Síguenos

Última hora

México ha solicitado cuatro veces la extradición de 'El Mayo' Zambada a EU: FGR

Opinión

Las pluris del Senado

Uuc-kib Espadas Ancona

En este país, como en otros, históricamente ha sido siempre la derecha -sean conservadores o neoliberales- la que ha propuesto y en su caso llevado a cabo la reducción de las representaciones parlamentarias. Es una postura claramente consecuente con su visión de la sociedad y de las elites dentro de ella. A nivel mundial, viéndose obligada con el paso de los siglos a aceptar parlamentos de elección popular, ha procurado limitar las capacidades de éstos y restringir el acceso a ellos de quienes no pertenecen desde ya a las elites del poder y el dinero. No se trata de que cualquier hijo de vecino acabe de Senador un día de éstos. Frente a esto, sus adversarios, a los que laxa e imprecisamente podemos agrupar como izquierda –liberales, socialistas y hasta nacionalistas revolucionarios– ha pugnado a lo largo del tiempo por ampliarla. De ahí surgió el voto universal y directo, el de las mujeres y la representación proporcional, así como la ampliación de las cámaras legislativas. No debe, por tanto, sorprender que hoy sea Tatiana Clouthier quien, fiel a la historia política de su padre, proponga reducir la representatividad del Senado. Se trata de lograr una Cámara de elite, a la que las minorías estatales no tengan posibilidades de acceder.

(No entraré por lo pronto al debate sobre el carácter ontológicamente paritario que se pretende para la integración del Senado de la República, aunque me parece que pronto deberemos dar el debate de si la Nación se fragua auténticamente en la ficción del pacto federal, o si ha de reconocerse una ficción previa, la de un pacto nacional, en el que convergen múltiples pueblos para después dar nacimiento a los estados y a la federación).

Aceptando la base de la paridad de la representación estatal en la Cámara de Senadores es, a estas alturas del desarrollo político del país, indispensable reconocer que volver al dogma de la Constitución de Filadelfia –de acuerdo con el cuál cada estado debe elegir a dos senadores– es insuficiente para albergar la pluralidad política del México actual. Tampoco es una solución satisfactoria quedarse en el limitado sistema de elegir dos senadores de mayoría y uno de primera minoría, que fue una medida remedial y coyuntural frente al crecimiento del PAN y el PRD, y que debe ser sustituida por mecanismos sistémicos y acordes a la realidad contemporánea.

En este sentido, lo primero que hay que decir es que no hay argumento sólido para reducir el tamaño del Senado. Uno de 128 legisladores, pero electo a razón de cuatro por estado, permitiría en mayor grado que la pluralidad realmente existente alcanzara su legítima voz en esa Cámara. (Mejor aún sería con cinco por estado. De la objeción financiera lo único que diré es que el costo de 32 senadores más es del todo insignificante para el presupuesto de la federación, en especial si se cuida el gasto público en general. Pero por lo pronto, para efectos de este argumento, sigamos en el actual escenario).

Pongamos el caso de Yucatán como ejemplo. Tras romperse el bipartidismo tradicional en la elección de 2018, es de esperar que en las próximas elecciones los ciudadanos se agrupen en torno a tres partidos con fuerza significativa en la entidad, PAN, PRI y Morena. Si se eligieran cuatro senadores por el sistema de representación proporcional, dos serían para el partido con la votación más alta, y uno para las otras dos fuerzas, siempre y cuando la distancia electoral entre los tres no fuera abismal. Y si lo fuera, de cualquier manera la distribución de los senadores sería más justa para los votantes, pues si se volviera a un escenario de dos grandes contendientes con poca diferencia entre ellos, cada una obtendría dos senadores, distribución mucho más equitativa a que, como había venido siendo, con una pequeña ventaja electoral un partido tuviera el doble de representación senatorial (dos) que el apenas perdedor, que obtenía sólo uno. Si por el contrario se formara una enorme fuerza hegemónica, aún así una minoría significativa, del 25% o más de los votantes, obtendría un senador, frente a tres de la mayoría. En cualquier caso, este tipo de elección garantiza una representatividad más alta a los ciudadanos que el antiguo método de elección de dos senadores por estado por mayoría relativa.

Es tiempo de cambiar las cosas de fondo y para el largo plazo, no de acomodar el sistema político a las coyunturas de correlación de fuerzas, o de opinión pública. En ésta, por cierto, mucho caló en las décadas de neoliberalismo la doctrina elitista de atrofiar al Poder Legislativo, depositario de la Soberanía Nacional.

Siguiente noticia

Por un Periodismo Auténtico 2019