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Internacional

Un bloqueo dentro de otro

Jorge Gómez Barata

Vencedores en la Segunda Guerra Mundial y actores decisivos en la confrontación con la Unión Soviética, en 1959 la administración de Eisenhower y Nixon, descartaron cualquier opción diplomática, aplicando a la Revolución Cubana el máximo de presión económica y política mediante acciones militares y terroristas, rechazando la gestión realizada por Fidel Castro que en 1959 viajó a Estados Unidos para exponer los alcances de la Revolución.

En 1961, en medio de las tensiones de la Guerra Fría y ante la desmesurada agresividad de los Estados Unidos que había establecido el bloqueo y realizado la invasión por Bahía de Cochinos, Cuba, que inició su revolución desde una raigal autoctonía, como un proyecto de desarrollo económico y social local, con objetivos modestos y definidos, sin compromisos doctrinarios y sin influencias externas, estableció con la Unión Soviética una alianza decisiva.

Aunque para Cuba el socialismo fue una opción libérrimamente elegida, estuvo condicionada, además de por la confrontación Este-Oeste, por el aislamiento político, el estrangulamiento económico y por la urgencia de adquirir armamentos para la defensa de la Revolución. En una decisión de vida o muerte, la isla acogió la ayuda de la Unión Soviética que fue crucial para la supervivencia de la Revolución.

En aquellas circunstancias, la Unión Soviética, además de un eficaz aliado, se convirtió en referente teórico y práctico y en modelo de un sistema social que intentaba realizar los anhelos populares, generar bienestar y felicidad para el pueblo, todo ello sumado a la convicción de que el marxismo-leninismo, contenía las respuestas que el país buscaba.

Sin imposiciones políticas, aunque bajo tensiones, realidades y esperanzas imposibles de soslayar, Cuba adoptó el modelo económico y la institucionalidad estatal y política vigente en la Unión Soviética, sin percatarse de que contenía fallas estructurales y funcionales que, a la larga, lo hicieron inviable, no sólo para la URSS, sino también para China, los países del socialismo real y, para la isla sometida además al férreo bloqueo estadounidense.

El colapso de la Unión Soviética sumió a Cuba en una crisis económica estructural de la que 25 años después no ha logrado salir, a la que suma el desconcierto respecto a los referentes teóricos y sociológicos y que la colocó ante la necesidad de, a la vez que resiste la embestida estadounidense, revisar su modelo económico y su institucionalidad estatal, cosa que ha conllevado al proceso de reformas impulsado por el líder del Partido Comunista Raúl Castro y que se expresó en la adopción de una nueva Constitución.

En las últimas semanas Estados Unidos ha apretado el dogal que asfixia a Cuba al establecer un embargo petrolero por medio de la sanción a países, buques, armadores y empresas aseguradoras que transporten combustible a la isla, lo cual significa un “bloqueo dentro del bloqueo”, una acción extrema y una medida criminal que pone contra las cuerdas a la economía cubana y golpea implacablemente a la población.

Otra vez, cuando Cuba se empeña en un esfuerzo que no se limita a tratar de reflotar un modelo de gestión económica y social fallido, sino que reflexiona para diseñar un programa que le permita encontrar alternativas de desarrollo innovadoras, atractivas y viables, es obstaculizada por la agresión de Estados Unidos que no acepta a Cuba como era, ni le permite rectificar.

En la difícil coyuntura, ante la cual la resistencia tradicional no basta, la Revolución está obligada a avanzar para encontrar fórmulas económicas que eleven la eficiencia, refuercen el consenso nacional y generen aceptación internacional, insistiendo a la vez, en la continuidad de los valores, en el cambio de las estructuras y las prácticas de gestión social, aproximándose a los estándares internacionales.

Ante una peligrosa coyuntura y un peligro mortal, seguramente la Revolución hará lo que mejor sabe hacer: avanzar y crear. Los días de crisis son también de esperanza y el momento más oscuro precede al amanecer. Allá nos vemos.

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