Zheger Hay Harb
Como cuando estábamos niños y uno asumía el papel de papá, la otra de mamá, algunos de hijos y así hasta completar la parentela, Colombia está en el juego de presidentes: un país, Colombia, sin presidente, establece relaciones formales con un “presidente” sin país: Juan Guaidó.
Eso es lo que indica el último sainete político que se juega en medio de problemas, esos sí reales, a los que el gobierno no presta la debida atención: el gobierno de Venezuela, mediante acción de la guardia nacional capturó a Aída Merlano, prófuga de la justicia colombiana y Duque no ha tenido mejor idea que solicitarle a Guaidó su extradición.
Si no fuera porque leí el comunicado oficial hubiera pensado que era uno de esos memes de broma que todos los días están resaltando la incapacidad del presidente y su gobierno. Pero no hay lugar a dudas: la FAES (fuerza de acciones especiales de Venezuela) confirmaron la captura en Maracaibo y el Ministerio de Justicia colombiano emitió un comunicado oficial: “El gobierno nacional se permite informar: 1. En horas del mediodía, (del lunes pasado) a través de información de inteligencia de la Policía Nacional, se pudo establecer que la señora Aída Merlano fue capturada en Venezuela, en la ciudad de Maracaibo, Estado de Zulia”. 2 Cómo (sic) es de todos conocido, Colombia, junto con varios países de América Latina y el resto del mundo, no reconoce y por ende no tiene relaciones diplomáticas con el régimen dictatorial de Nicolás Maduro… 5 Cuando el juez competente solicite la extradición de la señora Aída Merlano, el Gobierno Nacional hará la solicitud ante el legítimo Gobierno de Venezuela, en cabeza de Juan Guaidó”.
Estamos a la espera de saber cuál es el aparato estatal que utilizará Guaidó para cumplir el pedido oficial del gobierno colombiano, cómo hará para inventarse un estamento judicial, una cancillería de verdad, no en el mundo de la ilusión, con esos nombramientos de ministros con que Guaidó amanece todos los días y que al siguiente renuncian a lo que no tienen y un ejército y una policía para ejecutar la entrega de la extraditada.
Pero sobre todo, estamos todos mordiéndonos las uñas de la expectación para saber de qué manera Guaidó le va a exigir a la guardia bolivariana de Venezuela, que opera bajo las órdenes de Maduro, que le entregue a la fugitiva colombiana.
¿Será que Duque y Guaidó confían en que los paramilitares que transportaron a éste para que asistiera al montaje de la ayuda humanitaria donde empezaron a contar las horas que le quedaban a Maduro van a arrebatarle a la guardia venezolana a Aída Merlano, ahora ya oficializada su captura en el vecino país para entrarla por las mismas trochas de delincuentes que usaron con el autoproclamado presidente?
¿Debemos esperar que ante la imposibilidad de que Guaidó la entregue el gobierno colombiano dirá que Maduro la tiene secuestrada? ¿O debemos pensar que como en el caso de corrupción electoral por el que fue condenada están involucrados tantos pesos pesados de la política nacional, algunos con pretensiones presidenciales, con quienes Duque busca desesperadamente acuerdos ante su escasa gobernabilidad la intención real es que permanezca en Venezuela mientras fingen buscar su extradición?
Como Merlano entró a Venezuela de forma ilegal y utilizando documentos falsos, en ese país muy posiblemente ya le habrán iniciado proceso por esos delitos, lo cual complica la situación para el gobierno colombiano en caso de que recapacite y emprenda las vías legales que no son otras que negociar con el gobierno de Maduro.
Ahora sí tendrán que aceptar que no era conveniente romper relaciones con un país vecino sin dejar ninguna puerta de salida para negociar los miles de conflictos que a diario se presentan, de los cuales este es apenas uno y no el mayor. Exacerbar la enemistad con Venezuela sirvió como cortina de humo por un tiempo, pero la permanencia de Maduro, la inutilidad de Guaidó, las acusaciones de corrupción contra él y los de su entorno y las pugnas entre la oposición de Venezuela se encargaron de echar por tierra el argumento de que era inevitable la ruptura.