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Opinión

Australia, el primer asesinato apocalíptico del capitalismo

María Teresa Jardí

El capitalismo es asesino, mata, extermina, convierte a los seres vivos en desechables, para beneficio –o ni eso— de unos cuantos impresentables que escondidos en sus bunkers particulares transitan sus miserables vidas como esclavos del dinero que no les sirve de nada cuando les llega la muerte. Quiero pensar que al momento de hacer su balance final, que supongo el juicio final como ese instante donde la vida debe pasar por la mente, esos impresentables se darán cuenta del daño que hicieron y aunque sea por un instante se verán confinados en el infierno que a millones condenaron a vivir en la Tierra.

Australia ha sido asesinada por el capitalismo y con ella todo lo entrañable que vivía en esa isla considerada también un Continente. Asesinados de manera brutal, por las llamas del fuego maldito que propaga el capitalismo, han sido los koalas, los canguros, las langostas, de cuya pesca con las manos vivían los pueblos originarios australianos, asesinados por francotiradores los camellos llevados a Australia como esclavos para el transporte de mercancías y luego conservados para deleite de los turistas. Australia es un diáfano ejemplo de cómo acaba con todo la ambición desmedida que ha sembrado el capitalismo.

Capitalismo maldito que ha estratificado a las personas, barriendo a unas, mientras las otras convertidas en monstruos, cuya gordura los incapacita, no dejan de generarse riquezas, sin entender que la muerte, que finalmente es lo único que no discrimina entre ricos y pobres, también a ellos les llega, aunque los ricos la puedan mantener detenida por un tiempo, voluntariamente confinados en su bunkers ante el miedo que sienten por los otros, a base de medicamentos embrutecedores que les han hecho perder el sentido de la proporción del tamaño del crimen que han cometido en contra de un planeta que ha sido condenado, por ambición y dinero, a acabar con la vida también de los muy ricos de la peor de las maneras.

Imperdonables responsables son los que aplican las políticas del FMI y del BM, los cobardes que en la ONU cobran sus salarios y en la OEA se desempeñan como amigos entrañables de los que encabezan gobiernos de facto. Imperdonables los organismos internacionales y el imperio yanqui, Inglaterra y los sionistas responsables también del Apocalipsis que viven hoy los australianos e imperdonables también las cabezas de los permisivos gobiernos que Australia ha tenido. El capitalismo, productor del consumismo, asesina la inteligencia.

Fue extraordinaria la evolución del ser humano. Pero llegado al punto de su involución: “todo lo que sube, baja”, su caída está siendo tan rauda como la de un suicida en potencia tirándose de una azotea de un edificio de 50 metros de altura. Como un suspiro, por los que queden, si alguien queda, se va a considerar seguramente el final de la historia de los humanos que con el infierno que hoy viven los australianos marca el inicio de lo que va a darse en cascada en el resto del planeta. El fracking así lo certifica, de la mano de los megaproyectos depredadores, destructivos de vida, con los que se ha condenado a los integrantes de los pueblos originarios que habían logrado mantener más o menos a raya al capitalismo en las pequeñas porciones de tierra que les dejaron de las que los están despojando para agrandar el saqueo. Apocalíptico es el sistema capitalista destructor que hoy está demostrando la manera brutal con la que todo lo arrasa. Y no va camino de salvarse la Península de Yucatán de una similar muerte violenta. La construcción del Tren Maya así lo garantiza.

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