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Cómo disfrazan con el lenguaje el golpe de Estado

Se denomina como golpe de Estado blando, golpe suave, golpe encubierto o golpe no tradicional, al uso de un conjunto de técnicas conspirativas no frontales y principalmente no violentas, con el fin de desestabilizar un gobierno y causar su caída, sin que parezca que ha sido consecuencia de la acción de otro poder.

La expresión ha sido atribuida al politólogo estadounidense Gene Sharp, que según Thierry Meyssan, “fue encargado por la CIA para conducir la aplicación práctica de su investigación teórica en China” en 1989, y trabajó para Israel para “crear programas de entrenamiento para jóvenes activistas con el objetivo de organizar golpes”.

Carlos Ciappina señala que el golpe de Estado blando es utilizado como alternativa al golpe de Estado militar, que fuera muy utilizado hasta la década de 1990, pero que a partir de la década de 1990 han “perdido prestigio”.

Thierry Meyssan ubica la aparición de las primeras estrategias de golpe blando durante el golpe de Estado en Irán de 1953, cuando la CIA estadounidense contrató personas manifestantes para que estas organizaran protestas callejeras en Teherán hecho que llevó a la caída de presidente nacionalista de Irán Mohammed Mossadegh, en lo que se llamó Operación Ajax y sostiene que el método ha sido perfeccionado por la CIA desde las protestas de la Plaza de Tiananmén de 1989.

El periodista argentino Luis Bruschtein ha dicho que el golpe suave “consiste en travestir a una minoría en mayoría, amplificar sus reclamos, crispar las controversias y enfrentamientos y desgastar a la verdadera mayoría que gobierna, hasta hacerla caer por medio de alguna farsa judicial como fue en Honduras, o parlamentarista, como en Paraguay o forzando una intervención extranjera como se pretende hacer en Venezuela”.

Varios presidentes y expresidentes de América Latina han denunciado esta nueva modalidad de golpe de Estado, como Fernando de la Rúa en Argentina, Lula de Brasil, Rafael Correa de Ecuador, Nicolás Maduro de Venezuela, y Daniel Ortega de Nicaragua.

De acuerdo con Sharp, la estrategia del “golpe suave” puede ejecutarse a través de cinco etapas jerarquizadas o realizadas de manera simultánea. Entre ellas el cabalgamiento de los conflictos y promoción del descontento, promoción de factores de malestar (desabastecimiento, criminalidad, manipulación del dólar, lockout patronal y otros, denuncias de corrupción a través de medios, promoción de las mismas sin sustento real).

Su principal característica radica en la apariencia de legalidad que, a partir del apoyo de sectores judiciales, mediáticos y de los servicios de inteligencia, busca convencer a una porción de la sociedad civil y la sociedad internacional de que el gobierno surgido de dicho golpe es legítimo. La operación resulta realizada cuando gobiernos extranjeros alineados al gobierno surgido del golpe apoyan la toma del poder político. A diferencia de los golpes militares clásicos, cuyos procesos de enjuiciamiento han detectado las responsabilidades de diversos sectores implicados en los mismos (eclesiásticos, civiles, mediáticos, empresariales, etcétera), la caracterización de golpe blando alude a la estrategia mediante la cual se lleva adelante la destitución de un presidente elegido por el voto popular.

El autor del ensayo titulado “De la dictadura a la democracia”, que describe 198 métodos para derrocar Gobiernos mediante “golpes suaves”, considera que la estrategia se puede ejecutar en cinco pasos:

La primera etapa es promover acciones no violentas para generar y promocionar un clima de malestar en la sociedad, destacando entre ellas denuncias de corrupción, promoción de intrigas o divulgación de falsos rumores.

La segunda etapa consiste en desarrollar intensas campañas en “defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos”, acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el Gobierno en el poder.

La tercera etapa se centra en la lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales y en la manipulación del colectivo para que emprenda manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones.

La cuarta etapa pasa por ejecutar operaciones de guerra psicológica y desestabilización del Gobierno, creando un clima de “ingobernabilidad”.

La quinta y última etapa tiene por objeto forzar la renuncia del Presidente de turno, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Paralelamente, se prepara el terreno para una intervención militar, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país.

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