Jorge Gómez Barata
La pandemia del coronavirus que, con epicentro en la ciudad china de Wuhan, en menos de 100 días se propagó por el mundo con efectos devastadores para la salud, la vida, la economía, el deporte, la cultura, el turismo, la industria del espectáculo, incluso los estilos de vida, no es una sorpresa ni un enigma, sino una evidencia de los límites de la ciencia y de defectuosas políticas sanitarias a escala global.
Aunque probablemente hayan existido desde siempre y se han establecido rastros que datan de hasta 10,000 años atrás, el descubrimiento de los virus tuvo que esperar a la invención y desarrollo del microscopio cuya versión más eficaz apareció alrededor de 1877. En el siglo XX se introdujeron mejoras en la óptica que permitieron llegar al microscopio electrónico que logró aumentos de hasta 100,000 veces.
La existencia de los virus fue descubierta en 1892 por el científico ruso Dmitri Ivanovsky, quien los detectó sobre hongos en las hojas de tabaco. Al descubrir que crecían en el interior de las bacterias se les denominó bacteriófagos. Los virus son parásitos que sólo se reproducen en el interior de las células y difícilmente sobreviven fuera de ellas.
La palabra “virus”, que significa veneno, circula desde finales del siglo XIX e identifica a organismos ultramicroscópicos. Los miles de virus existentes son causantes de numerosas enfermedades que afectan a todas las formas de vida. Algunas dolencias virales son antiguas, masivas y recurrentes como la gripe (catarro), rabia, fiebres, varicela, sarampión, poliomielitis, fiebre amarilla, dengue y otras.
Alguno de los más letales como el VIH, el ébola, MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio), H1N1, son devastadores y de reciente surgimiento.
Los virus más pequeños tienen forma de icosaedros (polígonos de 20 lados), miden entre 18 y 20 nanómetros de ancho (1 nanómetro = 1 millonésima parte de 1 milímetro). Al carecer de recursos para su autorreproducción, los obtienen de las células en las cuales se hospedan.
Una única partícula viral puede originar una progenie de miles que se propagan por vía oral-fecal, la picadura de insectos y el contacto entre enfermos, incluidas las relaciones sexuales y la actividad social. El responsable de la actual pandemia, lo hace por vía respiratoria, mediante las gotículas emitidas al hablar, toser, estornudar, bostezar y al reír.
Las infecciones virales se prevén y se contrarrestan mediante vacunas, tratamientos y estilos de vida. Las vacunas son medicamentos que refuerzan las defensas creando inmunidad duradera contra alguna enfermedad. Según se afirma, las vacunas le “enseñan” al cuerpo cómo defenderse cuando son atacados por virus o bacterias.
La primera vacuna fue descubierta por el médico rural inglés Edgard Jenner en 1796, quien observó que las ordeñadoras se contagiaban con una especie de viruela presente en las vacas, pero que luego no contraían viruela humana. El avispado médico tomó una muestra de la lesión de una granjera, elaboró un preparado que inyectó a un niño. La criatura enfermó, pero a las 48 horas se recuperó totalmente y, entonces, quedó inmunizado ante la viruela humana. El procedimiento fue perfeccionado en 1881 por Louis Pasteur que la denomino vacuna, palabra relativa a las vacas en homenaje al precursor.
Las vacunas exponen al sistema inmunológico a cantidades pequeñas del virus o bacterias en cuestión, lo cual prepara a las defensas naturales para reconocer y contrarrestar la infección.
En el tratamiento de las enfermedades generadas por los más agresivos coronavirus son los interferones, proteínas segregadas por las células anfitrionas como respuesta a la presencia de diversos patógenos, entre ellos los virus.
Según se describe en la literatura médica, al ser infectadas por algún virus, las células producen interferones que activan las defensas antivirales en células cercanas a la atacada. Los interferones son antivirales naturales. El término interferón proviene de la capacidad de “interferir” e impedir o atenuar la replicación viral.
Los descubrimientos que permitieron sintetizar y reproducir industrialmente las estructuras de los interferones fueron realizados hace más de cincuenta años por científicos europeos, lo cual permitió su producción y utilización terapéutica. El medicamento llegó a Cuba de la mano de Fidel Castro y hoy forma parte de las herramientas en la lucha contra la pandemia COVID-19.
Se trata de una apasionante historia de liderazgo y humanismo que luego les cuento.
*El presente trabajo carece de pretensiones científicas. Su objetivo es divulgar aspectos de la lucha contra la COVID-19