Jorge Lara Rivera
La administración de Donald Trump parece haberse desembarazado de un pesado fardo que dificultaba su capacidad de maniobra al despedir al diosecillo de la guerra en varios gobiernos republicanos. Parece... Se atrapan más moscas con miel que con veneno, afirma la conseja popular.
Así, la salida de John Bolton, su Asesor de Seguridad Nacional podría alentar ilusiones demasiado optimistas la cuales no tienen asideros en la realidad, sino que se fundan en los buenos deseos. La específica mención del presidente norteamericano de desavenencias con él por los temas norcoreano, iraní y venezolano en vez de relajar debiera poner alerta. En específico el caso Venezuela, su comentario está matizado por la afirmación de que “lo sigue muy, muy de cerca”. Esto porque el plan de una intervención armada en Venezuela no provino de Bolton, sino del propio Trump quien lo cabildeó en reuniones de gabinete y con colegas latinoamericanos según revelaciones, no de la propaganda oficialista venezolana, sino de la prensa estadounidense…
Y para botón de muestra está la indignante convocatoria a los participantes del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca para estudiar la conveniencia de aplicarlo al caso de la república bolivariana por considerarla una “amenaza para la seguridad y la paz en el continente”, por más que el nefasto guerrerista Elliot Abrahams, encargado de Asuntos Latinoamericanos de su régimen, diga que no necesariamente implica la opción militar. El anodino aparente de este llamado orquestado por Washington y apoyado por 12 países de una sumisa OEA (entre ellos su socio Canadá y sus vasallos Colombia, Brasil y Chile) revienta revelándose fementido, un ardid. Nuevo montaje, auspiciado por Estados Unidos y sus cómplices en Canadá y la Unión Europea, cierra la trampa para justificar la intervención, tal como era previsible. Y no sólo porque la supuesta pertenencia de Venezuela a la OEA pende de los alfileres de una evidente simulación, pura utilería, sino por la inexistencia de condiciones para la aplicación de aquél.
El gobierno de Nicolás Maduro no es dechado de virtudes democráticas, pero nadie lo es en la región: Nunca se aclaró si Rusia influyó en el triunfo de Trump, Bolsonaro (Brasil) alcanzó el poder sólo por arte de ardides y atropellos contra la oposición, el evasor fiscal Trudeau (Canadá) acusado de traficante de influencias pretende la reelección, Piñera (Chile) administra la pantanosa corrupción legada por la dictadura, Macri (Argentina) intenta maquillar su ineptitud, mientras Duque (Colombia) se aviene con la voracidad oligárquica. La crisis económica y social venezolana que produjo la emigración masiva deriva de la corrupción, pero también de años de acoso estadounidense. Más amenaza al mundo la indiferencia brasileña ante incendios en la Amazonia...
Y es que la cuestionable “readmisión” ipso facto como integrante de la OEA (Venezuela abandonó ese organismo hemisférico hace 2 años concretándose su salida en 2019) parte del injustificado reconocimiento a ‘representantes’ ilegales de un ficticio ‘gobierno de transición’ que encabeza un ¿espontáneo? autoproclamado “presidente encargado” de utilería sin base constitucional alguna y una supuesta aprobación de una solicitud –contradictoria– de pertenencia al TIAR (porque Venezuela con otros países americanos se retiró previamente de él desde 2015) por una Asamblea Nacional en desacato desde hace meses que ya excede su período legislativo sin admitir su renovación por miedo a las urnas comiciales y la cual carece de facultades para dirigir la política exterior del país suramericano.
El contexto es perturbador dadas las feroces acusaciones de Iván Duque, el ujier de Washington instalado en la presidencia de Colombia, contra su vecina (“apoya el terrorismo, cobija a los narcotraficantes, amenaza al vecindario con su éxodo y proliferación de bandas delincuenciales en las fronteras”), calificativos todos sospechosamente invocados por Estados Unidos para lanzar ataques contra gobiernos que le incomodan en el mundo, lo cual ha provocado en Venezuela la realización de “ejercicios y maniobras militares” en los límites con Colombia, la amenaza de “desplegar misiles” en provincias limítrofes con aquélla en previsión de alguna incursión colombiana, la declaratoria de “Alerta en toda la geografía venezolana”, e incluso la delegación del mando a su Consejo Nacional de Seguridad para preservar a la Patria en esta coyuntura. Hacen bien.