Guillermo Fabela Quiñones
El programa Jóvenes Construyendo el Futuro que presentó en días pasados el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, puede ser la punta de lanza del proyecto de nación ajeno al neoliberalismo. La clave está en que sea integral, es decir que en su concepción se contemplen todas las vertientes sociales, económicas y políticas que enmarcan la vida de la población de edades que van de los 18 a los 29 años.
Este segmento es el más dinámico en el contexto demográfico nacional, el que más necesidades tiene y el que más ha sufrido los embates del mercado al que sirve el capitalismo deshumanizado que se entronizó en la mayor parte del mundo desde hace casi cuarenta años. En nuestro país ha sido devastadora la desatención a los jóvenes, como lo revela una estadística por demás dramática: las víctimas de más del 80 por ciento de los homicidios que se registran en el territorio nacional son personas que no llegan a la tercera década de vida.
En su mayoría, los jóvenes que pierden oportunidades de desarrollo y hasta la vida son consecuencia de la pobreza y la marginación, de la falta de empleos y de los bajísimos salarios que se pagan en México. El desaliento es el común denominador de quienes ni estudian ni trabajan, los “ninis”, quienes encuentran en el crimen organizado la puerta de salida a su desesperación y falta de perspectivas. De ahí que sea una prioridad ineludible la atención a la juventud en el sexenio que comienza el primero de diciembre.
Este programa atenderá a 2.6 millones de jóvenes con un presupuesto de 110 mil millones de pesos. Esta cifra hay que verla con cierto relativismo, pues puede ser insuficiente si se aplica con políticas de mercado o tecnocráticas, o puede parecer mucho dinero si no conlleva resultados sociales en el corto y mediano plazos. El problema que se contempla a primera vista es que el grueso de esa suma se entregará a empresas privadas para que den oportunidades de capacitación a 2.3 millones de jóvenes, quienes recibirán 3 mil 600 pesos al mes más gastos médicos. ¿Cómo se evaluarán los resultados?
A los 300 mil restantes se les entregará una beca de 2 mil 400 pesos mensuales para estudios universitarios. Tal cantidad es ridícula y sólo puede contemplarse como una ayuda adicional a quienes tienen la posibilidad de estudiar una carrera en una universidad pública. Seguramente los “porros” no se verán en ese universo de estudiantes, ni ellos mismos se apuntarían porque en su actividad al margen de la ley deben tener ingresos muy superiores.
Por lo pronto, López Obrador garantiza que dicho programa tendrá recursos suficientes, “aunque nos quedemos sin camisa”. Tal actitud revela un trasfondo social y político ajeno al de los gobiernos neoliberales, los cuales se distinguieron por su aversión a todo aquello que conllevara un tufo de apoyo a la sociedad con el fin de disminuir la desigualdad en el país.
El progreso que México necesita para acceder a un futuro mejor pasa necesariamente por el rescate de la población más vulnerable que son los jóvenes, situación que se volvió un gravísimo problema durante la etapa tecnocrática reaccionaria, la cual se llevó a un grado extremo en este sexenio con las mal llamadas reformas estructurales, impuestas desde el exterior a nuestro país con la complicidad y beneplácito de la camarilla burocrática y de la elite oligárquica.
Con el éxito de este programa podría asegurarse un cambio profundo en el país. Ojalá así lo entiendan los magnates que se han beneficiado de manera extraordinaria con el neoliberalismo y no le pongan trabas. Y que de parte de las autoridades se tenga plena conciencia de la importancia que conlleva promover a una generación de jóvenes que encuentren condiciones favorables a su desarrollo integral. Que no haya más “ninis”, ni sicarios ni adolescentes cuyo destino son las adicciones, debe ser la meta a lograr los próximos años.
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