El 31 de enero de 2016, Anja Ringgren Lovén conoció al "niño brujo" que transformaría para siempre el trabajo que hacía en Nigeria. La imagen de una mujer rubia, llena de tatuajes, alimentando a un niño negro de dos años totalmente desnutrido le dio la vuelta al mundo.
Hope, como llamaron al pequeño tras rescatarlo, había sido abandonado por sus padres debido a la creencia de que se trataba de un "brujo" y fue encontrado por Anja al lado de un puesto de carne de perro en la periferia de Abuya, capital de Nigeria. Hope llevaba ocho meses alimentándose por las sobras de transeúntes y su estado era crítico por la desnutrición y parásitos.
Le dio agua, lo envolvió en una manta y lo trasladó al hospital de Uyo, donde recibió múltiples transfusiones de sangre debido al avanzado cuadro de anemia que tenía. En la actualidad se encuentra sano y asiste a la escuela.
Fundó un refugio para los niños abandonados
Anja tiene 42 años, es danesa y desde 2012 radica en Nigeria. Dedica su vida a salvar a niños nigerianos que son perseguidos por sus comunidades por ser considerados "brujos". Ha rescatado a más de 100 niños, de los cuales 76 viven en Land of Hope (Tierra de Esperanza), un centro infantil que dirige junto a su marido, David Emmanuel Umem, en Akwa Ibom. El lugar se encuentra en una de las zonas más peligrosas de Nigeria y requiere de protección armada las 24 horas del día.
Año tras año, miles de niños son acusados de ser brujos, son echados de sus comunidades y se ven obligados a vivir solos en la calle, donde son torturados o abusados.
Las misiones de rescate suceden en cualquier momento. Todas las historias son desgarradoras. Con llamadas anónimas les avisan que algún menor está siendo perseguido en una aldea.
"He estado en numerosas misiones de rescate donde encontramos a niños que están casi muertos, no puedo decir que hay misiones peores que otras, porque al final lo que importa es que salvemos vidas", señala Anja.
Su mamá la impulsó a generar un cambio
De niña, Anja su mamá le recordaba el sufrimiento de los niños en África cuando no quería comer. Con un padre alcohólico, su madre, quien trabajaba en un hogar de ancianos, cuidó de ella, su gemela y una hermana mayor.
Cuando su madre murió de cáncer, Anja tenía 23 años y cayó en depresión. "Necesitaba encontrarle sentido a toda mi existencia. Mi mamá era el centro de mi vida. Ella era mi fuerza y mi guía", sostiene.
En 2008 vio un documental sobre las supersticiones en Nigeria y eso cambió su vida. "Me sorprendió descubrir que los niños eran quemados vivos y torturados hasta la muerte simplemente porque se les acusaba de ser "niños brujos. Ningún líder mundial cuenta que hay 10 mil niños cada año en Nigeria involucrados en acusaciones de superstición que conducen a torturas y asesinatos. Necesitaba darles a esos chicos una voz para ser escuchados y crear más conciencia sobre la superstición" afirmó.
En 2011, renunció a su trabajo, vendió sus pertenencias y se mudó a África. Primero realizó labores humanitarias en Malawi y en Tanzania, hasta que fundó su propia ONG, Land of Hope.
Ha rescatado niños de todas las edades y don diversos ataques
Michael tiene 13 años y hace seis que reside en Land of Hope. Antes, vivía en la calle. Tenía siete años, cuando una noche fue atrapado por un grupo de hombres que le dieron una brutal golpiza. Traumatizado como quedó, logró escapar a otra aldea, donde finalmente fue encontrado por Anja y su marido.
En febrero de este año, otro niño llamado Michael fue rescatado por la ONG. Su padre lo acusó de ser un "brujo" y el culpable de las penurias de la familia, así que lo intentó matar clavándole un machete en la cabeza. Como ellos, hay muchos casos más.
Hacen labor en las comunidades para terminar con las supersticiones
"La educación es el arma más poderosa contra la superstición", indica Anja, y explica que a través de la organización también educan a las comunidades para que entiendan que no existen "niños brujos". La pobreza de la región es extrema y la ignorancia también. Las causas pueden deberse a muerte y enfermedad en la familia, una mala cosecha, despidos o infertilidad.
Parte del trabajo que hacen desde la ONG es con las familias de los niños que son expulsados, para lograr una revinculación.
Realizan visitas domiciliarias como parte del proceso de reconciliación y reintegración. "Esto tiene un gran impacto en nuestra lucha contra la superstición. Cuando los aldeanos ven la increíble transformación de los niños, cambian de mentalidad y se dan cuenta de que los niños no son brujos. Ven la transformación de los niños, menores que alguna vez rechazaron pensando que eran brujos. Esto también socava el nivel de estafa y lavado de cerebro que los líderes religiosos y los llamados médicos brujos les hacen a sus padres y familiares", finalizó.
Con información de La Nación
CI