Por Guillermo Fabela Quiñones
El diagnóstico que hizo de Morena Porfirio Muñoz Ledo, la semana pasada, patentiza el imperativo de la unidad como partido en el poder para que cumpla su compromiso de consolidar el cambio prometido por el presidente López Obrador. Sin dar este paso, será mucho más difícil vencer la contumacia de una cúpula oligárquica por hacer fracasar un proyecto nacional orientado a poner los cimientos de la democracia y la justicia social, anhelo que nunca se cumplió en más de un siglo, luego que se logró derrotar a una dictadura feudal y entreguista.
El lunes 5, puntualizó que la representación de Morena en los estados, sólo en nueve podría decirse que está “organizada razonablemente”, en doce no hay un asomo de partido y en otra docena “hay una institución dividida en dos polos que pelean entre sí”. Es la consecuencia del desinterés de su principal fundador, el actual jefe del Ejecutivo federal, en apuntalar una organización partidista con la cual impulsar la fuerza política del pueblo en torno a su proyecto de nación.
Este es el fondo del problema, de ahí que la pregunta a dilucidar es si en este momento, cuando arranque el tercer año de su mandato, está decidido a dar ese paso inaplazable, o si su estrategia contempla prescindir de una organización de masas, con el fin de que la interlocución con los poderes fácticos sea sin la participación de las clases mayoritarias, lo que sería una contradicción de fondo con los principios fundamentales de la Cuarta Transformación, orientados a fomentar la democracia participativa.
El empecinamiento del grupo político cuya cabeza visible es el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, Mario Delgado, de no reconocer el triunfo de Muñoz Ledo en las dos encuestas organizadas por el Instituto Nacional Electoral (INE), pareciera estar alentado desde Palacio Nacional, no de otro modo sería tan notoria su terquedad y amplios recursos, como lo demostró la campaña en diversos medios en apoyo a su candidatura.
Ahora, Delgado insiste en hacer señalamientos falaces, subjetivos y cargados de perversidad, como sin duda lo es afirmar que “su autoproclamación” es una suerte de “golpe de estado al partido”. En el colmo de la insensatez espetó que “con este nivel de vehemencia (de Muñoz Ledo), en cualquier momento desconocerá a nuestro Presidente o hasta atacarlo”. Tal nivel de argumentación hace pensar que detrás del coordinador de Morena en la Cámara Baja hay intereses que buscan descarrilar la 4T desde el propio partido, sin dar margen a que se avance un milímetro en la concientización del pueblo como agente activo del cambio de régimen.
Es obvio que Delgado está decidido a socavar el fortalecimiento de Morena, al no reconocer el triunfo de Muñoz Ledo siguiendo prácticas del antiguo régimen. De ahí la preocupación de sectores progresistas ante tal actitud del diputado de clara tendencia tecnocrática y neoliberal, infiltrado en las filas de Morena. Los miembros del Observatorio Ciudadano de Coyoacán, conscientes del riesgo que corre el nuevo régimen, reconocieron el triunfo de Muñoz Ledo, señalando que “a pesar de la brevedad y austeridad de su campaña, ganó las dos encuestas del INE”.
Seguir por el camino de la confrontación interna, el partido en el poder está poniéndose trampas que acabarán por hundirlo en un pantano. Sería un golpe de mucho mayor impacto que el que provoca la histeria de los neonazis. ¿Esto es parte de un acuerdo del mandatario con la cúpula oligárquica con la esperanza de que “inviertan” en México? Tal pareciera que así es por la actitud que mantiene de una supuesta neutralidad, que en el fondo significa un harakiri a su proyecto de país.
Sería muy lamentable que se salgan con la suya las huestes infiltradas en Morena desde su nacimiento, claro ejemplo el de Yeidckol Polenvski, y ahora, como continuador del proceso liquidador del impulso democrático, el de Mario Delgado cuya trayectoria así lo patentiza. Es ahora o nunca un cambio verdadero. ¿Cuándo se ha visto que en cualquier encuentro deportivo se declare empate un dos a cero?
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