Ariel Juárez García
“El adulterio parece ser tan universal y, en algunos casos, tan común como el matrimonio”
The New Encyclopædia Britannica
“Yo me enfurecí el día que sacó sus cosas de la casa y me fui a los golpes contra él, porque estoy muy herida. La verdad es que no sé cómo ni por qué, después de tantos años, me viene a pasar esto a mí”, explicó Susana al inicio de su relato.
…Por cosas de la vida mi esposo contactó a su novia de hace veinte años porque el esposo de ella se había suicidado de un tiro en la cabeza, bajo extrañas circunstancias. Él era policía, así que mi esposo la contactó, al parecer para darle el pésame. Sin embargo, desde ese encuentro, ya mi esposo no es el mismo; desde ese momento mi marido perdió la cabeza por su exnovia.
“Tristemente yo descubrí su ahora ‘nuevo romance’ porque una noche me dio una corazonada y sentí una fuerte urgencia de revisar su celular; allí encontré un mensaje en el que él le contaba a un amigo que se estaba viendo con ella…
“Armándome de valor, decidí enfrentarlo. Él no me lo negó, incluso, me confesó que llevaban mes y medio viéndose y que mejor él se iba de la casa porque no quería hacerme daño. ¿Se imaginan ustedes? El señor no quiere hacer daño. Entonces, ¿qué cree que me está haciendo?
“Por favor, ¡ayúdenme! Estábamos bien,… le entregué todo a él. ¿Qué pudo haber pasado? ¿Cómo hago para superar esta situación y este dolor tan grande?”...se preguntaba Susana, visiblemente indignada y consternada.
La experiencia de Susana sólo es un ejemplo de la manera en que la infidelidad conyugal sigue haciendo sentir sus trágicos efectos. En relación con el tema, algunos investigadores calculan que entre el 50 y el 75 % de las personas casadas han sido infieles alguna vez. La experta en asuntos matrimoniales, Zelda West-Meads, asegura que aunque hay muchos casos de infidelidad que no se descubren, “el peso de las pruebas indica que las relaciones extraconyugales siguen aumentando”.
Los hechos sobre la infidelidad conyugal (infidelidad sexual a un cónyuge), son impresionantes. El adulterio puede ocurrir tanto en matrimonios felices, como en matrimonios infelices. Sin embargo, por espeluznantes que sean, las estadísticas sobre la infidelidad y el divorcio no revelan todo el impacto que estos episodios producen en la vida cotidiana de las personas.
Además de las enormes repercusiones económicas en la familia, hay que tener en cuenta lo complejos que llegan a ser los sentimientos encerrados en dichas estadísticas: los ríos de lágrimas derramadas; la confusión, el pesar, la ansiedad y el dolor inmensurables que se sufren, así como las incontables noches de desvelo a causa de la angustia. Aunque las víctimas superen la penosa prueba, lo más probable es que queden marcadas por mucho tiempo. Las heridas y el daño infligidos no se reparan fácilmente.
Son, asimismo, comunes la pérdida del amor propio y los sentimientos de ineptitud. Uno de los afectados por la infidelidad dice: “De tanto pensar en mi problema…me surgen dudas como: “¿No soy lo suficientemente atractivo? ¿Adolezco de algún otro defecto del que no me he dado cuenta?”. Ante situaciones como ésta, uno empieza a analizarse exhaustivamente para encontrar la falla. Zelda West-Meads, del Instituto Nacional de Consejería Matrimonial de Gran Bretaña, confirma lo anterior en su libro To Love, Honour and Betray (Para amarte, honrarte y traicionarte), al decir que “una de las cosas más difíciles con las que hay que contender... es la pérdida de la autoestima”.
Hay que tener presente, además, que una de las cosas que más abruman al cónyuge inocente es el sentirse traicionado y ver destruida la confianza depositada en su pareja. En este sentido, una consejera matrimonial explica por qué la traición conyugal es tan demoledora en sentido emocional:
“Invertimos tanto de nosotros mismos en el matrimonio —ilusiones, sueños y expectativas— [...], buscando a alguien en quien podamos confiar de verdad, alguien con quien podamos contar siempre. Si de repente nos arrebatan esa confianza, es como si un castillo de naipes se desplomara con el viento”.
Por otra parte, como señala el libro How to Survive Divorce, es obvio que las víctimas “necesitan ayuda para superar el trauma emocional [...], para saber con qué opciones cuentan y cuál elegir”. Ahora bien, ¿cuáles son esas opciones?
“¿Será la reconciliación el remedio en nuestro caso? —quizás se pregunte usted—, ¿o debo obtener el divorcio?”
Sobre todo, si la relación matrimonial ha sido tirante, podría resultar muy tentador apresurarse a concluir que el divorcio es la única solución a los problemas, o tal vez, después de hacer un análisis cuidadoso, con suficiente tiempo de por medio, considere que es mejor reconciliarse y reconstruir y consolidar el matrimonio.
Divorciarse o no, del cónyuge infiel, es una decisión personal.