Por Arnoldo Kraus
Repetimos: es necesario invertir en educación.
Repetimos: la cultura es un arma poderosa, sus múltiples facetas sirven para mejorar a la sociedad.
Repetimos: educación, ciencia y dosis suficientes de conocimiento y cultura son indispensables para nutrir a la comunidad y disminuir la inequidad.
Sabemos: en México esas ideas sólo son ideas. No son realidad.
Sabemos: en este sexenio el gobierno todo, presidencia y ministros incluidos —lo que signifique ministros sin voz ni presencia ni disenso ni valentía— desdeñan y atacan el mundo de las ideas, de la ciencia, de la cultura, del periodismo.
Repetimos y sabemos. Víctor Hugo (1802-1885) sabe lo que nosotros sabemos pero no logramos expresar con contundencia. Su discurso, publicado ante la Asamblea constituyente en 1848 es demoledor y actual. Bien harían en leerlo las huestes presidenciales. El tiempo transcurrido, la friolera de 172 años, invita a reflexionar acerca de las torpezas y desprecio de nuestros gobiernos hacia el mundo de las ideas. Transcribo algunas reflexiones:
“Afirmo, señores, que las reducciones propuestas en el presupuesto especial de las ciencias, las letras y las artes son doblemente perversas. Son insignificantes desde el punto de vista financiero y nocivas desde todos los demás puntos de vista. Insignificantes desde el punto de vista financiero. Esto es una evidencia tal que apenas me atrevo a someter a la asamblea el resultado del cálculo proporcional que he realizado […] ¿Qué pensarían, señores, de un particular que, disfrutando de unos ingresos de 1,500 francos, dedicara cada año a su desarrollo intelectual […] una suma muy modesta: 5 francos, y, un día de reforma, quisiera ahorrar a costa de su inteligencia seis céntimos?”.
Víctor Hugo es contundente. Imposible no abrazar sus argumentos y hacerlos propios. Progresar como grupo y sociedad requiere fortalecer el ser interno de la persona. Proporcionarle armas para darle voz a su voz y argumentos para saber cuándo es necesario afirmar y cuándo es imperativo negar. Si los gobiernos, como sucede con el actual, no sólo menosprecian el mundo de las ideas, sino que buscan sepultarlo, la equidad económica y el progreso de la sociedad son imposibles.
Los apoyos económicos del gobierno a las clases más vulnerables son necesarios y bienvenidos, no así el desprecio ad nauseam hacia ciencia y cultura. El encono de científicos contra la desaparición mortal de fideicomisos en apoyo a la ciencia, la difícil situación por la que atraviesan las editoriales mexicanas Era, Cal y Arena, Almadía y Sexto Piso, y la lista, cada vez mayor, de intelectuales y periodistas, expuestos públicamente sin recato y considerados enemigos del gobierno de acuerdo a López Obrador y su gabinete son realidades ominosas. Toda proporción guardada, repito, toda proporción guardada, en la época de Pol Pot en Camboya, quienes usaban anteojos o sabían leer eran considerados enemigos del gobierno…
Invertir en educación, en cultura y ciencia es imprescindible. Dicha inversión no significa equidad inmediata, pero a la larga reditúa. La experiencia de los Tigres Asiáticos tras la Segunda Guerra Mundial es evidente: invirtieron en educación y ahora la población vive en mejores condiciones.
Sepultar cultura y ciencia es mortal. Salvo algunos políticos, sobre todo los del nefasto régimen de Enrique Peña Nieto, quien camina libre, a la mayoría de la población le importa un bledo que seamos la undécima economía mundial. Importa más la imagen del gran e irrepetible Francisco Toledo, quien siempre denostó y habló en contra del Tren Maya, como lo muestran sus dibujos y textos en la revista Proceso, otro de los no enemigos convertido en enemigo por AMLO y compañía.
Repito: es imperativo invertir en cultura, en educación y en ciencia. Fortalecer el pensamiento fortalece a la comunidad. Urge leer a Víctor Hugo.