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Opinión

Por Eliseo Martín Burgos

Cuando bancos o gobiernos incineran miles de millones de billetes: dólares, euros, pesos mexicanos o CUC, nadie pierde nada. El dinero de papel no contiene ningún valor intrínseco. El dinero creado de la nada, nada es. Falta un detalle: fabricar mil millones de billetes le cuesta a Estados Unidos cien millones de dólares. Así le ocurre a todos los bancos centrales y gobiernos.

El dinero de papel carece de valor intrínseco y, por sí mismo, no puede saciar ninguna necesidad ni producir ningún placer físico, excepto cuando en una relación mercantil permite adquirir mercancías. El dinero sirve para procurar bienes, pero no es un bien, en todo caso se trata de un bien fungible (que se consume con el uso).

Las grandes economías utilizan montañas de dinero de papel. En Estados Unidos circulan 1,5 trillones de dólares, China opera con mil 300 billones de yuanes y Europa con 1.1 billones de euros. En el mundo cambian de mano 76 millones de dólares por segundo y 6.59 billones al día.

En México, unas de las mayores economías latinoamericanas, circulan unos 1,376,488.8 (un trillón, 376 billones 488 millones, ochocientos mil pesos) Fabricar un billete le cuesta a Estados Unidos 0.10 centavos, 0.5 céntimos a Europa y 0.80 centavos a México.

El dinero y sus derivados, principalmente el crédito y las deudas, son el motor de la economía productiva que, mediante el trabajo crea objetos y “añade valor”. El valor constituye una cualidad intrínseca de las mercancías, derivadas de las energías físicas y mentales que contiene y del tiempo socialmente necesario para producirlas que se expresa en dinero. El valor es una cualidad que el dinero descubre en los objetos y la pone de manifiesto.

Las monedas se utilizan desde el siglo VII antes de Cristo y los billetes, se introdujeron en Suecia en el siglo XVII. Allí nació el dinero de papel, llamado “fiat”, palabra que en latín significa “¡Hágase!”.

El dinero de papel, es dinero por decreto. Los bancos centrales y en algunos casos los gobiernos, crean dinero de la nada mediante actos de magia que desde 1694 realiza el Banco de Inglaterra y repiten los bancos de cada país.

Las facultades de los bancos centrales para crear dinero están amparadas por las leyes de los países  cuyos sistemas políticos se basan en la separación de los poderes del estado, que aluden no solo al gobierno, al parlamento y al poder judicial. También se separan la iglesia del Estado, las fuerzas armadas de la política y los bancos centrales se afirman como entidades independientes.

Aunque en teoría, en las democracias liberales, el estado y sus poderes responden al interés nacional, en la práctica no ocurre así. Los gobiernos constituidos mediante maniobras políticas y partidarias y regidos por el principio de la alternancia, son efímeros y responden a intereses de partidos y facciones, lo cual aconseja do dotarlos de las facultades para de “crear dinero”, cosa que hacen mejor (no perfecta) los bancos centrales independientes.

Crear dinero de la nada dota a los bancos de un poder inmenso, pero no les concede el poder político que es la síntesis perfecta de todos los factores que forman las sociedades modernas. El gobierno no debería crear dinero de la nada, ni los bancos deberían gobernar. Se trata de los límites del poder.

En virtud de la reforma monetaria en curso, Cuba retirará de la circulación y presumiblemente reciclará millones de billetes CUC cuya producción fue costosa, a la vez que, debido al aumento de los fondos de salario y pensiones y la devaluación del peso, se entronizarán varios miles de millones de billetes. Un dato que no se conoce es cuánto le cuesta a los cubanos la unificación monetaria y cambiaria. Sólo puedo asegurar, que no es poco.

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