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Internacional

Nadie es geneticamente capitalista, ni socialista

Jorge Gómez Barata

Entre las expectativas generadas por la pandemia es que, el día después: “Nada será igual”, algunos de los que sostienen esta tesis creen que el mundo cambiará, las personas serán más solidarias y generosas, los gobernantes más honestos y eficaces y el sistema social más justo e inclusivo.

Es probable que nada de eso ocurra porque si bien en los primeros estadios la historia fue una combinación de evolución orgánica y progreso cultural, desde hace unos 600,000 años, cuando el homo sapiens se instaló y la humanidad se configuró como una entidad genéticamente homogénea y culturalmente diversa, los cambios anatómicos dejaron de ser sustanciales y el papel de los factores genéticos irrelevantes.

No hay en el mapa del genoma humano ningún cromosoma que dé lugar a la maldad ni existe ningún marcador genético que indique una propensión a la bondad o el desinterés. La humanidad no es intrínsecamente perversa pero tampoco genéticamente generosa. Nadie es malvado ni mentiroso al nacer, pero tampoco lo contrario. Tal vez sea cierto lo del “pecado original”, aunque prefiero la idea del “libre albedrío”, según la cual el ser humano tiene capacidad para optar: de él depende ser bueno o malo.

No se puede dejar de anotar la idea atribuida a Stephen Hopkins, una de las mentes más lúcidas del presente, según la cual: “Las leyes de la física explican el universo sin la necesidad de Dios”, no obstante, los creyentes son una abrumadora mayoría y los ateos una rareza.

En el reino animal, con excepción de los introducidos por la domesticación o la proximidad de la civilización, todos los comportamientos son de origen biológico. La vida salvaje transcurre sin maldad ni odio, tampoco amor ni pasiones, la codicia es desconocida y la infidelidad no aparece como constante.

Las aves son naturalmente monógamas, como también probablemente lo sean los humanos. El gallinero donde un gallo cubre a muchas gallinas y ellas dejan hacer al que esté de turno, no es un fenómeno natural, sino un resultado de la domesticación.

Igualmente, la bigamia y la poliandria son resultados de la civilización, no de la naturaleza.

Aunque en materia social, jurídica y política, con muy buenos argumentos el positivismo científico y el marxismo filosófico rechazan toda tendencia al innatismo, creo que hay espacios para reivindicar una cierta “herencia cultural”, un fenómeno capaz de explicar secuencias que cuentan cómo, por imitación, convicción y educación, los gustos, los valores y las creencias se encadenen y trasladen a través de las generaciones.

Con la audacia que da la ignorancia, me atrevo a afirmar que nada, o muy poco, cambiará por la nefasta actuación del coronavirus. Los factores subjetivos no deciden en las estructuras sociales ni en la genética humana. El amor no es una categoría económica.

Ello no resta pertinencia e impacto a las ideas de todo tipo, incluidas las que rigen las ciencias naturales y aplicadas que son elementos decisivos en el comportamiento humano y el devenir histórico, pero que no son un fenómeno biológico. El cerebro humano no segrega ideas como el hígado y la vesícula segregan bilis, tampoco los números son productos naturales sino construcciones culturales.

Expongo estas ideas, no para promover un credo ni defender un enfoque materialista como ideología, sino para estimular reflexiones. La pandemia pasará y en la inmensa riada de la historia será otra anécdota, tal vez incorpore a la cultura algunos cambios, pero no hará doctrina ni sustancia.

Como Karl Marx estoy convencido de que el capitalismo mutará, pero no lo hará a causa de una pandemia o de otra tragedia natural. El tránsito a relaciones sociales más avanzadas vendrá del desarrollo.

Después de la pandemia, el mundo “regresará del llanto…”, florecerá la economía, el comercio y las transferencias tecnológicas y se abrirá otra era de prosperidad. La gente no será menos consumista sino más.

Así ocurrió cuando concluyó la II Guerra Mundial.

Luego les cuento cómo creo que serán esos procesos. Por ahora cuídense y hagan del aislamiento social un estilo de vida provisional. Las buenas noticias son que el infortunio será breve y los buenos seguiremos siendo mayoría. Los individuos no cambiarán al mundo. Tal vez sea al revés.

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