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Zheger Hay Harb

La noticia fue devastadora: Iván Mora Godoy, el embajador cubano que tanto hizo por la paz en Colombia, había sufrido un accidente cerebral y el pronóstico no era alentador.

La juventud y vitalidad de Iván no hacían presagiar que se nos fuera tan pronto. No podía irse: todavía lo necesitábamos para que nos ayudara a lograr la paz con el ELN (Ejército de Liberación Nacional) como lo había hecho con las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).

Desde el momento en que conoció al entonces Presidente de la República, Alvaro Uribe Vélez, en el año 2010, cuando fue a presentarle sus credenciales como embajador, le ofreció la disposición de su país para apoyar la búsqueda de la paz con el movimiento insurgente colombiano. No era ese mandatario precisamente un abanderado de la negociación del conflicto armado interno, al que incluso negaba, pero Cuba brindaba su concurso para lograrla.

Y cuando su sucesor, Juan Manuel Santos, intentó andar el camino de la paz, encontró en Cuba un aliado esencial, mediante su embajador en Bogotá, para facilitar esa andadura. Uno de sus amigos con quien tantas veces compartimos, asegura que lo primero que hizo Sergio Jaramillo, Alto Comisionado de Paz de la época, cuando se preparaba para iniciar su misión de negociador en Cuba, fue invitar a un desayuno a Iván Mora para ratificar esa alianza.

Al principio las conversaciones fueron secretas, en La Habana, al abrigo de la garantía cubana para ambas partes –gobierno y guerrilla- porque se trataba de llegar a una agenda, de diseñar un protocolo que sirviera como base para la negociación. Y ahí estuvo Iván, siempre discreto, leal con ambas partes independientemente de su posición política e ideológica, dispuesto a ayudar para facilitar los múltiples encuentros que debían confluir en el logro de la paz.

Conversaba con todos los sectores políticos, apaciguaba acaloramientos, limaba rencores, propiciaba encuentros, reunía a personas y grupos que habían jurado no hablarse nunca, intervenía sin buscar protagonismo, más bien minimizando la importancia de su labor personal. Y sobre todo, escuchaba, sabía oír con respeto y atención y por eso se ganó el reconocimiento y la confianza general.

En las innumerables reuniones, almuerzos, fiestas en que tuve la oportunidad de compartir con él en mi casa, en casa de amigos comunes o en la casa de la Embajada cubana, ese negro alegre y simpático, agudo en los análisis, perspicaz para captar el momento político, con el son cubano o el vallenato colombiano como fondo, como quien no quiere la cosa, con acompañamiento de ron o whisky, estaba trabajando, siempre pendiente de su misión. Su modestia no lograba opacar su agudeza política.

En las fiestas de la embajada uno encontraba altos mandos de la policía y el Ejército, políticos de todos los matices, personajes de la cultura, de los medios, empresarios, intelectuales, académicos, organizaciones sociales.

En los múltiples obstáculos que tuvo que vencer ese accidentado proceso de paz, cuando parecía que no había nada que hacer y que las posiciones eran irreconciliables, los puentes que ayudó a tender de manera silenciosa Iván lograron salvar lo que parecía perdido.

Después de la firma del acuerdo y ya terminada su misión diplomática fue nombrado delegado de Cuba como país garante para las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) que se adelantaban en Quito. Desafortunadamente luego de que esa organización reconociera su autoría en el atentado a la Escuela de Policía General Santander en el cual murieron 22 cadetes, el Estado dio por terminados los diálogos.

Cuando terminó su misión recibió el reconocimiento de alguien muy lejano política e ideológicamente a él como fue el ex Presidente Alvaro Uribe.

El ex Presidente Santos, quien firmó el acuerdo de paz a nombre del Estado colombiano y había visitado dos veces la casa de la embajada cubana en gesto de defer="true"encia sin precedentes, le otorgó la Cruz de Boyacá, máxima condecoración que brinda el país, como reconocimiento a su labor.

Según el periódico El Tiempo, el ex presidente Santos, al conocerse la noticia de su fallecimiento dijo “fue clave y por eso lo condecoramos, mis condolencias a su familia”.

Enviamos nuestras condolencias al Gobierno cubano y a su familia. Se nos fue un gran amigo y siempre extrañaremos su amistad y su alegría; pero ese proceso de paz, tan traicionado, tan imperfecto, pero el mejor posible dentro de las circunstancias, es el legado que lo mantendrá siempre en nuestros corazones.

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