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Opinión

Notas sobre el desastre global

Michael Vázquez Montes de Oca

No se pretende hacer un análisis exhaustivo sobre las consecuencias de la actual pandemia, sino sólo un inventario preliminar de las incidencias, sin ánimo de derrotismos ni pánicos. Incide en la inmensa mayoría del mundo, su efecto se hace sentir y las opiniones coinciden en calificar de extraordinario y dificilísimo el momento que se vive.

La directora del Fondo Monetario Internacional dijo que se ha creado una crisis financiera como ninguna otra, que más de 90 países ya han solicitado ayuda, se evidencia un estancamiento mundial y el organismo se centra en asegurar una respuesta firme al problema, en fortalecer la economía y advirtió que los países emergentes serán los más perjudicados.

Con la advertencia de que es lo peor que se enfrenta desde la Segunda Guerra Mundial, la Organización Internacional del Trabajo señala que las medidas de paralización total o parcial alcanzan a casi 2,700 millones de personas (81% de la fuerza laboral mundial), y si se suma los que están en riesgo y la incidencia en las horas de trabajo, llega a 3,300 millones. La imposibilidad de acudir al trabajo por contagio o para evitarlo, implica que muchas actividades no pueden funcionar o disminuyen (suspensión de servicios, cierre de fábricas, ruina de empresas), lo que lleva a menor capacidad adquisitiva de la población y más pobreza, incluso en caso de encontrar otras, por ejemplo, volver a la agricultura (un 38% de la población está ocupada en sectores que afrontan una grave caída y un alto peligro de desplazamiento).

La ruptura de la cadena productiva a escala mundial y el consiguiente perjuicio al comercio internacional (una reducción este año de 13-32%, según cálculos de la OMC), más deudas con proveedores y la supresión del turismo, limitarán no se sabe por cuánto tiempo el volumen importador y exportador y disminuirán los PIB; los gastos ineludibles de salud pública distorsionarán los presupuestos y, mientras más tiempo se mantengan las limitaciones a la circulación mercantil y de personas, mayor será la afectación al encadenamiento, entrando en una profunda e inevitable recesión y más difícil será volver a la “normalidad”. Aunque el campo ha visto crecer la demanda y se posiciona como pilar insustituible, lo que posibilita que no haya desabastecimientos todavía, pero las restricciones fronterizas están causando trastornos en el suministro de alimentos y se estima que para finales de año pueda haber una declinación a nivel mundial.

Estados Unidos, China y la Unión Europea están siendo golpeados brutalmente. Todos coinciden en la contracción del PIB que unos consideran al menos en 0.5%, de lo que ya se estaba constriñendo; que será de un 2.2% o más en la zona euro, Latinoamérica o para Estados Unidos (incluso si Donald Trump insiste en poner la economía por encima de quienes la crean, aparecen muestras de recesión y un desempleo superior a los 3,3 millones de personas), que está en descomposición, sus autoridades federales son abusivas, indiferentes o simplemente estúpidas, salvo contadas excepciones y los líderes del Congreso parecen bloqueados. Los inversores se deshacen de sus activos y los llamados ‘escarabajos del oro’ ven al oro físico como principal activo de mejor rendimiento.

No menos acontece en otros sitios; las grandes locomotoras de la Unión Europea: Francia retrocedió un 6% durante el primer trimestre, la peor evolución del PIB desde la Segunda Guerra Mundial, similar al registrado en mayo del 68’ y comparada con la del crack de 1929 y el PIB alemán caerá un 4,2% en el 2020. La OCDE señala que el impacto puede acarrear disminuciones de 15% o más en las economías avanzadas y principales de los mercados emergentes y en las medianas en un 25%.

Muchos países de América Latina y el Caribe llegan en un periodo de fuerte convulsión y la persistencia de descontento. La pandemia ocurre tras la implementación de un modelo político y económico que ha generado mayor desigualdad, empleos precarios y fomentado la informalidad, aumento de la pobreza y de la migración del Sur al Norte, deterioro de la seguridad social, salubridad, educación y privatización de servicios básicos, poniendo en condiciones particularmente frágiles a grandes conglomerados.

Para el área, teniendo en cuenta su siempre exposición a los vaivenes de las materias primas, manufactura, turismo y remesas y la disminución de actividad de sus principales socios, CEPAL pronostica que las exportaciones caerán por lo menos en un 10.7% (8.2% en el precio y de 2.5% en el volumen); una contracción del Producto Interno Bruto entre el 1.8% y el 4%, un incremento del 10% del desempleo; los pobres aumentarán 185 a 220 millones y de ellos en pobreza extrema a 82 millones, si el avance provocase una desplome del 5% en el ingreso medio y a 90 millones si la merma fuese del 10%. El gasto público de la salud se sitúa en un 2.2% del PIB regional, muy lejos del 6.0% recomendado, la mayoría de los sistemas son débiles, fragmentados y desiguales en la calidad e insuficientes instalaciones para el nivel requerido.

Las mayores afectaciones se sentirán en los países de América del Sur por su especialización en la exportación de productos primarios; en el mercado turístico, particularmente en las pequeñas naciones insulares, con una contracción del 25% para este año y en el comercio, transporte y los servicios sociales, que proveen el 64% del empleo formal, además de los informales que representan el 53% en la región. Los exportadores de hidrocarburos experimentarán la mayor pérdida en el valor de ventas al exterior.

El ritmo de la recuperación dependerá directamente de la velocidad para controlarla, además de medidas de política monetaria y fiscal. Las autoridades monetarias de estadounidenses, europeas y asiáticas recurrieron a disposiciones de emergencia, líderes de gobiernos se apresuran a fortalecer los mercados inyectando liquidez al sistema financiero; la Unión Europea acordó el jueves un paquete de ayudas financieras que alcanza a más de medio billón de euros para el rescate de estados miembros, empresas y puestos laborales, compuesto por líneas de crédito preventivas, un fondo de garantía para préstamos y un programa contra despidos masivos y los países del G20 destinarán 5 billones de dólares a la amortiguación del parón económico, que, según dicen los expertos, no es suficiente y debe cambiarse el patrón de desarrollo predominante y quizás sea forzoso pasar por una fase de desglobalización, es decir, de comercio y flujo de capitales reducidos, con el resultado de un hundimiento del PIB y de los ingresos.

Las propuestas de las grandes corporaciones son parecidas; en fin, todo se resume en más emisión de dinero, lo que elude la solución de problemas estructurales como la desigualdad y la concentración de la riqueza.

Los paquetes de ayuda tienen un objetivo principal: salvar las organizaciones capitalistas, pero necesitan también rescatar a la gente; se espera que las prestaciones estén vigentes dos meses y por tanto no proporcionan suficiente apoyo a los que ya han sido confinados o despedidos y transcurridas semanas, los costos económicos comenzarán a acumularse y algunas personas empezarán a regresar a cualquier faena que haya disponible, porque no tienen recursos que les permitan permanecer aisladas, aunque los riesgos de contaminación sigan siendo altos.

Hay esperanza en que los cierres sean de corta duración, pero es una ilusión la rápida rehabilitación y la realidad es que el dinero que se transfiere a los trabajadores es mínimo en comparación con el que se destina a las grandes organizaciones empresariales, ninguna de las providencias evitará la crisis y son muy insuficientes para restaurar el crecimiento.

Se menciona que China está dando posibilidades certeras que demuestran competencias mejor estructuradas y sensibles; diversos países analizan de planes de transferencias directas no universales para compensar la contracción y se comienza a enraizar la idea de la renta básica universal o no, una garantía de ingresos a los ciudadanos por el mero hecho de serlo, presentándola como posible solución para salir del atolladero económico y herramienta útil para contener la emergencia que sufren quienes de la noche a la mañana se han quedado sin retribuciones y para reactivar la demanda cuando se puedan ir levantando las cuarentenas.

El Coronavirus identifica las vulnerabilidades y puede hacer que las compañías vuelvan a ser más activas en la producción local y algunos especialistas manifiestan que la globalización puede decaer aún más y rápidamente, ya que los gobiernos pueden aprovechar la preocupación de los ciudadanos y las nuevas restricciones al comercio, los viajes y la migración.

Habrá otras catástrofes. Extrañaría mucho que en los próximos años no hubiese ecológicas importantes y posibilidades de un choque económico con reacciones de tipo fascista. Ya hay gobiernos que aprovechan la epidemia para limitar los derechos y la lucha de los pueblos, asumiendo poderes dictatoriales, coartando las posibilidades de reunión e intercambio de opiniones.

Se sienten los efectos de ansiedad de dos pandemias: la del Covid-19 y la de las consecuencias económicas de la primera; la incapacidad de los gobiernos neoliberales que han desmantelado el Estado, los regímenes sanitarios y educacionales y hoy se muestran incapaces de enfrentarla, es lo más visible, pero no lo único a cuestionar, la alarma climática o el tratamiento económico. Entre los filósofos y otros analistas se están manejando criterios que cuestionan los excesos del consumismo, la rapiña capitalista, hasta vaticinan el fin de su versión neoliberal y lo perentorio de procurar una sana intervención en la organización de las sociedades.

El caos prueba claramente que se está necesitando una coordinación, en lugar del espectáculo de desintegración que se ha observado. Sobre este nuevo panorama económico, la integración regional es crucial y más allá de las diferencias políticas, lo más urgente es reconstituir las cadenas de valor para disminuir la volatilidad externa.

La recontextualización de la sociedad, redefinición del progreso y el desarrollo humano, junto a la reinvención del futuro, serán los grandes temas y desafíos de las agendas de las políticas inmediatas a nivel global y local. Va a ser imprescindible el rol del Estado y no el del mercado, pues no se puede volver a transitar por los mismos caminos que han traído a estas grandes brechas. Se está ante un cambio de época, de paradigma y se tiene que variar. Quizás esto sea una etapa de donde surjan modelos económicos y de Gobierno con un carácter más social, con mayor atención a las necesidades de la población en su conjunto y políticas de bienestar general que se acerquen a un socialismo próspero y sostenible.

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