Opinión

De 2 Grandes Excelencias

Por Francisco Javier Pizarro Chávez

Reflexiones en Voz alta

“La pandemia del Covid 19 ha lastimado cruelmente la dictadura del mercado. Los mercados financieros apanicados muestran quebrantos financieros inimaginables apenas con unos meses atrás. Los virus microscópicos revelan la alta vulnerabilidad del sistema económico mundial” (Bernardo Barranco. La Jornada. 27 abril de 2020).

La crisis económica que ha sacudido al mundo trajo a mi memoria dos reflexiones relevantes de dos extraordinarios filósofos de la vida acerca de la crisis humanitaria generada por el sistema económico neoliberal, que les comparto y espero sean de su interés:

El Papa Francisco, el 12 de marzo de este año, emitió una carta pascual dirigida a Movimientos Populares en el que señala:

“¡Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estados-céntricos, sean mercado-céntricos) no son suficientes para para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad!”.

“Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez”. Me pregunto. ¿El Papa es un populista de izquierda como le dicen a AMLO?

El Papa Francisco se va a fondo: “Un sistema económico centrado en el dios del dinero también necesita saquear la naturaleza, para mantener el ritmo frenético de consumo propio”. “Queremos un cambio, un cambio real, un cambio en las estructuras. Este sistema es insoportable; los campesinos no lo apoyan, los trabajadores no lo apoyan, las comunidades no lo apoyan…E incluso la Tierra no lo apoya” Hermana Madre Tierra, como solía decir San Francisco (7/7/15).

El Papa les convoca a no darse por vencidos:

“Sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización. No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias. Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja. Muchos de ustedes no tienen un salario estable para resistir este momento y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”.

Años atrás, (1998), el hoy extinto Fidel Castro, en una conferencia en la ONU expuso:

“Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables. Ahora tomamos conciencia de este problema, cuando casi es tarde para impedirlo fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente.

Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad.

Con sólo el 20% de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo.

Han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer.

Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen.

La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza.

No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.

La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología.

Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales.

El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente.

Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y las tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra.

No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente.

Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para el desarrollo sostenido sin contaminación.

Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.

Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”.

Veremos y diremos, si los gobernantes de las grandes potencias entienden que la crisis económica en curso no se resolverá si no se atiende la crisis humanitaria y ecológica.