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Opinión

Conocer nuestro México profundo

Hugo Carbajal Aguilar

Así lo definía Guillermo Bonfil Batalla, un antropólogo célebre que estudió a fondo estos temas de los pueblos originarios con el fin de comprender su cultura, su lenguaje, sus símbolos. De ahí partir, es decir, que sea ahí justamente el punto de partida para pensar la construcción de una nueva nación que queremos, que necesitamos. Adquirir los conceptos que nos permitan arribar con suficientes argumentos para generar una enriquecida discusión.

Urge, por ejemplo, un cambio necesario del Estado homogéneo al Estado plural, multicultural construyendo una interculturalidad igualitaria, es más, equitativa comprendiendo la equidad como aquello que nos obliga a darle más a quien más necesita.

Resumiendo, conocer la situación actual de nuestros pueblos originarios, su diversidad cultural para iniciar los nuevos esfuerzos que se deben emprender para construir una comunidad que implica algo más que una reunión de personas desconocidas o un mero grupo o –todavía más- un equipo en el cual hay por lo menos tareas asignadas a cada participante. Comunidad implica comunión de intereses y de objetivos, de esfuerzos, generosidades, capacidades, solidaridades, cooperaciones, ayudas… es decir, todo. Por eso y muchas cosas más no se puede plantear como meta la trillada y mal traída competitividad, pues eso corresponde a una colectividad de mercado donde todos son rivales de todos.

La UNAM tiene un Proyecto Docente llamado México Nación Multicultural y ahí se trabajan temas sumamente importantes e interesantes. Atender la emergencia de los pueblos indígenas y su papel en la Reforma del Estado. Abrir la discusión en temas clave de la edificación de una nueva ciudadanía con una visión respetuosa de las diferencias culturales (Nación, Comunidades y Pueblos Indígenas, Estado, Identidad…). A partir de las luchas de los pueblos indígenas conocer los avances y los retrocesos que han venido ocurriendo en la realidad nacional. Discutir por ejemplo:

–¿Qué significa ser una nación culturalmente diversa?

–La lucha por los conceptos: indio, mujer, pobreza.

–Nuevas formas de relación pluricultural para iniciar la construcción de una interculturalidad igualitaria.

–Reconocer a los pueblos indígenas como colectividades para el ejercicio de sus derechos. Identificarlos como sujetos titulares de sus derechos colectivos.

–Avances y limitaciones de ese reconocimiento y su relación con los Derechos Humanos.

No se trata de hacer referencia a los movimientos indígenas y sus autonomías sino de hablar lisa y llanamente de pueblos y comunidades indígenas como actores, como sujetos que reivindican el ejercicio de sus derechos tanto por la vía legal como por la vía de los hechos, de jure y de facto.

Justamente aquí se analizan las implicaciones y dificultades con que nos hemos topado para el reconocimiento y realización de esos derechos. Hay que abordar también las diferentes formas de negociación (esta palabra nunca me ha gustado) y resolución de conflictos dándole prioridad a los acuerdos tomados para construir la paz considerándola siempre como hija de la justicia.

Tres son los megaproyectos que ocupan el interés nacional, por eso se manifiestan los pueblos que se verán afectados, los grupos de interés, los ocupados del impacto económico social, así como del impacto cultural que se puede vislumbrar; los preocupados por el impacto ambiental, en fin. Los únicos entes sociales que no se han manifestado son los partidos políticos, atentos como están a su sobrevivencia, y también los que están formando nuevos partidos para continuar con su parásita existencia a costillas del trabajo del pueblo.

El Tren Maya, el Transístmico y el Proyecto Integral Morelos se piensan en grande con consecuencias predecibles pues tienen que ver con la afectación a la estructura comunitaria de los pueblos, sus costumbres, hábitos alimenticios, relaciones humanas, un gravísimo impacto cultural. Deben analizarse y discutirse con plena objetividad los conceptos de Progreso y Desarrollo.

Estos proyectos sólo se han pensado –acusan– como proyectos al servicio de las grandes empresas que van a detonar sus ganancias y que ya calculan inversiones diversas en muchos sitios aledaños o próximos en cada uno de los sitios seleccionados. Consecuencias, repetimos, ambientales, sociales, económicas y culturales. Vamos, la desconfianza no es gratuita, tiene un origen y una larga historia. En el caso de Puebla, Tlaxcala y Morelos las cosas se han complicado a causa del asesinato de Samir Flores, un campesino que se significó por oponerse a este Proyecto de la Termoeléctrica de Huesca.

Los argumentos más socorridos y válidos se refieren al uso de la cada vez más escasa agua del Río Cuautla que resulta insuficiente para el riego de las siembras y pretende utilizarse para enfriar las máquinas de esa Termoeléctrica. El hecho de que es un terreno sísmico y un movimiento telúrico podría afectar las instalaciones del subsuelo con la consiguiente tragedia a lo largo de los Estados señalados. Y aún no hay indicios de resultados de la investigación contra los asesinos de Samir y la indignación popular crece. Es una lucha en defensa de su agua y de su tierra.

El corredor transístmico es la cintura de México, cintura que se rompería según la visión de los pueblos que se verían afectados. Encontramos ahí 12 pueblos de muchas comunidades. Ese megaproyecto no tiene más objetivo –dicen– que acarrear beneficios a las grandes empresas nacionales y transnacionales con la afectación directa a esas comunidades mixtecas, zoques, mazatecas y otras. También consideran su oposición como una lucha en defensa de sus tierras, su forma de vida, su agua, su vida. El impacto comercial es mayúsculo. Este tren sería una alternativa al Canal de Panamá, alternativa más rápida y más barata para el paso de las mercancías.

Adelantemos algunas reflexiones en cuanto al Tren Maya por parte de algunos que ven estas iniciativas de inversión como oportunidad de Desarrollo integral para esos pueblos. Puede trabajarse, afirman, un turismo controlado por los propios habitantes impidiendo la instalación de grandes cadenas hoteleras y plazas comerciales. Otro turismo alternativo que evite la depredación tanto ambiental como cultural. Los pobladores de esos sitios bien podrían organizarse para atender a los visitantes y recibirlos, hospedarlos, alimentarlos, guiarlos y mostrarles su cultura, su lenguaje, sus hábitos.

Un Ecoturismo auténtico que fuera un ejemplo internacional con abundancia de recursos naturales y recursos humanos que evitaría el racismo, el clasismo, el desprecio sufrido por años por esas comunidades llenas de múltiples riquezas históricas, antropológicas y arqueológicas. Un turismo integrador comunitario y ecosustentable.

¿Qué podremos hacer? La discusión está abierta.

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