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Opinión

La gran paradoja

Por Jorge Gómez Barata

Cuentan que el “presidente encargado de Venezuela”, Juan Guaidó, reconoció la victoria de Donald Trump en las elecciones del pasado 3 de noviembre. Cierto o no el trascendido, no sería extraño que Juan Guaidó se apresurara a devolver los favores del ya expresidente de los Estados Unidos. En los hechos se trata de un intercambio de favores de espurio a espurio.

En enero de 2019 Venezuela que es una democracia con las mismas virtudes y defectos de todas las del Nuevo Mundo, ahora incluidos los Estados Unidos, fue escenario de un hecho inédito cuando, habiendo un presidente electo en el poder, un sujeto llamado Juan Guaidó, en plena calle, se autoproclamó presidente encargado de la república.

Debido a que por razones nunca explicadas, las autoridades venezolanas fueron omisas y no impidieron el golpe de estado callejero, que contó con el beneplácito del presidente de los Estados Unidos, la OEA, el Parlamento Europeo y cincuenta países europeos y latinoamericanos, dando lugar a una ficción ejecutiva que se mantiene hasta hoy.

Con el respaldo internacional con que aún cuenta, el “presidente auto designado” al cual, en Venezuela no respetan ni los carteros, designó embajadores en Washington y otras capitales, acreditó un representante en la OEA y, con la complicidad de Estados Unidos se apoderó de la empresa CITGO que el estado venezolano poseía en Estados Unidos y echó manos a sus activos financieros.

Tanto le gustó a Donald Trump la payasada del venezolano que, aunque con otra versión, asume la receta, proclamándose ganador de las elecciones del pasado 3 de noviembre y negándose a realizar la transición que permitiría al mandatario designado y su equipo tomar de modo ordenado las riendas del complejo aparato gubernamental de los Estados Unidos.

La diferencia entre la cañona que se pretendió dar con Juan Guaidó en Venezuela y la que está protagonizando Donald Trump en Estados Unidos es que el primero estuvo respaldado, además de por el Jefe del Imperio, por otros cincuenta mandatarios europeos y latinoamericanos, mientras Trump no cuenta con ningún apoyo internacional. Para colmo de las paradojas, Guaidó se legitimó mejor que Trump.

Las analogías entre un espurio y otro, provienen de que ambos son advenedizos que avanzando desde fuera del sistema y a pesar del establishment, se hicieron con todo el poder ejecutivo en los Estados Unidos y con parte del mismo en Venezuela y retando la legalidad, la tradición y las prácticas usuales, se establecieron e increíblemente, en su propio beneficio han modificado las reglas del juego.

Por insólito que parezca nadie detuvo a Juan Guaidó en Venezuela y nadie logra frenar a Donald Trump en Estados Unidos. Tal vez sea cierto aquello de que: “Dios los cría y el diablo los junta”

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