Alfredo García
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Desde su llegada a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump ha utilizado una táctica de “garrote y zanahoria” para lidiar con los conflictos internacionales, particularmente con Irán y Corea del Norte. Su peculiar estilo, más adecuado a un “matón” de barrio que a un estadista, fue generalmente atribuido a los vicios de su experiencia como empresario de bienes raíces.
Sin embargo, después de tres años de mandato, su comportamiento internacional demuestra lo que nadie quiere mencionar: su lectura equivocada sobre la disposición de Irán y Corea del Norte, para negociar una solución diplomática de paz. Generosas opiniones de algunos expertos políticos, atribuían a Trump haber “juzgado mal” las reacciones de sus dos grandes enemigos.
La reiteración de amenazas y sanciones, junto a su percepción de que Irán era “una muy diferente nación” por su quiebra económica al estrangular sus ingresos petroleros; y la confianza de que “ya no hay una amenaza nuclear de Corea del Norte”, debido a su aparente “relación personal” con el líder norcoreano, sin que las contradictorias posiciones iraníes y norcoreanas fueran muy difundidas, daban la impresión de que su táctica iba por buen camino. Durante el último año, la amenaza de Trump de llegar a un punto bélico de no retorno con ambos países, si no se iniciaba una negociación basado en sus condiciones, ha mantenido en vilo a la opinión pública internacional.
Sin embargo, en la madrugada del pasado viernes, un atentado ordenado por Trump contra un general iraní en Irak, según confirmó el Pentágono y el propio Trump, marcó ese temido momento con Teherán. El general iraní Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Especial Al Quds, de la Guardia Revolucionaria Iraní, uno de los líderes militares más venerados de Irán, fue víctima de un bombardeo con misiles desde un dron, MQ-9 Reaper, cuando abandonaba en un auto el aeropuerto de Bagdad. En el “asesinato selectivo”, también pereció el vicejefe iraquí de la coalición de milicias iraquí, Fuerzas de Movilización Popular, FMP, Abu Mahdi Al Mohandes y 7 personas más, incluidas dos de nacionalidad iraní y 12 militares iraquíes heridos.
El mortal atentado se produjo después que el primer ministro iraquí, Adel Abdul Mahdi, había logrado contener las movilizaciones de protesta contra la embajada de Estados Unidos en Bagdad por el bombardeo del pasado domingo contra varias instalaciones militares de la milicia, FMP, en la frontera con Siria, que dejó 25 milicianos iraquíes muertos y más de 50 heridos.
El ayatolá Ali Jamenei aseguró que la muerte del general “no detendrá su misión”. El presidente iraní, Hasan Rohani, declaró: “No hay ninguna duda de que la gran nación de Irán y otras naciones libres de la región se vengaran por este horrible crimen del criminal Estados Unidos”. En sustitución de Soleimani, fue nombrado el general Esmail Ghaani como nuevo jefe de la Fuerza Al Quds.
Respecto a Corea del Norte, la coexistencia “garrote-zanahoria” está llegando a su fin. El presidente Kim Jon-un aseguró el pasado martes que no ve razón para preservar la decisión de cancelar las pruebas de misiles de largo alcance, ante lo que considera una falta de propuesta por parte de Washington. “No tenemos motivos para continuar ligados unilateralmente a este compromiso”, declaró Kim tras amenazar con desplegar pronto una “nueva arma estratégica” y desarrollar una “acción traumática”.
La escalada de tensiones con Irán y Corea del Norte, son atribuidos en EE.UU. a “errores” de Trump en el manejo de las negociaciones con ambos países. Sin embargo, el error estratégico del presidente empresario, ha sido desconocer la cultura revolucionaria de los líderes iraníes y norcoreanos.