Alvaro Cepeda Neri
I.- A raíz de los violentos y vandálicos sucesos perpetrados al amparo de una marcha pacífica, cuando varios jóvenes: mujeres y hombres atacaron con fuego una librería; destruyeron cuanto pudieron en edificios; atacaron a mujeres policías y con otros actos más sembraron y cosecharon un desorden de trágicas consecuencias, acusaron a esos actores encapuchados de ser “anarquistas” en un sentido despectivo; a la par de ser descalificados por ese vandalismo que también generó daños a una puerta del Palacio Nacional, de la Catedral, pintas en monumentos y uso de gas pimienta. Fue un hecho de odio y abuso de las libertades para desfilar que dañó la vida democrática, porque no practicaron el “anarquismo”, sino que fueron actos estrictamente de violencia que alcanzó grado de terrorismo. Fue el propio López Obrador, como Presidente de la República, y quien ha respetado los derechos a manifestarse públicamente, quien desenmascaró a los autores de esa ferocidad desatada por las principales calles de la Ciudad de México, en su calidad ya de entidad federal.
II.- Los encapuchados que pasaron destruyendo cuanto encontraron a su paso, aprovechando la manifestación, sin ninguna base teórica ni experiencia (las que se explican en el anarquismo mundial y latinoamericano) se dedicaron solamente a crear una atmósfera de violencia y furia por donde pasaban. Quedó muy claro que su único objetivo fue que con sus exabruptos se pusiera en peligro a trabajadores de esos lugares, con acciones de tal violencia donde lo único que privó fueron los hechos al calor de lo que encierra la palabra “desmadre”. Fueron a todas luces, integrantes de una vil delincuencia que con toda impunidad se filtraron en la marcha capitalina, no para protestar, plantear demandas y hacer críticas, sino solamente para crear un caos y arrebatos que nada tienen que ver con el anarquismo y su doctrina, ya que únicamente destruyeron sin que se escucharan las demandas del anarquismo que predica la “ausencia de la dominación” y que en el lenguaje “corriente frecuentemente se usa como sinónimo de caos, nihilismo y terror, para dar pie a los prejuicios y denuestos de sus enemigos”. Predican el individualismo extremo.
III.- Así que queda establecido que quienes ese día llevaron a cabo el máximo terrorismo aprovechando una manifestación pacífica que llevaba un objetivo perfectamente establecido, no eran, pues, anarquistas, como se ha dado en denominar a esos grupos abiertamente porriles cada vez que aparecen en la escena pública. Y los cuales llevan la encomienda de practicar un radicalismo de violencia, con la máscara de que buscan implantar el “estado de naturaleza” y el individualismo donde impere la anulación de la sociedad. El asunto es que encapuchados de negro y autollamándose “anarquistas”, han estado filtrándose en las manifestaciones que se realizan con auténticos reclamos sociales, ejecutando acciones destructoras y agresiones a quienes se oponen a sus actos; predicando la desaparición del orden ciudadano para la convivencia, pero con el único objetivo de generar un caos total.