Síguenos

Última hora

Frente Frío 35 dejará lluvias en la Península de Yucatán hoy domingo 16 de marzo

Internacional

Diplomacia del odio

Zheger Hay Harb

El gobierno colombiano ha olvidado un inamovible en el ejercicio de la diplomacia: las relaciones con los otros países deben estar guiadas por la búsqueda del beneficio de sus ciudadanos y no por las coincidencias ideológicas.

Si esto es así en general, mucho más importante es cuando se comparten 2,219 kilómetros de frontera, etnias indígenas que consideran a los dos países una patria común y se mueven entre ellas sin consideraciones de límites, mafias dedicadas al contrabando y de narcotraficantes y unas guerrillas que casi desde su creación cruzan la frontera según su conveniencia.

Pero el gobierno colombiano no ha encontrado mejor solución a sus problemas con Venezuela que romper radicalmente sus relaciones, aún las consulares.

Ni siquiera en tiempos de muy fuerte disputa territorial, cuando en 1987 la corbeta Caldas de Colombia navegó sin aviso por una zona en litigio en el Golfo de Maracaibo, se asomó siquiera la posibilidad de romper relaciones. La prudencia de ambos gobiernos evitó que el problema escalara hasta límites inmanejables.

El gobierno colombiano quiere hacer creer que el irrespeto de la guerrilla a los límites fronterizos comenzó con la supuesta aquiescencia de Chávez y se agravó con Maduro, pero antes de Alvaro Uribe y su discípulo Duque el hecho cierto de que las guerrillas traspasaran la frontera nunca provocó la ruptura de relaciones. Cuando en 1995, siendo presidente de Colombia Ernesto Samper y de Venezuela Rafael Caldera, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) atacó en territorio venezolano una instalación militar con saldo de muertos y heridos, el asunto se tramitó, como debe ser, mediante los canales diplomáticos.

Durante su presidencia Alvaro Uribe tildaba a Chávez de auxiliador de la guerrilla, pero cuando consideró que sólo con su ayuda podría lograr que las FARC liberaran a los secuestrados no dudó en solicitar su ayuda y el venezolano la brindó generosamente. Después Chávez se enteró por la prensa y no por los medios diplomáticos como hubiera sido debido, de que ya se había prescindido de su ayuda y la enemistad personal escaló hasta niveles grotescos pero las relaciones se mantuvieron.

Si Duque considera que el problema se ha agravado, con mayor razón debe buscar acuerdos para solucionarlo y si cree que no son suficientes, para eso están los organismos internacionales a los que puede acudir como parte que es de ellos por haberlos suscrito.

Si el cruce de la frontera por parte de grupos ilegales es lo que despierta la indignación del presidente de Colombia ¿cómo es que acudió a una banda criminal, sangrienta, como la de Los Rastrojos para que burlaran los pasos fronterizos legales y trajeran a Guaidó a la farsa de la ayuda humanitaria? ¿Acaso eso no es un gesto inamistoso con un país vecino?

Luego de la captura reciente de Aída Merlano, una fugitiva de la justicia colombiana, por parte de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), Maduro le ofreció a Duque restablecer relaciones consulares. Este le respondió que “no enredara la pita” y cerró las puertas a cualquier idea de colaboración.

También ofreció Maduro cooperación judicial: “Le he pedido al fiscal general, al Tribunal Supremo de Justicia, que se invite a las instituciones colombianas que quieran venir a tomarle declaración a la senadora Aída Merlano…Las puertas (están) abiertas para que vengan a Venezuela y ella pueda declarar sus verdades y decir todo lo que sabe, todo lo que le aconteció”. La cancillería colombiana emitió un comunicado indignada porque Maduro se había burlado de Duque llamándolo “Porky” como se le conoce en redes sociales en vez de concentrarse en la esencia de la oferta de cooperación.

Quienes sí la aprovecharon fueron los partidos de oposición que en carta al nuevo fiscal general lo instan a que “designe una comisión de fiscales para que reciban en territorio venezolano la declaración de ella acerca de los hechos que dice conocer y de los que además afirma tener pruebas”. Lo que puede decir Merlano va más allá de los delitos electorales por los que se le acusa: los políticos involucrados pueden estar comprometidos en hechos de corrupción que han dejado sin educación y sin salud a millones de colombianos. Sus revelaciones pueden cambiar radicalmente el mapa de la política colombiana, no sólo del Caribe puesto que algunos de ellos tienen aspiraciones presidenciales para lo cual cocinan alianzas con partidos del nivel nacional.

Duque se ha dejado llevar por el odio y ha olvidado que no es el presidente de Venezuela y su obligación principal es con sus connacionales. Hay unos dos millones de venezolanos en Colombia y otro tanto de colombianos en Venezuela, todos con problemas familiares, económicos y de negocios, además de la asistencia a los presos en ambos países que en buena medida podrían solucionarse si hubiera una mínima cooperación entre ellos. Para eso sirven las relaciones consulares.

Si Maduro es dictador es un problema de los venezolanos y si eso le escuece mucho no entendemos cómo no siente el mismo rechazo ante los atropellos a la democracia en otros países con los cuales mantiene fluidas relaciones diplomáticas.

Siguiente noticia

Arranca campaña electoral en Bolivia