En la reciente cumbre del G-7, los líderes mundiales, según declaró el propio presidente Donald Trump, le preguntaron: “¿Por qué los medios estadounidenses odian tanto a tu país?”. La interrogante es inverosímil para el economista estadounidense, Paul Krugman.
Pero el hecho es que la inestabilidad del gobernante comienza a tener consecuencias económicas graves. Para el Premio Nobel lo más preocupante respecto al magnate son sus decisiones relativas a la guerra comercial con China, “tan erráticas que quienes las “monitoreamos profesionalmente hemos tenido dificultades para seguirles el paso”.
¿Qué dejará para los neófitos en materia geopolítica?
Un artículo, publicado el lunes en The New York Times, recoge la polémica de si se avizora una recesión. Precisamente, la guerra comercial de la Casa Blanca tiene a economistas, y al pueblo estadounidense preocupados ante tal posibilidad. La escalada de aranceles entre Washington y Pekín incentiva la disminución del crecimiento económico mundial, que cayó en comparación con 2018, y puede arrastrar tras sí la inversión y la confianza de los negocios en Estados Unidos.
Aunque los asesores económicos del mandatario estadounidense no otean una recesión, están preocupados porque las alertas transformen “el temor en una realidad”. El gasto del consumidor, se redujo en el último trimestre a su nivel más bajo desde 2012, según el Departamento de Comercio. Los consumidores estimulan en un 70% la actividad económica del país y si entran en pánico y contraen sus compras el decrecimiento se acelerará.
En tanto Trump culpa a la Reserva Federal como la causa principal de cualquier desaceleración; pronósticos independientes estiman que este trimestre se comportará como los dos primeros.
Mientras, continúan desbordados los ataques de odio en Estados Unidos. El supremacismo tiene sus “bases filosóficas”. Una de las más recientes, es la teoría del escritor derechista galo, Renaud Camus, para quien la población francesa está siendo reemplazada por otras culturas destructoras de su identidad nacional. Para él la solución es expulsar a todos aquellos de origen foráneo. Sus convicciones influyeron en el autor de la masacre de El Paso.
En este entorno, destaco fragmentos de un artículo del escritor y fraile dominico Frei Betto, divulgado el domingo en Granma, donde afirma que: “Esta es la hora de los simuladores y los arribistas”. Es indudable que los cambios en la correlación de fuerzas a escala mundial desataron la carrera oportunista.
Según Betto, “Una poderosa maquinaria ideológica que favorece la privatización del Estado induce al pueblo a no creer más en los políticos, los partidos y el poder público. Ahora, cada quien para sí y Dios para mí. Después de la satanización del socialismo, dice, es el turno del repudio a la democracia liberal, volcada a la promoción de la igualdad de derechos. Ni el pacto que sentó las bases del Estado de bienestar social merece crédito”. Sin dudas el miedo, inculcado por los poderes fácticos, limita el papel protagónico del pueblo en una sociedad cada vez más polarizada y desigual.
En este remolino de ideas, es aberrante ver cómo figuras, otrora de izquierda, se han convertido en voceros del poder oligárquico y neoliberal. Algunos disimulan con una retórica “antiimperialista”, reverenciando, incluso, a iconos del socialismo mundial para confundir a las masas (término que disgusta a quienes les temen).
Por eso, hay que identificar y combatir el “malandrismo filosófico”.