Manuel J. Clouthier
En 2014 el grupo financiero Banorte, que entonces presidía Guillermo Ortiz, convocó a un seminario en la Ciudad de México con empresarios, políticos y el sector financiero donde se realizaron conferencias y grupos de trabajo en los que participó Mckinsey Global Institute con el tema: “Construyendo ciudades competitivas, la clave para el crecimiento de América Latina”.
La hipótesis planteada es que gran parte del crecimiento de esta región es resultado de la migración rural a los centros urbanos en expansión generando que un 80% de la población latinoamericana viva en ciudades mayores a 200,000 habitantes y que éstas (198 ciudades) producen el 60% del PIB actual de la región.
El estudio nos señala que América Latina ya obtuvo gran parte de las llamadas “ganancias fáciles” que genera la expansión urbana, por lo que hoy las ciudades deben lidiar nuevas problemáticas para mantener su ritmo de crecimiento.
América Latina cuenta con un bono demográfico potencial si sus economías logran crecer y generar los empleos formales para estos jóvenes, sobre todo en su entorno urbano. De no ser así, de este grupo creciente de jóvenes en edad laboral podrían surgir problemas sociales de importancia, concluye MGI.
Es decir, si las autoridades encargadas de planificar y operar las políticas públicas, el sector empresarial y la sociedad civil no adoptan desde ya las medidas para reformar y desarrollar las principales ciudades y crear los empleos formales para los jóvenes que ingresarán a la población económicamente activa, la región correrá el riesgo de envejecer antes de lograr la meta de enriquecerse.
México no es la excepción a este diagnóstico, por lo que si el presidente López Obrador y su 4T quieren realmente transformar el país deben atender la transformación urbana, estudiando la tesis y metodología del Mckinsey Global Institute definiendo 3 grandes grupos de ciudades claves para el futuro económico de nuestro país.
El primer grupo lo integran las 3 principales metrópolis: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, el segundo grupo son los 10 principales centros urbanos más importantes en términos del PIB, que incluyen Ciudad Juárez, León, Puebla, Querétaro, Reynosa, Saltillo, Tijuana, Toluca, Torreón y Veracruz. Y el tercer grupo lo integran las 50 ciudades medianas con mayor PIB.
Estos 3 grupos nos dan que debe atenderse de manera prioritaria al menos 63 ciudades con un programa integral de transformación urbana en 4 dimensiones: el desempeño económico, las condiciones sociales, el uso sostenible de los recursos, las finanzas y la gestión de Gobierno, como lo plantea el MGI, además de darle seguimiento puntual a través del índice de desarrollo urbano (IDU) del instituto.
La tesis de Mckinsey es que las ciudades grandes y medianas que estén en capacidad de ofrecer un ambiente eficiente que sea atractivo tanto para las empresas como para los trabajadores calificados, no solo incrementaran su crecimiento, sino que podrían convertirse en un modelo de desarrollo urbano mejor diseñado y por tanto sostenible.
Cada ciudad enfrenta un conjunto de desafíos y prioridades determinado por su propio punto de partida: pero la experiencia comprobada en historias de éxito de Mckinsey indica que con políticas públicas adecuadas se puede cambiar el destino de una ciudad en apenas 10 años, concluye el estudio.
Aceptando como premisa básica de este gobierno que “por el bien de todos, primero los pobres”, deberán distinguirse 2 grandes áreas de transformación: una que por justicia busca atender a los habitantes y regiones más marginados del país: y otra que reconoce que los mejores recursos deben aplicarse a las mejores oportunidades y que a su vez entiende que la pobreza urbana puede ser más indignante que la pobreza rural, por lo que deberá atenderse a las principales ciudades para potenciar su desarrollo.