Jorge Gómez Barata
Sin teorizar y sin diletantismos, sin tratar de crear doctrinas, ateniéndose exclusivamente a los hechos, leyendo la realidad y calibrando cada acción, el gobierno cubano, apoyado por un sistema de salud eficaz y un asesoramiento médico y científico de primera categoría, maneja la emergencia asociada al coronavirus de modo adecuado a las circunstancias. Puede equivocarse, aunque por ahora, merece el beneficio de la duda.
A diferencia de otros países, ya sean pobres, económicamente desarrollados y prósperos, en los cuales la lucha contra el coronavirus se realiza sin implicaciones políticas, Cuba férreamente bloqueada por Estados Unidos y en fase de rectificación para modificar estructuralmente su modelo económico e instalar el Estado de Derecho, se ve obligada a lidiar con un problema dentro de otro.
Desde hace treinta años, cuando se desencadenó la crisis múltiple y económicamente devastadora asociada al colapso de la Unión Soviética, las autoridades cubanas asumieron como objetivo salvar las conquistas sociales alcanzadas, colocando la máxima prioridad en la salud pública y la educación, sosteniendo los principales indicadores en esas áreas, lo cual ha demandado enormes sacrificios, sobre todo en la esfera del consumo.
Antes de la llegada del coronavirus los programas sociales, incluidos la salud pública, por cierto, uno de los más caros, eran operados en condiciones de precariedad económica. Aunque el gobierno no habla de ello, la atención a la pandemia acrecienta los gastos en un momento en que, por la misma causa, el país está privado de los ingresos, especialmente los del turismo, que aportan liquidez inmediata.
A partir de sus fortalezas y debilidades, tomando en cuenta que hasta el momento NO existe una circulación instalada e intensa del virus en el país, ni se han detectado focos definidos, los esfuerzos se concentran en el control y la prevención. Ganando tiempo, se procura detectar, aislar y tratar a personas portadoras del virus y controlar sus contactos, procediendo en consecuencia con la situación de cada individuo y cada comunidad. Finalmente, el gobierno accedió al cese de la llegada de turistas.
Aunque los compatriotas que residen en España, Italia, Estados Unidos, y otros países donde pasan por traumáticas experiencias, así como para los cubanos que están en contacto con las redes sociales en las cuales prevalece la crítica al gobierno, se impacientan y reclaman el cierre de los aeropuertos, el liderazgo cubano, con argumentos que hasta ahora parecen sólidos, persisten en su enfoque.
Cuando concluía esta nota, el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, el primer ministro y varios ministros, comparecían ante la televisión nacional para informar sobre nuevas medidas, entre otras:
Limitar por 30 días la entrada al país, autorizando sólo a los nacionales y residentes permanentes que serán sometidos a 14 días de aislamiento en instalaciones de salud. Mantener el comercio por vía área y marítima. Asegurar la salida de los visitantes extranjeros.
Actuar con mayor severidad en el control y el aislamiento de los casos positivos y sus contactos. Incremento del trabajo y el estudio a distancia y establecer el distanciamiento social. Varios ministros informaron medidas detalladas en áreas como el comercio, los servicios gastronómicos y la recreación. Se enfatizaron las medidas de protección salarial, tributaria y de seguridad social a los trabajadores, personas y negocios perjudicados por la presente situación.
El presidente enfatizó en la necesidad de preservar la actividad económica para asegurar la vitalidad del país y de cultivar la solidaridad entre nacionales y con los países que lo necesiten en la medida de las posibilidades. Cuba ha dado un paso más en su preparación para protegerse de la pandemia.