Por Marina MenéndezFotos: Lisbet GoenagaEspecial para Por Esto!
LA HABANA, Cuba.- Como ocurrió con el espendrum en los años de 1970, internacionalizado por la imagen de la luchadora estadounidense Angela Davis y el astro de la guitarra Jimmi Hendrix, el peinado afro vuelve a hacerse habitual en Cuba, donde tiene pasto propicio en los cabellos rizados de tanto negro y mulato que somos.
Con la venia que ha dado la apertura al trabajo privado, empiezan a verse también los salones donde hay especialistas para tratar ese tipo de pelo, y pequeñas tiendas en las que se ofrecen productos que mujeres y hombres de “cabello distinto”, no hallan en los mostradores del Estado. Hablo de una ausencia que precede al relativo desabastecimiento actual, provocado por las injustas medidas punitivas que ha incrementado Washington.
Para quienes asumen la raza como un motivo de discriminación, tal carencia es un leve pero elocuente argumento que explica sus posiciones, incrementado por el hecho de que no en todos los salones hallan siempre a un estilista que sepa tratar su pelo, se quejan.
La discriminación racial en Cuba fue muy dura hasta 1959, cuando se le abolió. Antes de esa fecha, los blancos tenían clubes privados adonde no podían ir los negros; pero el ejemplo más brutal puede ser el de ciertos edificios que ni siquiera eran de lujo, y donde estaban prohibidos los mestizos, incluidos en la misma lista que los perros: unos y otros estaban prohibidos en esos apartamentos.
Como ocurre con el machismo, muchos aducen que en las mentes de un porcentaje de la sociedad actual, persiste esa discriminación. Y han defendido que no basta con que la Carta Magna prohíba la diferenciación racial; reclaman leyes.
El asunto fue abordado por el presidente Miguel Díaz-Canel durante la clausura del más reciente periodo de sesiones del Parlamento, el pasado diciembre. Entonces, el mandatario informó que ya se ha aprobado un programa de Gobierno para evitar los casos de discriminación racial, labor que atenderá una comisión al efecto. Y también hizo un llamado a la unidad, de modo de no dejar que el color diferente se manipule desde afuera, para dividirnos.
Recordando al prestigioso etnólogo Fernando Ortiz para explicar lo mucho que nos junta, Díaz-Canel recordó en esa oportunidad que “(Cuba es) una nación mestiza, donde todos somos tan claros que parecemos blancos y tan oscuros que parecemos negros…”
No siempre es por identidad
En no pocos países, la manera natural de llevar el cabello “afro” constituye un signo de reivindicación. Sin embargo, tal vez la mayoría de quienes lo usan en la Isla no se sienten discriminados; como tampoco aspiran a “pasar por blancas”, las mujeres que acuden a tratamientos para laciarlo.
En el Yuri’Salón, uno de los varios espacios de belleza de un barrio habanero, conviven estilistas negros y blancos así como multirracial es su clientela. Sus profesionales están capacitados para atender a todos.
Yurismelis Santana, hace siete años dueña de la peluquería, estima que ha mejorado la posibilidad de alisarse el cabello en los salones capitalinos. Pero en su peluquería, corrobora, también se atiende el pelo rizado.
Mestiza que ahora lleva la cabellera estirada y sujeta atrás en una cola, ella dice no sentirse discriminada.
Lo lleva alisado porque le resulta más cómodo. “Pero también me lo rizo”, aclara.
Sailén Nuviola, clienta hace años de “Yuri”, piensa que no en todas partes atienden tan bien su cabello. Considera que la discriminación persiste.
Una de las empleadas más jóvenes es Yaumaris Hernández, cosmetóloga que, además, acaba de aprobar un curso para “trabajar” el afro.
“Ha aumentado el gusto por llevar el pelo así porque es una forma natural de lucirlo y, bien cuidado, se ve muy bonito”, asegura.
Sin embargo, se hallan pocas oportunidades de capacitación para lograrlo, dice. También aboga por que se ofrezcan más mercancías para ese tipo de pelo, que por lo general es “seco y frágil”.
En el otro lado de la ciudad, muy cerca de la Avenida del Puerto, Dayra sufrió con su hermana esas escaseces. “Pasábamos mucho trabajo para adquirir cosméticos apropiados a nuestra tez y productos para el pelo. Pensando en ofrecerlos a otras mujeres como nosotras, se nos ocurrió la idea de la tienda”.
Más que un asunto de identidad o de ganancia, la motiva contribuir a mostrar “lo bonito que tiene el cabello de nosotras cuando está bien hidratado y cuidado”.
Ella se ha aplicado cremas desrizadoras, se ha hecho trenzas, implantes… pero lo prefiere natural.
No cree que haya racismo en la falta de surtido. “Sencillamente, estos productos son muy caros. Y se ven en las tiendas los de uso más generalizado, que resultan también más asequibles al país; pero no son los que llevamos nosotras”.
No obstante, estima que no se ha resuelto el asunto de la discriminación. «Para nada».
Política institucional
Un aula inmensa colmada de estilistas maduros y jóvenes, mujeres y hombres, atiende las explicaciones del profesor Jordy Matos Picot cuando Por Esto! irrumpe en la Escuela de Belleza de Cuba, un centro estatal donde él se graduó hace cinco años.
Se superó en otros cursos y, al volver como docente, se percató de que entre los 11 módulos que se impartían, faltaba instruir en torno al cabello afro. La Dirección lo aprobó como política, y ya van por el tercer curso.
Con él enseña desde cómo recibir a una clienta de pelo afro con el “cabello activado”, que es como se identifica entre profesionales a ese tipo de cabellera, al natural.
Su curso inicia con una unidad dedicada a lo que él llama endoracismo. “No puede ser que una clienta con el cabello afro activado, el estilista le recomiende, de inmediato, un modo de alisarlo. Eso puede afectar su identidad”.
Trabajamos para que todo el que llegue a nuestros salones sea bien atendido. Y el curso tiene muy buena aceptación. “Nos han invitado a brindar conferencias hasta a la famosa escuela de Juanita Mateo”.
“Es cierto que no en todos los lugares de Cuba saben tratar el cabello afro; no siempre hay profesionales capacitados, y algunos ni están dispuestos”.
No le molestaría que eventualmente se abran salones especiales para ello. Pero le parece muy bien que en cada uno exista al menos un especialista que sepa tratar el afro, y las peculiaridades que lo hacen “especial”.
“Si no, estaríamos marginando al cliente con el cabello de esas características”, apuntó.