conducta de Estados Unidos en el exterior se dirige hoy en día a trastornar las fuentes competidoras. El caos en el Medio Oriente (y la intervención en Venezuela) ciertamente promueven esa agenda.
Según Godels, es probable que los rusos también se beneficien. El presidente Putin sugiere que quizás Arabia Saudita, que posee el tercer presupuesto de defensa más grande del mundo, debería gastar algo en sistemas de defensa aérea rusos como el famoso S-400. El sistema de defensa saudí, basado en sistemas costosos y sofisticados de Estados Unidos, no logró detener el ataque, lo que constituyó una gran vergüenza para Estados Unidos y los saudíes.
Los funcionarios estadounidenses, incluidos los Jefes del Estado Mayor Conjunto, justificaron el fracaso argumentando que los sistemas multimillonarios de ellos se centraban en las amenazas de los hutís de Yemen. Por supuesto, esa afirmación contradice la vieja acusación de que Irán es el principal peligro para la región.
Estamos siendo testigos del choque y la competencia entre grandes y pequeñas potencias imperialistas. El paradigma de la Guerra Fría ha quedado obsoleto. Vivimos una época de escalada de conflictos interimperialistas entre países capitalistas de todo tamaño y percepción política, opina Greg Gobels.