Alfredo García
El pasado martes el presidente Donald Trump y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, unieron fuerzas para distraer a la atención de la opinión pública del atolladero en que ambos se encuentran, presentando con bombos y platillos en Washington, el moroso “Plan de Paz” sobre el Medio Oriente.
En medio de la campaña electoral para su reelección, Trump se encuentra bajo un proceso de juicio político en el Congreso que puede terminar en su destitución, acorralado por la confesión de su ex asesor de Seguridad Nacional John Bolton, en un libro por publicarse donde asegura que Trump hizo que el apoyo financiero-militar para Ucrania, dependiera de una investigación sobre su rival electoral, Joe Biden. El mismo martes, Netanyahu enfrentó un proceso judicial acusado de corrupción por el Fiscal General de Israel, Avichai Mandelblit, a sólo un mes de las elecciones generales donde también aspira a la reelección.
El “Plan de Paz”, cuyo contenido contradice su título por atizar la confrontación con los palestinos, fue incubado durante casi 3 años por Trump y Netanyahu, para anunciarlo en un momento oportuno. Llamado pomposamente el “Acuerdo del Siglo”, concede a Israel sus colonialistas pretensiones sobre los territorios palestinos, mientras promete a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), un incierto camino hacia una versión árabe del funesto “Estado Libre Asociado de Puerto Rico”.
“Presidente Abbas, si aceptan este camino hacia la paz, Estados Unidos y otros muchos países estaremos allí para ayudarles”, exhortó Trump, tras admitir que su Administración había sido muy favorable a Israel y asegurar que ahora deseaba que fuera “muy buena también para los palestinos”. El senador demócrata, Chris Murphy, protestó en su cuenta Twitter: “Este plan sólo se negoció con los israelíes, por lo tanto de ninguna manera es un plan de paz”.
El polémico “Plan”, supuestamente “duplica” los territorios bajo control palestino que abarca Cisjordania y la Franja de Gaza sin identificar en algún mapa, conectados por proyectados túneles o carreteras elevados y deja el valle del Jordán bajo control militar israelí. Interrumpe por 4 años la construcción de nuevos asentamientos judíos, pide a la ANP el reconocimiento de Jerusalén como “capital única” de Israel, suprime desmontar los asentamientos de colonos israelíes que ya existen (127 con 430 mil judíos en Cisjordania y 201,200 en Jerusalén Este), considera a Israel como “Estado nación del pueblo judío”, (lo que equivale a un apartheid árabe) y ofrece una “zanahoria” de 50 mil millones de dólares en 10 años, la mitad supuestamente destinada a Gaza y Cisjordania y países vecinos como Jordania y Egipto para fomentar “puestos de trabajo y prosperidad”.
El rechazo de la ANP no se hizo esperar. Las facciones palestinas acordaron dejar a un lado sus diferencias y elaborar una respuesta común contra la visión de “paz”, Trump-Netanyahu, mientras centenares de palestinos protestaron en las calles de Gaza y Cisjordania, siendo reprimidos por militares israelíes con más de 20 manifestantes heridos. Se espera que el reciente anuncio de Netanyahu de iniciar la “anexión” de los asentamientos en Cisjordania el próximo domingo, provoque un nuevo estallido de violencia. Los líderes palestinos solicitaron a la Liga Arabe una convocatoria de urgencia, para buscar una posición común. Mientras Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos, respaldan el Plan de Trump, Jordania, Egipto y Líbano, con mayor presencia palestina, se niegan a apoyar una propuesta que rechaza la ANP.
Trascendió que el show político montado por Trump y Netanyahu en la Casa Blanca no fue una demostración de tardía incompetencia política, sino un propósito electoral, buscando el voto de judíos-americanos y evangélicos proisraelíes para las elecciones de noviembre.