Antonio Salgado Borge
Hasta hace apenas un par de semanas, Bernie Sanders parecía encarrilado a obtener la candidatura a la Presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata. Por un lado, la campaña de ese Senador logró rebasar a la de Elizabeth Warren, su rival dentro del ala progresista de ese partido. Por el otro, Joe Biden, favorito del ala Demócrata más moderada, no había logrado generar grandes emociones. De acuerdo con distintos reportes, los mítines del ex Vicepresidente de Barack Obama lucían semivacíos y desangelados. Tanto se había desinflado Biden que incluso se hablaba de Pete Buttigieg como su posible reemplazo dentro del sector moderado para enfrentar a Sanders.
Dos grupos de eventos, distintos pero interrelacionados, ocurridos en los últimos días cambiaron radicalmente este escenario:
El primero es que, apenas vieron despuntar a Bernie Sanders, los precandidatos demócratas moderados –o “pro-establishment”–, incluido Buttigieg, no titubearon en bajarse sincrónicamente de la contienda y en sumarse a la campaña de Joe Biden. Para el ex Vicepresidente, este fenómeno representó la atracción de un mayor flujo de recursos y el fortalecimiento de su imagen de conciliador y de operador capaz de construir coaliciones.
El segundo tiene que ver con las importantes victorias que ha obtenido Biden en los más recientes jueves electorales. En especial, sus triunfos en Estados con gran peso en la elección interna del Partido Demócrata, como Texas o Michigan. Tras las dos últimas jornadas electorales, Joe Biden ha llegado a 786 delegados, 141 más que los que acumula Bernie Sanders. A ello se suma que Biden es marcado como favorito en las encuestas en los próximos Estados con elecciones.
Los dos factores anteriores no sólo han levantado al ex Vicepresidente de la lona, sino que lo han convertido en el virtual candidato demócrata. Algo inesperado tendría que ocurrir en los próximos días para que Sanders logre revertir este fenómeno.
Lo diré sin ambages. Me parece que Bernie Sanders o Elizabeth Warren hubieran sido candidatos ideales a la Presidencia de Estados Unidos capaces de derrotar a Donald Trump. En particular, Sanders se convirtió en un formidable representante de la visión de las personas más jóvenes de Estados Unidos. Por ejemplo, en Michigan 76 por ciento de los individuos menores de 29 años que votaron lo hicieron por Sanders. Pero dado que la Senadora Warren se ha bajado de la contienda y considerando lo complicado del escenario actual para Bernie Sanders, es buen momento para intentar leer lo que viene.
En un sentido, el éxito en contener los ímpetus progresistas dentro del Partido Demócrata por parte de un grupo de moderados, apoyados financieramente por grandes corporaciones, constituye una pésima noticia para quienes buscan una transformación radical capaz de eliminar, de una vez y por todas, las razones que lograron que Donald Trump llegue a la Presidencia. Bernie Sanders y Elizabeth Warren tienen razón en que asuntos como la igualdad, la regulación a grandes capitales, mayores impuestos progresivos o el cambio climático deben ser abordados con urgencia y de frente, y en que, por ende, en esta elección va de por medio el futuro de su partido y de su país.
Sin embargo, en otro sentido, el actual estado de cosas anuncia al menos dos elementos positivos.
(1) La percepción de “elegibilidad”. Si los votantes del Partido Demócrata no pudieron unirse en torno a un proyecto progresista, es posible inferir que Estados Unidos no estuvo listo para un candidato de este corte. A la campaña de Sanders le afectó negativamente el triunfo del discurso de la “elegibilidad” por encima de las ideas o de la capacidad de las candidatas o candidatos.
Mientras que la mayor parte de la gente que ha preferido elegir a un candidato con base en su “potencial de derrotar a Donald Trump” lo ha hecho por Biden, la mayoría de la gente que ha votado por en función de qué tanto el candidato representa sus ideales lo ha hecho por Sanders. Estamos ante un problema en dos niveles, pues la mayor parte de quienes votaron lo hicieron con base en el primer criterio. Esta desventaja es similar a la que enfrentó, por ejemplo, Elizabeth Warren; algunas personas consideraron que, a pesar de ser la persona más preparada y con una plataforma mejor desarrollada, por el hecho de ser mujer esta candidata tendría más complicado vencer a Trump a finales de este año.
Pero no sólo la percepción de “elegibilidad” jugó en contra de Sanders. Al Senador también le afectó negativamente el hecho de que 60 por ciento de quienes votaron tienen arriba de 45 años, y que en ese sector alrededor de 6 de cada 10 personas se manifestaron a favor del ex Vicepresidente. Alrededor de dos terceras partes de las personas negras que votaron lo hicieron por Biden. Algo parecido ocurrió la semana pasada en Texas.
Por los motivos que uno quiera Bernie Sanders no logró convencer a los electores de mayor edad. Y eso podría ser un problema importante al momento de buscar quitar votos al Partido Republicano. Es decir, si la prioridad es sacar a Donald Trump de la Casa Blanca –y vaya que esto es importante–, Biden parece arrancar en mejor posición que Sanders. Para ser claro, eso no significa que Sanders o Warren no hubieran podido vencer a Trump, pero sí que hubieran enfrentado una barrera de prejuicios o reservas que, desde sus privilegios, no son obstáculo para Biden.
(2) El avance de los ideales progresistas. A pesar de su casi segura derrota en la cuenta final de delegados, el candidato progresista, fiel al estilo que le ha valido tanta admiración –incluida la de quien escribe esta columna– no se ha dado por vencido oficialmente. Sin embargo, sus recientes discursos anuncian ya la posibilidad de aceptar una derrota y la idea de buscar utilizar su posición para mover la plataforma del Partido Demócrata hacia la izquierda en la medida de lo posible.
Este escenario no es ni descabellado ni inédito. Una dinámica similar se dio en la última elección a gobernador en Virginia. El candidato demócrata moderado obtuvo la nominación sobre el progresista, pero la presencia de este grupo en el congreso local y en la actual administración han incidido en la dirección de ese Gobierno.
Sanders sabe muy bien que Biden necesitará subir a su barco a integrantes del sector progresista del Partido Demócrata, con todo y sus ideas o proyectos. En caso de llegar Biden al Gobierno, este grupo emergente tendría, como nunca, oportunidad de influir en el enfoque y en las políticas públicas de Estados Unidos y, en consecuencia, de buena parte del mundo.
Lo que estaríamos viendo es, por ende, el inicio de una fusión para fines electorales entre los dos bandos demócratas que definieron esta precampaña. Por los motivos señalados arriba, por el momento todo apunta a que la coalición de Biden será la que encabece la campaña presidencial de este año. Sin embargo, para el ala progresista la ventaja de este formato es que varias de sus distintas candidatas, candidatos e ideas pueden colarse a la campaña demócrata sin terminar asustando a una parte del electorado necesaria para ganar la elección presidencial de este año.
El resultado puede ser un trabuco capaz extraer al tumor que está actualmente en la Casa Blanca y de impulsar medidas que atiendan las causas de existencia. Y dado que evidentemente Estados Unidos no estuvo listo para una candidata o candidato progresista, por el momento, esto puede ser suficiente.
Facebook: Antonio Salgado Borge
Twitter: @asalgadoborge
Email: [email protected]