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Internacional

El planeta bajo ataque… de un murciélago

La epidemia de coronavirus que amenaza con convertirse en una pandemia planetaria, recuerda a 2001 cuando Ahmed Bin-Laden, un terrorista, aislado en una remota gruta en las montañas de Tora Bora, Afganistán, puso bajo ataque a los Estados Unidos. La diferencia es que ahora se trata de un minúsculo animalito al que no se puede culpar.

Estaba impresionado por el hecho de que un proceso de las dimensiones y relevancia histórica como el desarrollo de China que en cuarenta años pasó del estancamiento y la pobreza a los primeros planos del crecimiento económico y el progreso general hasta convertirse en la segunda potencia económica mundial, pudiera ser dañado, incluso abortado por un murciélago al que se atribuye el desencadenamiento de la letal epidemia de coronavirus.

No obstante, las desmesuradas proporciones del fenómeno gestado en el gigante asiático que comienzan a ser rebasadas por el ritmo de la propagación por el mundo, amenaza seriamente con difundirse por los Estados Unidos donde las autoridades del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) han declarado que el país deberá enfrentar la epidemia de coronavirus que pudiera alterar decisivamente el ritmo de vida de la nación. “Ya no se trata, dijeron de especular si llegará o no, sino de cuándo se desatará”.

A partir de tan concluyentes afirmaciones comienzan a circular análisis acerca del alcance que pudiera tener la pandemia, que al progresar en Europa y Asia y desbordarse en Estados Unidos, afectándolo masivamente, como creen las autoridades de salud que ocurrirá, antes de que sea encontrado un remedio, el virus pudiera afectar hasta el 70% de la población mundial.

La idea de que un murciélago o cualquier otro animal salvaje, vendido o consumido en un mercado de una remota ciudad de China, pueda desencadenar un mortífero andancio, capaz de dislocar la economía planetaria, poner en entredicho los avances asociados al libre tránsito de personas y mercancías y matar de decenas de millones de individuos, ha estado fuera del radar de los arquitectos de la sociedad global que carecen de respuesta ante un fenómeno de tal magnitud.

Los líderes del G7, G20, los participantes del Foro de Davos, la Unión Europea y de otras instancias con influencia sobre las cuestiones globales, se han concentrado en los temas políticos, financieros, comerciales, tecnológicos y climáticos, sin aludir a la necesidad de trazar estrategias y políticas sanitarias mundiales de modo que ahora, ante una emergencia letal y problemas que se definen en días y horas, no saben qué hacer.

La imprevisión impide que ante una emergencia global se aúnen recursos, esfuerzos y saberes y se creen protocolos que den coherencia a las respuestas nacionales y locales, evitando la improvisación, la descoordinación y la anarquía ahora reinante. La falta de liderazgo mundial en materia sanitaria, cosa que no puede recaer solamente en la Organización Mundial de la Salud, la cual carece de la jerarquía que, por ejemplo, tiene el Consejo de Seguridad de la ONU, resta efectividad a la respuesta.

El punto en que ahora se encuentran las instituciones y autoridades mundiales, ni siquiera permite identificar el origen de la enfermedad, dato de extraordinaria relevancia para arribar a conclusiones de carácter y utilidad científica que permitan a los virólogos entender las secuencias genéticas y otros elementos que expliquen la vertiginosa propagación de los agentes patógenos.

Aunque ferozmente bloqueada, sin un desarrollo económico, ni recursos para avanzar más allá del umbral al que ha llegado, Cuba que ha enfrentado con razonable eficacia epidemias de Dengue en 1981 y de Fiebre Porcina Africana en 1971, desempeñó el papel principal en la lucha contra el cólera en Haití, y en 2014 contribuyó a la lucha contra el ébola en Africa, de un modo que el New York Times calificó de “impresionante”, han permitido a la comunidad médica y a las autoridades sanitarias cubanas acumular experiencias que pudieran ser útiles en el diseño de una estrategia global contra una pandemia de proporciones planetarias.

Se trata de una obra que está por hacer y ningún momento mejor para comenzar.

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