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Opinión

La Reina del Albur

Alberto Híjar Serrano

Sólo dos modestos periódicos de circulación metropolitana informaron de la muerte por infarto a sus 49 años, de Lourdes Ruiz Baltazar, conocida en Tepito como la Reina del Albur. Ganó el título porque en 1997 ganó por primera vez el concurso Trompos contra Pirinolas en el Museo de la Ciudad de México, al que suelen asistir los escritores de Tepito para difundir sus publicaciones. Frases hirientes cargadas de sexismo y machismo relativamente ocultos en juegos de doble sentido de las palabras, son intercambiados por hombres y mujeres en el concurso que ha tenido como sede, en otra ocasión, un ring de box y lucha libre en Pachuca.

Vendedora de ropa, Doña Lourdes se anunciaba ofreciendo telas poncho, tela de juir, calzones de bajo color y mamelucos. Su entierro fue discreto el domingo 14 de abril cuando fue conducida al Panteón de Dolores.

Chiles en manos y gran sonrisa, fue la foto de la portada del periódico Metro “lectura de la gran ciudad, Ciudad de México”. La portada de la Guía Básica (y unisex) para Alburear, Cada que te veo palpito, de Lourdes Ruiz y Miriam Mejía, ostenta el título dentro de un gran chile rojo. Con sede en la Galería José María Velasco de Peralvillo, el barrio vecino de Tepito con un enorme mercado en la frontera, el Diplomado de Albures Finos publica El Cuaresmeño con presentaciones de Alfredo Hernández, Cronista de Tepito y Hojalatero Social del Centro de Estudios Tepiteño “[email protected]”. La Academia del Albur difunde así las reflexiones del sentido popular transgresor del poder de la moral dominante en sitios tan emblemáticos como escasos, las pulquerías por ejemplo, donde se reúnen a convivir quienes crecen como los bisteces, “aplanados a chingadazos”. Una amplia bibliografía y discografía sustenta las presentaciones de Alfonso Hernández, la primera del 2016. Los títulos de los artículos son elocuentes: “La Suciedad de los Poetas Muertos” de Rusbel Navarro con elaborados cuadros de los códigos, las figuras retóricas, los sentidos y significados, en fin, la dialéctica del habla popular, esa que siempre reconocen tardíamente las Reales Academias de la Lengua, integradas por escritores cortesanos alejados del todo de los pueblos y comunidades.

“Albureando es gerundio porque Tepito es un albur”, dice en aforismos el texto central de El Cuaresmeño, volumen II. Ahí se reconocen las aportaciones de Alfonso Hernández y Lourdes Ramos, para sostener el Diplomado en Albures, con cuatro años de vida, apoyado por la Universidad de la Ciudad de México y por el INBA. El director de la Galería José María Velasco, Alfredo Matus, agradece con referencia a “la resistencia sociocultural”. Las Siete Cabronas se consolidó como grupo promotor al calor de estos trabajos cargados de ánimo festivo, comunitario, libertario al fin. Ojalá sigan las seis sobrevivientes.

Todo esto es ejemplar para los yucatecos. Las bombas son el equivalente regional del uso popular festivo del lenguaje y ya no están los muy gustados Petrona, la familia Cauich, los Herrera, en fin, los muy famosos practicantes de las bombas. Quedan en Veracruz los decimistas e improvisadores a ritmo de la jarana y el arpa, y son los raperos actuales dignos herederos de esta práctica liberadora del lenguaje.

El pleito, dice Althusser, “no es por las palabras pero es también por ellas” como recurso de la crítica dialéctica de las relaciones sociales y como autodefensa por la invasión de verbos como chatear, tuitear y la cultura que traen aparejada. Ojalá permanezca el Diplomado en Albures Finos en el que participaba Lourdes Ramos con su delantal de mujer trabajadora. Es digno de emulación este trabajo como recurso de autodefensa popular.

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