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Opinión

De regreso de Libia a Managua desde donde el Comando Central de las FPL había decidido su ingreso a El Salvador para ya no salir hasta la victoria, el Comandante Marcial se encontró con el asesinato de la Comandante Ana María, segunda en el mando de las FPL y también parte del Frente Farabundo Martí. Asistió al funeral en el Mercado Roberto Huembes y demacrado y sin escolta fue encerrado en una casa de seguridad. Optó por el suicidio. Una campaña de desprestigio impidió su funeral público y meses después, fue dado a conocer un comunicado de despedida sobre el gran dolor producido por “los hermanos mayores”. Años después, un jurado especial lo exculpó.

El Gato, avecindado en el País Vasco, decidió reeditar el pequeño gran libro de poemas de Arqueles Morales titulado ¿Quién carajos dice que Marcial ha muerto?

Nos instruyó para no difundirlo hasta después del 11 de abril, con el nombre de uno de los poemas: Tareas por cumplir. “A la revolución por la poesía”, como propone Roque Dalton, compañero de los poetas guatemaltecos revolucionarios Arqueles Morales y Otto René Castillo.

En estos días de encierro obligado, leo en el primer párrafo del voluminoso texto sobre la guerra de Karl Von Clausewitz, la breve Introducción al Capítulo I que dice: “nos proponemos considerar, en primer lugar, los diversos elementos de nuestro tema, sus distintas partes o divisiones y finalmente el conjunto en su íntima conexión. Procederemos, de este modo, de lo simple a lo complejo”. Al fin aparece el origen de la frase preferida del Comandante Marcial, la misma cantada por Paulino Espinoza del grupo histórico Yolocamba I Tá, cantor épico de la guerra popular prolongada. Paulino narra: “usted supo de lo simple a lo complejo activar un volcán” y en efecto, el proyecto político militar no pararía con el triunfo en El Salvador sino habría que seguir con Honduras y Guatemala con el apoyo del sandinismo de Nicaragua. Quizá Belice. Carlos Mejía Godoy, constructor del sentido épico del sandinismo, usa la metáfora de los volcanes para mencionar a “el volcán Farabundo en la vanguardia, el José Feliciano (Ama) en erupción, el Modesto Ramírez retaguardia y un volcán permanente, Juan Chacón”.

La memoria de esto importa ahora con el ocultamiento de Daniel Ortega desde hace un mes, sin que su cómplice Rosario Murillo dé señales de vida desde su conducción de grupos paramilitares para atacar a los dolientes en los funerales de Ernesto Cardenal. Evidente y simple es la miseria popular, resultante de un gobierno tiránico. Complejo pero necesario es construir el relevo histórico popular y revolucionario con toda la sabiduría dialéctica de la teoría y la práctica heredadas por Salvador Cayetano Carpio.

La ausencia de salud pública en Nicaragua ante la pandemia, mantiene abiertas las fronteras, los mercados, los centros comerciales, las calles, las iglesias, las plazas, como si nada ocurriera. Honduras sufre el retorno obligado de migrantes amontonados sin protección sanitaria alguna y El Salvador enfrenta la carencia de un sistema de salud eficiente y de los equipos para organizarlo. Guatemala opta por la militarización frente a la pobreza sin remedio.

Marcial tenía razón, proclama con su título un sitio electrónico activado de tiempo atrás, pero los excomandantes sandinistas han desaparecido, salvo Mónica Baltodano y Dora María Téllez, Sergio Ramírez en su papel de laureado escritor. De los demás, nada. De aquí la pertinencia del trabajo por la justicia de El Gato, investigador incansable de la memoria histórica que lo hizo reunir notas biográficas y fotos de los cientos de internacionalistas caídos en El Salvador provenientes del mundo entero, incluyendo Estados Unidos. Aquella esperanza fue liquidada por los Acuerdos de Chapultepec en enero de 1992 con el acto previo de propaganda infame frente a medios de todo el mundo, de la entrega de su fusil de combate por el excomandante Joaquín Villalobos del ERP al entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari. El fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional y luego Ministro del Interior, Tomás Borge Martínez, escribiría por encargo muy bien pagado, un libro de homenaje a Salinas.

Panadero, organizador sindical, militante comunista hasta alcanzar la dirección del Partido Comunista de El Salvador para renunciar a él y reaparecer con las Fuerzas Populares de Liberación y luego el Bloque Popular Revolucionario como organización de masas, sufrió Secuestro y Capucha como tituló a su testimonio de encarcelamiento. Reintegrados sus restos a El Salvador, los seguidores actuales conmemoraron con su esposa, la queridísima tía, Tula Alvarenga, la permanencia de los principios construidos con una larga militancia que supo apropiarse de conceptos claves revolucionarios como la guerra popular prolongada de los vietnamitas y los maoístas y la dialéctica del teórico de la guerra Von Clausewitz, militar desde los doce años en el ejército prusiano, el ruso, el napoleónico hasta llegar a ser director de la Escuela Prusiana de Guerra. Sus servicios a las tiranías europeas, su fiel obediencia a toda costa a los mandos criminales, pese a su rigurosa reflexión, mantuvieron inéditos sus miles de páginas escritas hasta que su esposa hizo que se publicaran en 1832. El máximo rescate revolucionario de estos materiales que ponen a prueba la dialéctica hegeliana, tuvo que hacerlo el más importante revolucionario centroamericano que haya existido. Marxista leninista ejemplar, internacionalista bien probado, Marcial contribuye al uso revolucionario de la dialéctica histórica. Marcial vive como ejemplo en espera de emulación y a partir de la certeza simple precisada por Arqueles Morales: “ya no hay que hacer pan para unos pocos, sino un inmenso pan que alcance para todos”.

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