Zheger Hay Harb
Ayer se posesionaron los nuevos alcaldes y concejos municipales, así como los gobernadores y asambleas departamentales.
Varios de estos servidores públicos representan una esperanza de cambio en cuanto a la lucha anticorrupción, políticas de avanzada y garantías de respeto y promoción de derechos ciudadanos. Incluso algunos, que se sitúan en los partidos tradicionales, parecen ajenos a las componendas malsanas de sus antecesores.
Para mencionar a los más destacados, hay que empezar por la nueva alcaldesa de Bogotá. El hecho mismo de su elección indica una madurez del electorado: mujer, lesbiana, de origen humilde, contestataria, líder anticorrupción y firme defensora del proceso de paz.
Claudia López, la nueva alcaldesa, ha sido combativa y por eso se ha ganado amenazas y ha sido objeto de jugadas sucias de sus adversarios. Fue, junto con la ONG Arcoiris de los excombatientes de la Corriente de Renovación Socialista, quien destapó las alianzas de políticos con paramilitares para ganar las elecciones. Reforzado esto con los debates de control político que sobre el tema realizó en el Senado Gustavo Petro, condujo a que la Corte Suprema condenara a más de treinta senadores y representantes uribistas. Sus enfrentamientos con los congresistas corruptos son memorables: todos recordamos cuando, en el debate que Iván Cepeda le adelantaba por paramilitarismo al expresidente Uribe, ante el hecho de que éste se apresuraba a abandonar el recinto para no responder, lo llamó sanguijuela que huye por las alcantarillas.
En su discurso de posesión prometió respetar la protesta social y se comprometió a no permitir que la fuerza pública actuara contra los manifestantes, marcando así una diferencia importante con su antecesor que envió a la fuerza antidisturbios contra ellos y no expresó ningún reproche ante sus excesos.
Ese es un tema problemático, tomando en cuenta las dificultades de movilidad de Bogotá porque el anterior alcalde evadió la responsabilidad de aumentar el costo del pasaje en Transmilenio, el medio masivo de transporte más usado, con lo cual ella tendrá que asumir el costo social de decretarlo y muy seguramente generará protestas.
La construcción del metro elevado que, contra su convicción, tendrá que ejecutar porque también su antecesor lo dejó contratado, también es muy posible que motive protestas; además de los peligros de corrupción que según la costumbre, se producen en este tipo de obras que llegan a costar hasta el cien por ciento más de lo originalmente planeado.
Claudia ha prometido aplicar lo que proponía la consulta anticorrupción que ella lideró, entre otras cosas, la obligación de todo funcionario de hacer pública su declaración de impuestos. En ese terreno tiene también el reto de garantizar la transparencia en las alcaldías locales siempre acusadas de malos manejos del erario.
Su promesa de hacer una alcaldía cercana a la gente, si bien pareciera un tema menor, indica un nuevo talante en la administración pública.
En el departamento del Magdalena y Santa Marta un exguerrillero de la Corriente de Renovación Socialista ha ganado en la alcaldía que él mismo ejerció antes, con la candidata de su movimiento y la gobernación en su propio nombre. Es un triunfo muy esperanzador que indica además madurez del electorado, que no sucumbió a los cantos de sirena del candidato enfrentado que adelantó una campaña al más puro estilo clientelista, ofreciendo dádivas. Carlos Caicedo, el nuevo gobernador, venció así a la clase política tradicional enquistada en el poder hace décadas, en la cual confluyen las familias más adineradas del departamento y los políticos que suponían asegurada su hegemonía, muchos de los cuales, presos por cargos de parapolítica, ganaban elección tras elección en cuerpo ajeno mediante sus hijos, esposas y demás familiares.
Precisamente, en días recientes la gran prensa ha informado lo que ya era vox populi en Santa Marta: que el jefe paramilitar de la región, Hernán Giraldo, preso en Estados Unidos por narcotráfico, seguía secuestrando y matando para consolidar el dominio de las rutas de exportación de drogas ilícitas. A ese problema tendrá que enfrentarse el nuevo gobernador apoyado en la fuerza pública.
En Cartagena ha resultado vencedor un outsider de la política que ganó las elecciones proponiendo manos limpias en la alcaldía. En esa ciudad que es una joya histórica y atracción turística, este ciudadano se impuso ante sus contendores con la propuesta de que no robará y la convicción de que con el presupuesto actual, manejado con honestidad, habrá suficiente para sacar a la ciudad de la postración en que la han sumido sus antecesores.
Un joven de origen más que humilde que padeció hambre por su pobreza y logró crear una empresa exitosa y estudiar en el exterior, sin filiación partidista, inscrito como candidato por firmas, se impuso en Medellín, la ciudad donde el expresidente Uribe se sentía amo y señor, venciendo a su candidato apoyado por toda la clase política. Tendrá que asumir el problema de la hidroeléctrica Hidrohituango, uno de los más graves del país, en donde los malos manejos técnicos y políticos han generado una amenaza de desastre que de no poder conjurarse arrasaría poblaciones enteras.
No son los únicos; en Fusagasugá, municipio cercano a Bogotá, y en los Llanos Orientales limítrofes con Venezuela, los nuevos alcaldes han conformado gabinetes técnicos con base en la experiencia y formación que demuestren los aspirantes, sin favoritismos dando así un contundente golpe a la politiquería.
Estos nuevos mandatarios han generado una esperanza de cambio que ojalá sepan honrar. Estos son tiempos en que la ciudadanía ha demostrado el poder de su fuerza en la calle y a ella tendrán que responder.