Jorge Gómez Barata
Una televisora informó que algunas organizaciones paramilitares de matriz iraní presentes en Irak, atacaron bases militares en las cuales se encuentran tropas norteamericanas e instaban a las fuerzas gubernamentales a mantenerse alejados de tales instalaciones. Aunque me pareció insólito es una realidad resultante de una trágica historia. La soberanía de Irak, al menos por ahora, no existe.
Entre 1980 y 2020, Irak ha pagado con alrededor de dos millones de muertos las consecuencias de tres guerras. La primera fue contra Irán, duró ocho años (1980-1988) y perecieron medio millón de personas. La otra se derivó del aventurerismo de Sadam Hussein que en 1990 invadió y ocupó Kuwait, dando lugar a la Guerra del Golfo (1990-1991). La tercera se incubó cuando luego del ataque a las Torres Gemelas en 2001, Estados Unidos se empeñó en una “guerra contra el terrorismo” como resultado de la cual, en 2003 invadió a Irak, derrocó a Sadam Hussein y ocupó el país, prácticamente hasta hoy.
A esos trágico eventos se suman el problema de los kurdos en Irak, las desavenencias entre chiítas y sunitas, la agresividad de Israel, los afanes de Turquía por aumentar su influencia en la región y la presencia rusa en Siria que ayuda a la lucha contra el terrorismo, a la vez que frena el derrame islámico sobre sus fronteras y asegura sus bases en Tartu y Latakia, todo ello súper determinado por el intervencionismo de Estados Unidos que afecta a toda la región.
Tras esa angustiosa historia de cruentos conflictos, parecería que Irak, aunque sometido al dictak de Estados Unidos, podía intentar reconstruir sus instituciones y generar una precaria paz que, aunque perturbada por enormes tensiones de todo tipo, podía ser administrada por el gobierno nacional.
Recientemente todo se ha complicado debido al conflicto en Siria y por la presencia en territorio iraquí de organizaciones paramilitares ligadas a Irán que hostigan a las tropas de Estados Unidos y que está a punto de generar una tragedia de proporciones incalculables.
Aunque nunca supuse que, en apenas horas, la situación podía agravarse hasta el grado que ha llegado después del asesinato del general Qasem Soleimani, lo que hoy ocurre se veía venir.
A fines de 2019, las milicias proiraníes Movilización Popular (Hashd al Shaabi), en Irak lanzaron misiles sobre bases que albergan tropas norteamericanas, a lo cual, el presidente Trump ordenó la represalia que costó la vida a unos 25 integrantes de aquellas milicias. Sin tomarse una pausa y sin contar con el gobierno iraquí, Hashd al Shaabi, movilizó efectivos que, aprovechando una manifestación de protesta, irrumpieron en la embajada de Estados Unidos en Bagdad.
Aprovechando las posibilidades para realizar labores de inteligencia en Irak, en una operación milimétricamente calculada, la aviación estadounidense, en las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad, atacó y liquidó al general iraní Qasem Soleimani, de la Guardia Revolucionaria de Irán y comandante de la Unidad de Fuerza Quds y a Abu ehdi al Muhandis, segundo jefe de las milicias Movilización Popular.
El resto de la historia está por escribirse. Puede ser una tragedia de grandes proporciones, en la cual Irak y su pueblo pagarán el precio más alto.