Síguenos

Última hora

Cumplen orden de aprehensión contra feminicida en Tulum 

Opinión

Libertad sindical

Alberto Híjar Serrano

La adopción del convenio de la Organización Internacional del Trabajo sobre el derecho a la libre sindicalización, de inmediato suscitó la protesta de la cámara empresarial. Su argumento principal es válido como problema: no es buena la proliferación de sindicatos de una misma rama. Lo no dicho es la historia de la Confederación de Trabajadores de México arraigada en un movimiento obrero poderoso que había dado lugar a un Comité de Defensa Proletaria y a una serie de huelgas durante el tránsito al gobierno de Lázaro Cárdenas en 1934. La CROM era el recurso de la siempre presente corrupción hasta el punto de que su dirigente Morones ocupó cargos de gobierno como parte del grupo al mando del Hombre Fuerte, Plutarco Elías Calles. Construir la central obrera y la central campesina fue necesario para acciones como la expropiación petrolera y la gran reforma agraria.

En los años finales del gobierno cardenista, crecieron las centrales empresariales como parte de un Estado fuerte con interlocutores únicos. El Partido Comunista Mexicano vio señales de fascismo en esta estructura corporativa hasta el punto de difundir un cartel de Luis Arenal, del Taller de Gráfica Popular, en el que Cárdenas aparece sentado en una lujosa silla con la suástica en el remate. “Ni con Calles ni con Cárdenas” fue la consigna de 1934 a 1936 durante los dos primeros años del Cardenismo, previa candidatura presidencial de Hernán Laborde, el secretario en turno del PCM que sería defenestrado como traidor a la par que se exaltaba el patriotismo nacionalista de Cárdenas.

Lució excelente en el muro de entrada a la exposición-homenaje al Taller de Gráfica Popular en el Museo de la Revolución, la gran manta con el grabado amplificado de Pablo O’Higgins en el Museo de la Revolución: “Cárdenas informa al pueblo” con la gran asamblea en el Zócalo. Todo esto empezó a flaquear con la salida de Lombardo Toledano de la CTM y la organización de los “Cinco Lobitos”, entre los que se encontraba Fidel Velázquez que mantuvo su dirección hasta su muerte que le merece un gran monumento de cuerpo entero en la fachada, a un costado del Monumento a la Revolución. La estructura corporativa ha servido así a la sujeción del movimiento obrero a las necesidades del Estado capitalista y sus buenas relaciones con los patrones, como decíamos ayer, antes de que se prohibiera la palabra con su carga peyorativa para sustituirla por “emprendedores”. Tampoco se dice inundaciones, se dice encharcamientos. Las palabras y las cosas que diría Foucault.

Sin movimiento obrero organizado, el convenio con la OIT queda aislado y sin ninguna consecuencia económico-política. Años atrás, hubo registros de sindicatos de 40 a 60 trabajadores al fin tragados por la impunidad de los grandes capos en PEMEX, Ferrocarriles Nacionales, telefonistas, STUNAM y los mineros sujetos ahora a un proceso de venganza contra el criminal multibillonario Germán Larrea, inculpado de ecocidio no sólo en México sino también en Sudamérica. Para todo esto, los “sindicatos blancos” son en todo semejantes a las mafias que cobran derecho de piso. Ya no es tan usual, en cualquier construcción en proceso, la placa de madera de un sindicato fantasma cuya presencia se explica por su representante que cobró con el jefe de la obra.

Los contratos de protección son necesarios al neoliberalismo para la flexibilización. Por ejemplo, hay miles de “prestadores de servicios” contratados por el Gobierno del que fuera Distrito Federal, con duración que no cause derecho de antigüedad y con firma previa de la renuncia como se hace en numerosas empresas. Total, ante estos vicios propios de la despiadada acumulación capitalista, la OIT vale sombrilla.

Siguiente noticia

Caminar entre llamas