Un 2 de mayo del 2011 en el mundo se daba a conocer la muerte de Osama Bin Laden fundador y líder de la red jihadista Al Qaeda, considerado el autor intelectual del peor atentado terrorista de la historia en Estados Unidos el 11 de septiembre con el ataque a las torres gemelas de Nueva York.
El anuncio estuvo a cargo del presidente estadounidense Obama, noticia que refrescó en muchas memorias el recuerdo de quien durante más de una década fue considerado como el fugitivo más famoso, escurridizo y buscado del planeta.
En el 2007 se difundió el último video de Osama y en enero del 2011 se aireó su última grabación de audio que coincidió con el estallido de las revoluciones democráticas árabes, que dejaron a Al Qaeda fuera de juego.
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Cuatro meses después, en mayo del 2011 se realiza una fulminante operación de comandos planeada minuciosamente durante meses y rodeada de puntos oscuros que invitan al escepticismo, que dan como resultado la muerte de Bin Laden en una casa en Abbottabad, Pakistán.
Por los cambios en los últimos años en la organización terrorista, el asesinato a balazos del enemigo número uno de Estados Unidos no traerá el colapso operativo de Al Qaeda, aunque algunas voces señalan que, al parecer, EE.UU. ha preferido hacer “justicia” sumaria a apresarlo con vida y hacerle pagar por sus crímenes en un proceso legal que habría sido una pesadilla jurídica y política.
Al Qaeda se queda sin su gurú cuando más evidentes resultan la esterilidad de sus prácticas bárbaras y ultraviolentas, que a ningún gobierno derrocan ni nada construyen.
El 11 de septiembre de 2001, en el apogeo de la hegemonía unipolar de Estados Unidos desde el final de la Guerra Fría, Bin Laden elevó de súbito su desafío subversivo a una escala nunca vista y sin precedentes con los ataques, mediante aviones secuestrados por suicidas, contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington, causando una hecatombe terrorista que mató a 3 mil personas y conmocionó al mundo.
Su triste proeza le proporcionó infamia universal, pero provocó mucho más que eso: la drástica revisión de toda una arquitectura nacional de seguridad y defensa, y un terremoto en las relaciones internacionales justo en el arranque del nuevo siglo, que vio alterado su curso.
Osama bin Mohammed bin Awad bin Laden nace en Riad, Arabia Saudita, el 10 de marzo.
Bin Laden funda Al Qaeda (o “la base”), un grupo militante con el objetivo central de librar la jihad global.
Bin Laden es expulsado por el régimen saudí. Eventualmente, él y sus seguidores se mudaron a Sudán, tomando activos que habían crecido a un estimado de US$ 250 millones, según algunos funcionarios (otros estiman un valor mucho menor).
Una bomba explota en el World Trade Center de Nueva York, matando a seis e hiriendo a cientos. Bin Laden es nombrado como un posible co-conspirador.
Según documentos judiciales, Bin Laden ordena la militarización de la célula de Al Qaeda en África Oriental.
Al Qaeda, de Bin Laden, y la Jihad Islámica Egipcia, bajo Ayman al-Zawahiri, se fusionan, según los fiscales estadounidenses.
Un par de camiones bomba explotan frente a las embajadas de Estados Unidos en Nairobi, Kenia, y Dar es Salaam, Tanzania, matando a 224 personas.
Aparece por primera vez en la lista de los diez fugitivos más buscados del FBI.
Tras los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos, el gobierno de EE.UU. nombra a Bin Laden como principal sospechoso.
Un pequeño grupo de fuerzas estadounidenses allana un recinto amurallado y fortificado en Abbottabad, Pakistán. En el tiroteo muere Bin Laden de una herida de bala en la cabeza.
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