Jorge Lara Rivera
El término inglés ‘backyard’ no denota per se propiedad, ni menosprecio, al referir la zona anterior de un predio, la expresión ha ganado conjeturalmente para el imaginario social connotaciones peyorativas en la traducción “patio trasero”, en especial por el modo en que a lo largo de la historia Estados Unidos asumió como ‘Terra Nostrum’ al Hemisferio Occidental donde su contradictoria cultura de inmigrantes vino a asentarse desde Europa y al cual ha hecho padecer calamidades que van del genocidio contra las ‘primeras naciones’ en su territorio, al repugnante derecho de conquista, instrumentalizándolo para la exacción sin escrúpulo del Nuevo Mundo en aras de su progreso particular.
Por si quedara alguna duda y para mayor desconsuelo de incautos, el profundo desdén por América Latina de su actual presidente, Donald Trump, reitera estos días con creces esa acepción de carga negativa.
Descorazonadoramente encuentra suficientes cómplices en las oligarquías locales y corifeos en la OEA y el BID. Tal chisporroteo cerca de un polvorín, menudean zarandeos en ámbitos múltiples complicando el entorno de Venezuela: destemplanzas del Depto. de Edo. con doble moral urgiendo a Rusia a abandonar Venezuela, advirtiendo que “pagará un precio” mientras solapa el injerencismo de España y Portugal que desde la Unión Europea amagan a Caracas con sanciones “selectivas” a funcionarios venezolanos; las sanciones del Depto. del Tesoro a 35 buques-tanque y entidades que transportan petróleo venezolano a Cuba, el Grupo Internacional de Diálogo de Montevideo donde Honduras y Guatemala –vilipendiadas por Trump–, España y Uruguay hacen el juego estadounidense, la OEA que avergüenza el servilismo de Luis Almagro Lemes que se apresta a reconocer al enviado del ¿espontáneo? autoproclamado ‘presidente encargado’, la llegada de un avión iranio a Caracas con altos funcionarios persas que inaugura sus vuelos directos a Venezuela y ásperas sesiones del Consejo de Seguridad de la ONU donde la pretendida expulsión de la delegación de Venezuela para sustituirla por el placebo guaidoeano, fracasó ante la firme oposición china y rusa a la Casa Blanca.
Y es que con insufrible arrogancia, Washington insiste en imponer a rajatabla sus dictados abusivos a países con ‘mayoría de edad’ alcanzada a precio de sangre en el siglo XIX y la centuria vigésima de la era cristiana, independencia política reconocida incluso por sus antiguas metrópolis coloniales, y soberanía respetada entre los pueblos civilizados concertantes en la ONU, como para aceptar a pie juntillas un destino sangriento, corruptor y abusivo de ‘repúblicas bananeras’ que les depara, luego de intervencionismo padecido desde su nacimiento con la concomitancia de exacción de recursos, depauperación del pueblo y sistemática violación a los derechos humanos, vía imposición de gobiernos títeres y apoyo a sanguinarios dictadores, cuando no la construcción de países de juguete (tal Panamá donde Juan Carlos Varela, envalentado por las inversiones chinas, aboga por “dar una salida decorosa a Maduro” y un “espacio para el retorno del chavismo a la democracia”, y la República Cooperativa de Surinam).
Enlistar los casos de las intervenciones puede resultar ocioso, pero quien ignora la historia está condenado a repetirla. Impúdicamente Juan Gerardo Guaidó Márquez se presta para servir como ujier del proyecto expansionista estadounidense diseñado para apoderarse de facto del petróleo venezolano, y de vasallo de Ottawa donde el gobierno se ha convertido en agente oficioso de las mayores empresas contaminantes: mineras sedientas de oro. Por estos días el delirante ultraderechista Jahir Messia Bolsonaro ha reiterado su propósito de poner el territorio de Brasil a disposición de la Casa Blanca con miras a una acción militar contra el régimen del presidente Nicolás Maduro Moros. Impensable, por el trato desdeñoso que a Colombia –parte del sueño del libertador Simón Bolívar– (junto a El Salvador, Honduras y Guatemala –dóciles a Washington) da Donald Trump, en manos de Iván Duque inclina la cerviz y pone su suelo a servir el interés norteamericano, motivando enérgica reprimenda rusa que, sin embargo, sólo cumple formas.
Sin decoro, Lenín Moreno (quien abandonó a su suerte al ‘wikileakser’ Julien Assange porque le atribuye haber exhibido la evasión de impuestos de su hermano en paraísos fiscales con el caso de los “Panama Paper’s”), tras rechazársele su indecorosa oferta de bases militares, subordina las fuerzas armadas del país a la nueva edición de la tenebrosa `Escuela de las Américas’ (de ‘plan Colombia’ a ‘plan Suramérica’).