El comité Nobel también juega. Esto no es novedad. Es muy común que su decisión de otorgar el premio de la paz esté influenciada por la necesidad de tomar posición en momentos específicos y enviar mensajes que considera relevantes. Esta vez no es excepción. El planeta vive una crisis de salud y un shock sistémico que está resultando en afectaciones a la integridad de millones de personas. Frente a esa crisis, el comité Nobel toma un posicionamiento firme: otorgar su premio de paz a una institución internacional —el Programa Mundial de Alimentos (PMA)— que pertenece al sistema de la ONU, puesto que, para el Nobel, hoy, más que nunca, se necesita hablar de instituciones globales y de colaboración internacional. Y porque, como tuiteó el PMA, la paz y la meta de “Cero Hambre” (#ZeroHunger), van de la mano.
Estamos acostumbrados a entender la paz a partir de lo que no es. En su concepción más tradicional, la paz se concibe como la ausencia de guerra o violencia. Y por supuesto que la paz incluye la ausencia de violencia. Un sistema de paz positiva, sin embargo, es algo mucho más complejo, y consta de componentes activos, “actitudes, estructuras e instituciones que crean y sostienen a las sociedades pacíficas” (IEP, 2020). Por ejemplo, para Johan Galtung, la violencia visible o directa es una sola de las puntas de un triángulo compuesto además por la violencia estructural y la violencia cultural. Las estructuras, en otras palabras, también pueden agredir, deshumanizar y matar, aunque lo hagan más lentamente y de formas menos ostentosas que una guerra, como sucede con el impacto del hambre.
Considerar también los factores activos que componen la paz, incluye revisar a fondo uno a uno de los ladrillos que la edifican. Entre esos bloques se encuentra la promoción—activa—del bienestar material y emocional de las personas. Entonces, no es que el hambre esté correlacionada con la violencia o que el hambre sea “la causa” de violencia. La pobreza y el hambre SON violencia. Desde las estructuras.
Más allá de la dimensión conceptual, hay un mensaje potente que el comité Nobel busca comunicar. La paz como dijimos, también consta de instituciones y arreglos que por una parte permitan procesar el conflicto sin necesidad de recurrir a la violencia, y que, por la otra, promuevan condiciones para la colaboración, la integración y la inclusión, tanto a nivel interno como a nivel internacional. Y pasa que ese sistema de instituciones y arreglos internacionales vive momentos complicados.
Este premio incluye, entonces, un posicionamiento a favor del multilateralismo, de las instituciones y de la cooperación entre los países, justo cuando el sistema global vive un shock de pocos precedentes. En la línea más golpeada de ese sistema, hay más de 100 millones de personas, quienes hasta antes de la pandemia no pasaban hambre, y que ahora se suman a otros cientos de millones que tienen que enfrentar carencias difíciles de imaginar.
La coordinación entre nuestros gobiernos para poder enfrentar una crisis sistémica, no es una necesidad imaginaria. No somos fragmentos “ajenos” a ese sistema, sino partes interconectadas. Por ello, los acuerdos, tratados e instituciones multilaterales necesitan respaldo, fortalecimiento y solidez. No ataques. El mensaje del premio Nobel de la Paz este año, tiene que ver, en suma, con la necesidad de pensar en los otros incluso antes que en nosotros, y de asumir que solo la solidaridad, la colaboración, la rehumanización y redignificación de las personas más vulnerables, nos van a sacar de las crisis que vivimos.
Por Mauricio Meschoulam
Twitter: @maurimm