Por María Teresa Jardí
Uno de los principios generales del Derecho señala que la ignorancia de las leyes no excluye su cumplimiento. Principio que se puede tornar también en el de que los otros datos no excluyen la responsabilidad de quien dice tenerlos. El primero es de aplicación general. Aunque injusto con los que no hablan el idioma nacional y de ahí la importancia de los traductores en aras de igualar la condición de los que tienen otra lengua. Aplicable por lo que toca a los otros datos que no eximen de responsabilidad a quien se contrata para servir al pueblo a través del contrato social. Contrato virtual por el que los ciudadanos elegimos: votando. Aunque normalmente se imponga a los que manejan el poder. Pero en el entendido de que los que vamos a votar y los que compiten a través de los respectivos partidos fingimos que vivimos en una democracia. Aunque ni de lejos exista esa forma de gobierno en muchos estados del mundo que así se reivindican. El decir que se tienen otros datos no sirve como defensa ni exime de responsabilidad al que debe vigilar que los preceptos se cumplan. Y un claro ejemplo lo tenemos en el caso García Luna/Felipe Calderón.
Podrá desmarcarse todo lo quiera Felipe Calderón Hinojosa de su empleado –o amo– sin que eso sirva para eximirlo de lo que está documentado en los medios escritos que, cumpliendo con su deber de informar, suplieron a la autoridad que renunció a su deber de hacer justicia. Medios que tomaron la sabia decisión de dejar por escrito para el futuro lo que no debería haber ocurrido.
García Luna es un delincuente de tan altos vuelos que hasta el corrupto gobierno yanqui se ha negado a seguir encubriendo. Quién sabe buscando qué cosa del gobierno mexicano. Aquilatando, puede ser, hasta dónde van a ser posibles las complicidades en el presente. Nada es gratuito en el entramado político y menos aún lo es con un impresentable como Trump, cabeza de un imperio acabado que da coleadas de animal herido.
Del imperio yanqui se puede creer cualquier cosa y casi todo de la mal llamada clase política que en el mundo, exhibida por el coronavirus, ha ido mostrando su miseria de miras, se puede pensar lo mismo sin miedo a equivocarnos.
García Luna es un delincuente de altos vuelos. Pero no es menos delincuente Felipe Calderón que en el mejor de los casos lo dejó ser y hacer y quien debe, con ese individuo, ser juzgado también.
Es vergonzoso que en México ni uno ni el otro tengan siquiera averiguaciones abiertas, a pesar de la exhibición de cretinismo demostrada en el show montaje televisivo que llevó a una ciudadana francesa a la cárcel como chivo expiatorio de lo que se encubría y, posiblemente, como venganza en contra de un hermano, perteneciente a otra mafia, si eso también fuera cierto, dentro de lo mucho escrito que debería estarse investigando aquí también. Hay casos tan complicados que si acaso cien años después de ocurridos logran desentrañarse por acuciosos historiadores. Pero hay otros que están casi documentados por medios y personas que se tornaron en investigadores.
El POR ESTO! no se cansó de documentar los nexos de Genaro García Luna y la criminalidad de Felipe Calderón a lo largo del sexenio de abominable recuerdo encabezado por quien hoy da risa desmarcándose de su favorito. Como los golpistas, igual de mediocres e impresentables, los que matarían de risa también –si no hiciera llorar la situación del mundo– nombrando a Lozano Alarcón su vocero. La corrupción no es solamente robar dinero. La corrupción es mucho más que eso.