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Opinión

Alarmantes signos

Ricardo Andrade Jardí

Las experiencias latinoamericanas de los pretendidos gobiernos progresistas de los últimos años y los posteriores ascensos de las derechas de corte, digamos fascista, después de los fracasos o no de las pretensiones progresistas, podrían ser ya un dato duro para afirmar que el neoliberalismo no se termina por decreto. Cuando el ex presidente Lula afirmaba que su único delito “era haber llevado a los pobres de su patria un plato de sopa”, no le faltaba razón, en lo que se equivocó fue en el intento de hacer del capitalismo un asunto de conciencia social. El error de Lula no fue dar de comer a los pobres, sino el de pretender darle de comer a los pobres y sostener esa intención en una economía de mercado neoliberal: extractivista.

Ya en otros países de nuestra agraviada Latinoamérica el asunto ha consistido en que el capitalismo extractivista se disfrazó de progresismo social para terminar desarticulando las oposiciones, que no las resistencias, o no todas, para seguir avanzando en su despojo territorial; ejemplos de esto se pueden ver en mayor o menor medida en Bolivia, Venezuela, Argentina y Ecuador, por sólo nombrar algunos países donde el plan siniestro del extractivismo tuvo sin duda un gran éxito.

Otro ejemplo es lo que hoy está sucediendo en México con la cuarta folclorización pro indigenista del gobierno de AMLO y su pretendida matemática de los 30 millones como instrumento de legitimación de los despojos neoliberales, es decir, extractivistas. Ahí está el corredor transístmico y el mal llamado tren maya. Cuando hace apenas un año atrás, quienes hoy hacen maroma y circo para justificar estos proyectos de despojo, eran grandes opositores de los mismos. El corredor transístmico y el tren maya son, y siguen siendo, lo que el neoliberalismo quiso impulsar como parte del saqueo del Plan Puebla Panamá, ahora llamados de otro modo y ofertados como proyectos que traerán progreso para México. Impensable e intolerable habría sido para los hoy defensores, a capa y espada, de la cuarta folclorización, que el PRIAN nos hubiera anunciado que la mayor inversión de su gobierno sería una planta de la Nestlé en Veracruz, como lo anunció López Obrador en cuanto tuvo el folclórico y blanqueado bastón de mando en sus manos. Nestlé en ningún lugar del mundo ha traído bienestar y progreso y sí todo lo contrario: degradación, muerte y despojo, y así será en Veracruz, y lo decimos ahora, junto a otras voces que ya lo vienen advirtiendo de antes, alguna de ellas incluso en el interior de MORENA, para que luego no digan que no se dijo. Nestlé será muerte y violencia con su planta para producir café en Veracruz, despojando y empobreciendo a los productores campesinos mexicanos.

Otro alarmante signo de sostener el discurso del progresismo sin crítica alguna y mantener una economía neoliberal de mercado, es decir, extractivista (despojo, degradación y muerte), son los asesinatos de las y los opositores históricos a los megaproyectos del despojo, defensores de vida y territorio, y los silencios de aquellas y aquellos que han preferido cerrar los ojos o incluso intentado minimizar esas ejecuciones, que son en realidad crímenes de Estado; tratando, además, en algunos casos, de denigrar a quienes se oponen a los proyectos de muerte, a los que otrora también se oponían las y los “militantes de la cuarta” y sus hoy simpatizantes.

Cuando la pretendida izquierda electoral pierde la capacidad de crítica y de autocrítica ante aquello que es intolerable y aberrante, venga del gobierno que venga, es decir, ante el extractivismo capitalista, abre las puerta por un lado a la impunidad de los crímenes de Estado en nombre del bien social y el progreso (que en el capitalismo extractivista no es otra cosa que miseria y muerte) y a los fascismos de derecha, que por supuesto no criticarán el rumbo real de la economía porque les sigue beneficiando, sino aquello que pudiera ser en beneficio de muchos y muchas y no de los privilegios de los menos que siguen siendo los verdaderos beneficiados de la economía neoliberal por más que de progresista se disfrace.

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