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Internacional

Terrorismo es lo contrario de revolución

I

He escrito mucho acerca de la conveniencia y necesidad de que la comunidad internacional defina categóricamente el término terrorismo, dado que no existe una enunciación universalmente aceptada del término para su uso por el derecho internacional humanitario y no se ha podido llegar a tal formulación en los organismos internacionales, aparentemente, por la imposibilidad de hacerlo sin incluir las acciones terroristas de los Estados nacionales.

En 1937, la Sociedad de Naciones se refirió al terrorismo como:

“Cualquier acto criminal dirigido contra un Estado, encaminado a, o calculado para, crear un estado de terror en las mentes de personas particulares, de un grupo de personas o del público en general”.

En 1988, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó un resolución en la que reiteraba que “…los actos criminales encaminados o calculados para provocar un estado de terror en un grupo de personas o en personas particulares del público general, para propósitos políticos, son injustificables en toda circunstancia, cualesquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de cualquier otra naturaleza que puedan ser invocadas para justificarlos”.

Los diccionarios más o menos coinciden en identificar al terrorismo como “uso sistemático de violencia, o amenaza de su empleo, contra personas individuales o grupos más amplios, para lograr un objetivo político cuyo alcance trasciende con frecuencia los límites nacionales”.

Aunque es común precisar que se refiere a acciones llevadas a cabo por grupos no gubernamentales, se admite también, como otro concepto, el de “terrorismo de Estado”, que es aquel que se ejerce por un gobierno contra comunidades asediadas o que pretende conquistar, o contra sus propios súbditos como medio para someterlos a sus desmanes y arbitrariedades.

Se ha hecho una tradición, y sigue siendo práctica sistemática en la actualidad, que las grandes potencias y gobiernos tiránicos, dispongan sus vastos recursos mediáticos para hacer que se aplique el calificativo de “terroristas” a los métodos de lucha que escogen los revolucionarios y patriotas en sus enfrentamientos emancipadores.

La superpotencia estadounidense ha impuesto el calificativo de “terroristas” a los combatientes que han hecho sentir sus acciones. Su inmenso poder mediático califica de terrorismo a las acciones de la resistencia patriótica, a cuya clara inferioridad militar le está impuesto organizarse en unidades secretas o irregulares que combaten fuera de los parámetros castrenses universalmente aceptados al enfrentarse a las fuerzas armadas superiores del invasor u ocupante.

De ahí la necesidad de esquivar esa trampa distinguiendo claramente los métodos revolucionarios de lucha de los métodos terroristas.

Sobre la base de mi propia experiencia personal como combatiente de filas del movimiento insurreccional que derrotó a la dictadura imperante en Cuba hasta el último día de 1958 y tomó el poder un día como hoy de 1959, percibo varias claras diferencias:

Los métodos revolucionarios se identifican con las aspiraciones del pueblo en tanto que los terroristas son casi siempre fuertemente rechazados por la población porque los primeros buscan innovar el escenario y las asimétricas condiciones de la lucha para elevar la moral combativa popular y promover la incorporación de nuevas huestes, ridiculizar las impopulares fuerzas represivas del régimen tiránico, llamar la atención del mundo a la guerra revolucionaria que se está librando y denunciar el carácter antipopular del gobierno opresor.

Las formas revolucionarias de lucha clandestina pretenden incrementar el apoyo del pueblo a su causa y por ello no tienen como propósito provocar pánico sino promover la adhesión de la ciudadanía.

Los procedimientos terroristas son propios de las bandas de delincuentes narcotraficantes, mafias, organizaciones paramilitares de extrema derecha y, en general, de mercenarios al servicio de poderosos intereses económicos. Buscan imponer su autoridad sobre la base del temor de la población por la crueldad de sus acciones, que pueden tener carácter de amenazas, advertencias o ser directamente punitivas. No aspiran a atraer al pueblo a su causa sino a imponer su autoridad a base del temor, del miedo.

El terrorismo genera pánico y provoca sufrimientos y muertes de personas inocentes. Los métodos revolucionarios engendran admiración por la abnegación de quienes ejecutan las acciones y convocan a la lucha y al sacrificio en aras de una causa justa que se identifica con las aspiraciones de amplios sectores populares.

(Este artículo se puede reproducir citando al periódico POR ESTO! como fuente).

http://manuelyepe.wordpress.com

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