Pedro Díaz Arcia
La carrera armamentista suele operar como el “efecto dominó”, pero a la inversa, no para que caigan las fichas, sino para que se levanten. Basta que una gran potencia inicie la escalada para que se desate la corrida.
¿Cómo se comportará el gasto militar en un hipotético escenario de relativa normalidad? ¿Crecerá, se reducirá? Es imprevisible el rumbo de la tendencia. Podría aumentar para animar la economía; que se reanimaría mucho más con una guerra que si alguien la busca puede que la encuentre.
Los posibles escenarios para un conflicto bélico no faltan, y la región de Medio Oriente se pinta para la guerra. Precisamente, Estados Unidos mantiene su presencia militar en varios países del área. Oficialmente, cuenta con más de 54,000 soldados en 12 países de la zona. Entre éstos se encuentran: Kuwait, donde tiene más de 15,000 soldados; Irak, 5,000 militares y un contencioso en desarrollo; Qatar, con 10,000; Bahrein, 7,000; Emiratos Arabes Unidos, más de 5,000 soldados, en otro importante enclave.
El Golfo Pérsico está en el colimador. La creciente presencia militar norteamericana a miles de kilómetros de sus costas es como fuego cerca del combustible. Washington no renuncia a sus ambiciones en la zona; mientras el Gobierno persa no admite irrespetos a su soberanía. Así están las cosas, cuando no hay indicios de que se reduzcan las amenazas ni los arsenales.
El gasto militar global en 2019 registró el mayor crecimiento en la última década (3.6%) con una inversión de 1,917 billones de dólares: Estados Unidos elevó su presupuesto en un 5.3%, con 732,000 millones de dólares; China lo siguió con un gasto de 261,000 millones (5.1%, de incremento), que representan 471,000 millones menos que Washington; India, 71,1 millones de dólares; Rusia, en el cuarto lugar, 65,1 millones. La OTAN lo incrementó en un 4.6%; según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI).
Es significativo el aumento en sus presupuestos por parte de la Organización Atlántica, agitada por las presiones de la Casa Blanca. En una intervención virtual para referirse al informe, Jens Stoltenberg, su secretario general, urgió a los países miembros a mantener sus compromisos de un mayor gasto militar para 2024 (un 2% del PIB) al vivir “en un mundo más incierto”, dijo. O sea, la crisis sanitaria “justificará” las alzas.
¿Cuánto se podría hacer con buena parte de ese dinero si se encauzara a mejorar las condiciones de vida de más de 1,300 millones de seres que hoy viven en la pobreza? ¿Si se destinara a invertir en salud, educación, empleo, vivienda? Pero si fuera así, no viviríamos en el mundo que habitamos.
Resulta ahora que la pandemia ha develado un nuevo nicho de poder, lo que el jefe de la Armada de Estados Unidos en Europa y Africa, el almirante James G. Foggo III, denomina el “séptimo dominio” en referencia a la biosfera: un reino al alcance de los gérmenes. Los seis restantes señoríos son: la tierra, el aire, el mar, el espacio, el ciberespacio y la logística.
Al intervenir de forma virtual en la conferencia anual Mar, Aire y Espacio 2020 de la Liga de la Marina de Estados Unidos, el también comandante del Mando Aliado de Fuerzas Conjuntas Nápoles de la OTAN hizo hincapié en la necesidad de planear con anticipación la protección de los militares contra peligros como la actual pandemia y prepararlos para un escenario futuro de esa naturaleza. En resumen, nuevas partidas para engrosar las multimillonarias ganancias del emporio militar industrial.
Donald Trump le entregará un premio “Noble” por el aporte.