Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
La prudencia ha sido el factor fundamental para que luego de su primer año, el presidente López Obrador prosiga su marcha hacia la Cuarta Transformación sin desgastes que lo hubieran debilitado. Se llega al final del 2019 con saldos positivos, que culminaron con la captura del más cercano colaborador de Felipe Calderón, hecho que dará bríos a la lucha contra la corrupción, y con el acuerdo para que el T-MEC siga su curso de aprobación definitiva con modificaciones que favorecen a México.
Las clases mayoritarias tienen ahora la convicción de que el PRIAN ha sido el instrumento de un régimen espurio de origen, en 1988, conformado con el objetivo de apuntalar su “legitimidad” mediante alianzas con el crimen organizado, que dieron paso al terror de la inseguridad pública y la violencia que degeneró en genocidio. Era muy claro el proceso de dramática descomposición de la burocracia dorada, y apoyarlo daría al traste con la viabilidad de una recomposición del sistema, oportuna y sin mayores complicaciones.
Los hechos confirman que, ante la inminencia de que un nuevo fraude electoral afectara gravemente sus intereses en México, los poderes fácticos globales consideraron el imperativo de que la dupla reaccionaria no pudiera imponer su voluntad en las urnas y se permitiera el voto libre de las mayorías. Esto lo han comprendido asimismo los principales dirigentes empresariales del país, de ahí su apoyo al mandatario.
En este momento, la Cuarta Transformación se encuentra en una situación paradójica, pues sus principales aliados están en el terreno de sus enemigos de clase, la cúpula empresarial, aunque sólo sea una alianza coyuntural pero provechosa para ambas partes; por otro lado, sus aliados naturales, como el partido Morena y las fuerzas de izquierda, patentizan su falta de visión histórica y no ven más allá de sus intereses inmediatos y partidistas, como se ha visto en algunas votaciones en el Congreso federal y en los estatales, lo cual ha demostrado el error de darle entrada a Morena a tránsfugas del PRIAN.
De ahí el imperativo de que el congreso nacional de Morena se aproveche para depurar al partido, lo que implica no posponer más tiempo su realización con una agenda progresista. No es una exageración decir que de sus resultados depende el futuro no sólo del actual partido en el poder, sino de la nación en cuanto que el curso de la Cuarta Transformación quedaría sin rumbo, pues el mandatario no podría encauzarlo como conviene porque estará demasiado ocupado con el cumplimiento de sus compromisos como gobernante, que son de por sí extraordinarios.
Es obvio que el régimen no puede seguir dependiendo de la buena fortuna que ha acompañado al mandatario. Eso es imposible históricamente y lo seguirá siendo, por mucha voluntad que tenga para no claudicar y seguir avanzando hasta el límite de sus fuerzas. Necesita el apoyo consciente de las masas, del pueblo organizado para resistir los embates de una reacción decidida a todo para recuperar el poder. La coyuntura es favorable para que haya una firme alianza entre gobernantes y sociedad mayoritaria; no aprovecharla, por sectarismo o mala fe, sería un error imperdonable.
La otra vía es el fascismo, por ahora inviable ante la correlación pendular de fuerzas en el mundo. Por eso Donald Trump quedó rebasado y lo estarán, no sabemos cuánto tiempo, los mandatarios que sigan apoyando el neoliberalismo. Pero se requiere forzosamente el apoyo de las masas.
Twitter: @VivaVIlla_23