Por Cristóbal León Campos
El flujo pausado del río acompaña la suave llovizna que viste a la tarde con un abrigo de nostalgia, días en que la noche parece durar más y el Sol apenas se siente calentar, las hojas de los árboles del sendero junto al torrente acarician las ramas con el movimiento que las gotas y el viento provocan, el humo del cigarrillo transportaba a otro tiempo, con la mano en el bolsillo sostiene un viejo reloj inservible, los poemas contenidos en su callada mirada versan sobre las lágrimas que dejamos en las viejas moradas, las cosas cambian, las cosas se mantienen, en estos días como en otros, las voces roban un poco de espacio a la calma, las manos buscan el abrazo de la ausencia, el remanso de los cuerpos encuentra la certeza de la duda permanente, el cigarrillo se convierte en ceniza junto a la noche que releva la tarde, el río fluye lento como el viento que anuncia la mañana.
Los años pasan y se llevan las verdades que un día creímos absolutas, la lluvia humedece el camino, bajo los árboles encontramos la sombra que nos proteja de las incertidumbres, envejece el cansancio y se hace más fuerte, ¿dónde quedan aquellas cosas que siempre creímos?, ¿adónde van las infinitas palabras que un día nos juraron ser reales?, el humo del cigarro oscurece los dedos que sostienen al reloj inservible, el tiempo no es material, como la vida tampoco es tiempo, el suspiro se reza mejor junto al río que baña la esperanza, y la lluvia humedece para que podamos florecer, todo en algún momento tendrá que pasar, todo se derrumba para que pueda ser nuevamente elevado, el viento sopla acariciando la memoria, la hojas caen sabiendo que mañana con el alba, volverán a nacer.
Se desvanece la fe en el aire y se refuerza entre las espinas del rosal, pétalos sobre la mesa, la ceniza del cigarro sirve de abono para la belleza, el río sigue su cauce natural, es su destino y su gracia, el tiempo no pasa en el recuerdo, aunque los años se lleven las fuerzas y traigan las certezas, cada palabra que un día pronunciamos se revela un acto futuro, las miradas buscan los anhelos perdidos entre tanta comodidad, las revueltas de la brisa como de los seres humanos sirven para poner fin a tanta ignorancia, volver a poner orden donde ya sólo hay desventura, es el propósito de las tormentas, todo se derrumba, todo se vuelve a edificar, el río a cada instante se transforma para seguir siendo el mismo, los versos hablan con las manos que buscan acariciar la esperanza.
La muralla del pasado y del futuro está unida por los hechos del presente, en ella se adhieren las vidas y se disuelven las dudas, su fortaleza tiene razón en la medida que damos a las huellas del corazón, cenizas sobre pétalos, el verso se escucha a la orilla del río en el atardecer, el reloj deja de marcar las horas para volverse una parte esencial del sentimiento, la sabiduría no se cosecha entre vitrinas, se descubre en el arado que da frutos a la paciencia y la dignidad, las virtudes acompañan a las rosas cuando despliegan el aroma que seduce, los sueños apremian más que los miedos, buscar ser lo que deseamos pone fin a lo que tanto tememos, se derrumban las barreras para que sean construidos los caminos humanos, las verdades regresan a nosotros cuando encontramos la esperanza en la cálida mañana que nos da su mano.
Las palabras retumban en el silencio que habla con los sentidos, se derrumba todo para que pueda ser vuelto a construir, el porvenir es la ilusión que hace al corazón palpitar, la voz se hermana con el canto de las aves anidadas en la ramas de aquellos árboles junto al río, todo vuelve al orden pretendido al pasar la lluvia, quedan huellas que nos guían y nos alertan, las horas de arena se marcan con la manecillas rotas, el tiempo es una constante duda en la existencia, la pausa como la calma hace del río una constante, las ilusiones son duraderas cuando nacen del alma, luz y fuego, mientras quede un poco del reflejo seguiremos vivos.
Ríos de esperanza transitan por la humanidad, se nombran a las musas evocadas por las manos que dibujan con el viento, el río renace con cada instante, y las hojas se desprenden de las ramas para poder volar antes de resurgir, en la ceniza se anida el fénix, el fuego es la pasión de los sueños que sostiene los muros de nuestras vidas, el rosal con sus flores ameniza el paisaje de la razón, se desecha la neblina que provoca el cigarrillo que suspira en la incertidumbre, el olvido trae el verso nuevo, las rosas embellecen el camino, el paisaje del amor es la razón para reencontrar por siempre la esperanza.
*Integrante del Colectivo Disyuntivas